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Día Internacional de la Mujer

Las primeras alcaldesas de Canarias

En las Islas, la participación política de las mujeres iniciada en la Segunda República ha sido un camino de pasos costosos y lentos, a veces incluso de retrocesos

Baldomera María García Fuentes, acaldesa de El Sauzal, en Tenerife. | | LP/DLP

Durante la Segunda República Canarias tuvo cinco alcaldesas; cuatro en el seno de las Comisiones Gestoras Municipales y una tras las elecciones de abril de 1933. En los primeros comicios locales de la actual etapa democrática, en 1979, casi cinco décadas más tarde, la presencia de mujeres en las presidencias municipales, lejos de progresar, se redujo a tres. Esta cifra disminuyó aún más en los dos siguientes procesos electorales; sólo una fue investida en 1983 y 1987. Dos resultaron elegidas en 1991 y 1995, y cuatro en 1999. La cifra inicial sólo se superó en 2003, en las séptimas elecciones del presente periodo democrático, con la proclamación de siete alcaldesas.

Las cinco alcaldesas de la Segunda República, fueron proclamadas en 1933, por este orden: Baldomera María García Fuentes (El Sauzal), Juana González González (Granadilla de Abona), Mª del Carmen Luengo y del Arco (Vallehermoso) y Concepción García Suárez (Santiago del Teide); las cuatro eran integrantes de las provisionales Comisiones Gestoras Municipales. La quinta, Juana García Rodríguez (Artenara), había sido nombrada primera teniente de alcalde tras las elecciones locales del 23 abril de 1933, y se incorporó a la alcaldía un mes después, tras la renuncia del alcalde.

La prensa de la época se hizo eco de tan singulares noticias. La elección de la alcaldesa de El Sauzal y primera regidora municipal de Canarias, Baldomera García Fuentes (El Sauzal) -”De las islas. Una alcaldesa”, El Defensor de Canarias, 6 de febrero de 1933, p. 12 y “La primera alcaldesa en Canarias”, Diario de Las Palmas, 3 de febrero de 1933, p. 2-; se presentó aderezada con comentarios que resaltan cuan “bonita y elegante” es la alcaldesa y su alegría al verse elegida primera autoridad municipal, que “no tiene límites y no oculta esa satisfacción que halaga su vanidad de mujer” -“La primera alcaldesa nombrada en Tenerife hace declaraciones a la prensa”, El Tribuno, 5 de febrero de 1933, p. 3- Igualmente, encuentran resonancia en los periódicos la elección de la tercera, Mª del Carmen Luengo y del Arco (Vallehermoso) -“De las islas. La Gomera. Alcaldesas”, El Defensor de Canarias, 10 de febrero de 1933, p. 4, destaca la elección de la tercera alcaldesa, antecedida por las de El Sauzal y Granadilla. “Todo es empezar. Ya tenemos tres alcaldesas”. Diario de Las Palmas, 9 de febrero de 1933, p. 2, también recoge el nombramiento de Mª del Carmen Luengo y del Arco-, y la cuarta alcaldesa de la “provincia de Tenerife”, Concepción García Suárez, maestra nacional, en Santiago del Teide, así como el hecho de que “dicho nombramiento ha sido bien acogido por aquel vecindario” -“De las islas. Santa Cruz. Ha sido elegida en esta provincia la cuarta alcaldesa”, El Defensor de Canarias, 15 de febrero de 1933, p. 5; “Ha sido elegida en la provincia de Tenerife la cuarta alcaldesa”, Avance, 12 de febrero de 1933, p. 2; y “Ha sido elegida en la provincia de Tenerife la cuarta alcaldesa”, Diario de Las Palmas, 10 de febrero de 1933, p. 2- La última información de referencia añade las declaraciones de la que podía haber sido la quinta alcaldesa, la concejal de Adeje Consuelo Díaz Pérez, manifestando “el disgusto” que esto le ha causado, porque “yo no he entendido nunca ni entiendo de política”, y aclarando que su presencia en la política es “porque no he tenido más remedio” por ser la maestra más joven del pueblo y “según la ley había de ser yo necesariamente uno de los componentes de la Comisión Gestora”; su negativa a aceptar la alcaldía fue rotunda, aclaró.

Las alcaldesas de la 2ª República proclamadas en 1933 en Canarias fueron: Baldomera Mª García Fuentes (El Sauzal), Juana González (Granadilla de Abona), Mª del Carmen Luengo (Vallehermoso), Concepción García (Santiago del Teide) y Juana García Artenara)

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Por los periódicos también se sabe que, un mes después de las elecciones municipales del 23 de abril de 1933, Juana García Rodríguez, que era la primera teniente de alcalde en Artenara -El Radical, 19 de mayo de 1933, p. 8-, fue nombrada alcaldesa del municipio, donde, según refleja una dulcificada crónica, “sobre la fría prosa de los expedientes municipales pasará en adelante la caricia los ojos de una mujer” -Jimmie, “Croniquilla. Dios te salve, señora alcaldesa”, Hoy (Las Palmas), 13 de mayo de 1933, p. 3-. No llega a mencionarse su nombre en la crónica, pero se refiere a Juana García Rodríguez. Juana García Rodríguez (independiente) y Sofía Díaz Reyes (Acción Popular), habían quedado en la segunda posición en las elecciones, empatadas a 160 votos -“Las elecciones en esta provincia”, El Radical, 25 de abril de 1933, p. 8-. Una información posterior revela que Juana García fue alcaldesa tras la baja del alcalde, que renunció para ocupar una plaza de guarda forestal. De sus impresiones acerca de su propia gestión, destaca la mejora del equipamiento de la escuela, aunque, a pesar de estar satisfecha por “haber cumplido con su deber”, “de ninguna manera” volverá a presentarse a las próximas elecciones -Díaz B., Segismundo, “Por los pueblos. La corporación municipal de Artenara está regida por una alcalde”, Hoy (Las Palmas), 5 de abril de 1936, p. 24-.

Los recelos manifiestos

Las inconveniencias que la política representa a las mujeres se encuentran referidas en la prensa en varias ocasiones; es una forma de manifestar el choque y el rechazo a esta incipiente participación. En otros casos la aversión es explícita, como se puede ver los siguientes ejemplos:

¿Otra alcaldesa más? ¿Pero es que de esta vez se han propuesto volver locas a las mujeres?... Ya tenían bastante con el trabajo que su moderno entretenimiento ofrece. Ahora, alcaldesas. ¡Casi nada! -“Santiago del Teide y su Alcaldesa”, Hoy (Santa Cruz de Tenerife), 10 de febrero de 1933, p. 8-.

¿Alcaldesas nada más? No hace aún mucho tiempo, lo dije yo: como los hombres nos descuidemos, las mujeres van a vestir nuestra ropa. Hoy estamos comprobando la veracidad de mis palabras. El mundo está al revés, ya le hemos visto las costuras. -Gaceta de Tenerife, 10 de febrero de 1933, p. 1-. En otras ocasiones, menos habituales -sólo se ha encontrado un ejemplo-, los medios de comunicación celebran, oportunamente, la llegada de las primeras alcaldesas:

¡Albricias, amigos!... Ya tenemos alcaldesas en la provincia. ¿De pueblos pequeños? Cierto. Pero por algo se empieza. ¿Quién será osado a tacharnos ahora de atrasados y retardatarios? -Zoilo, “Motivos Intrascendentes. Fémina alcaldesa, fenómeno y signo de estos tiempos”, Hoy (Santa Cruz de Tenerife), 14 de febrero de 1933, p. 1-.

Eran otros tiempos y una realidad política diferente, o no tan diferente: Juana González González, primera representante municipal de Granadilla de Abona, cumplía con su obligación de informar al Gobernador civil de la muerte accidental de un vecino que trató de bajar de un automóvil en marcha -“Suceso en Granadilla. Un hombre se mata al arrojarse de su automóvil”, Gaceta de Tenerife, 10 de febrero de 1933, p. 10-. La misma alcaldesa y la de El Sauzal visitaban al presidente del Cabildo Insular, la primera, en busca de recursos “para ejecutar el proyecto de abastecimiento” y solicitar “una subvención para los caminos vecinales que están en estudio en aquel término municipal” y, la segunda, para pedir la construcción de un camino vecinal que comunique con “la carretera general de la Isla” y la instalación en el pago de Ravelo de “un locutorio telefónico y una subvención para el osario del cementerio del pueblo” -“Cabildo Insular. Visitas de alcaldesas”, Hoy (Santa Cruz de Tenerife), 7 de febrero de 1933, p. 8-. Lo mismo hacía la de Santiago del Teide, para solicitar “la ejecución de un camino vecinal del pueblo de Tamaimo a la playa del Valle de Santiago y la ayuda económica para llevar a cabo una red de tubería desde la general que abastece de agua al valle hasta el pueblo de Arguayo” -“Cabildo Insular. Visita de una alcaldesa”, Hoy (Santa Cruz de Tenerife), 9 de febrero de 1933, p. 3-.

Maestras en los ayuntamientos

En las declaraciones se aprecia una preocupación coincidente por los temas sociales y educativos, y no es de extrañar, pues en las comisiones gestoras de los ayuntamientos había muchas maestras, parte de la escasa representación funcionarial de la época. La Ley de 20 de diciembre de 1932 había ordenado el cese de todos los concejales elegidos por el artículo 29 de la Ley Electoral Maura (1907) y por la Ley de 30 de diciembre de 1932 se crearon las Comisiones Gestoras Municipales, que gobernaron los ayuntamientos cesados hasta las elecciones locales del 23 de abril de 1933

-En estas elecciones, a pesar de que el derecho electoral femenino fue reconocido en la Constitución de 1931, no pudieron votar las mujeres porque los censos mixtos no habían sido completados; el debut se produjo en las generales de noviembre de 1933-. Dicha Comisión estaba formada “por tres gestores, que serán: un funcionario, un contribuyente y un obrero”, con los únicos requisitos de saber leer y escribir, no tener más de treinta años ni menos de la edad electoral (23 años) y no haber ejercido cargos en la época de la dictadura (de Primo de Rivera). El puesto de “funcionario” representaba al Estado y podía recaer en el personal de ambos sexos que hubiera en la localidad, resultando elegida, en el caso de que hubiera más de una persona, la de menor edad. Entonces el funcionariado era escaso y se restringía casi a Correos, la Sanidad y el magisterio, y las maestras tuvieron su espacio en las Comisiones.

En Canarias, en los primeros quince años del siglo XX sólo el 6 por ciento de la población que estudiaba Bachillerato eran mujeres. Esta cifra se duplicó en los siguientes cinco años y, empujada por el impulso educativo de la Segunda República, alcanzó el 36 por ciento en 1940. La formación orientada al desempeño de una profesión se restringía prácticamente a sanitarias y maestras; “ambas actividades vienen a constituir la prolongación, al escenario exterior, de un tipo de trabajo que realizaba la mujer en el hogar”. En el caso de las maestras, los criterios de admisión en la Escuela Normal requerían haber cumplido 17 años de edad y no pasar de los 25; acreditar una buena conducta moral y religiosa con la certificación del párroco y de la autoridad civil; no padecer enfermedades contagiosas ni tener defectos físicos que la imposibilitaran para el magisterio y expusieran al ridículo; y probar, mediante examen, que estaban instruidas en las materias del programa de la enseñanza elemental de las niñas; además, las jóvenes, al acudir a este examen, debían presentar una camisa de caballero cosida a la española como prueba de aptitud en las labores propias de su sexo -Hernández, Bárbara, Mujeres (1850-1940), Colección Cronos, Ediciones Idea, Santa Cruz de Tenerife, 1995, pp. 46-47-.

La fundación de numerosas escuelas primarias y profesionales destinadas a la educación de las mujeres en esta etapa supuso la necesidad de la formación de un magisterio femenino capacitado pedagógicamente, “espoleando aún más su irrupción en la esfera laboral y su acceso a las redes de conocimiento moderno. Tales circunstancias ejemplificaron la ruptura efectiva y tangible de la reclusión de la mujer en el ámbito del hogar y su progresivo afianzamiento en parcelas hasta entonces ocupadas por el hombre” -Heredero Gascueña, Victorio, Razón, progreso y disciplina. El concepto de educación durante la Segunda República en Canarias, Thesaurus Educación, Ediciones Idea, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria, 2008, p. 197-198. La llegada de las mujeres al magisterio, vinculada a la instrucción de las niñas, a partir del siglo XIX, y la optimización de la educación femenina y la tarea de las maestras durante la Segunda República española también se aborda en González Pérez, Teresa, La Voz del Olvido. Maestras de ayer, Anroart Ediciones e Instituto Canario de la Mujer, Las Palmas de Gran Canaria, 2007-. Esta incursión no tuvo tiempo de extenderse a muchos campos ni de afianzarse. El acercamiento a la política sólo fue menor y secundario.

El fin de la Segunda República y el inicio de la dictadura franquista pronto frustró durante más de cuatro décadas la presencia de mujeres en la primera línea de la gestión política. Llegada la democracia, sin embargo, lejos de lo esperado, la posición de las mujeres en la presidencia de los ayuntamientos no sólo queda por debajo de los niveles alcanzados durante la etapa republicana, sino que llega a reducirse aún más a partir del segundo proceso electoral, no logrando remontar la cifra inicial hasta los comicios locales de 2003.

La primera etapa democrática

Las primeras elecciones de la actual etapa democrática, en 1979, situaron a tres mujeres en las alcaldías de Canarias: María Nieves Martín Rodríguez-Níver (Tijarafe), Hermas Concepción Méndez (Villa de Mazo) y Amparo Torres Pérez (Betancuria). Cuatro años más tarde (1983) se mantuvo sólo una, Mª Nieves Martín Rodríguez-Níver (Tijarafe), que volvió a repetir, también en solitario, en la siguiente legislatura (1987). En 1991 se renovó y amplió en una la representación, con la elección de Encarnación Domínguez Afonso (Tejeda) y Mª Luz Goya Pérez (La Victoria de Acentejo). Idéntica cifra de alcaldesas repitió en 1995, aunque sólo renovó una, la tejedense, acompañada en esa ocasión por Rita Díaz Hernández (Tuineje); un año después, se les unió Vicenta Díaz Sáez (Güímar), tras una moción de censura municipal. En las elecciones de 1999 se dobló el número inicial de primeras ediles municipales, uniéndose a Encarnación Domínguez Afonso (Tejeda), Ana Mª Oramas González-Moro (San Cristóbal de La Laguna), Mª Elena Luis Domínguez (La Guancha) y Mª Isabel Déniz de León (Arrecife).

En 2003 se eleva el número de alcaldesas hasta siete: repiten la de Tejeda, La Laguna, La Guancha y Arrecife; retorna a la presidencia del Ayuntamiento de Güímar Vicenta Díaz Sáez; y debutan Josefa Luzardo Romano (Las Palmas de Gran Canaria) y Claudina Morales Rodríguez (La Oliva). Un pacto de reparto del poder, una moción de censura y una renuncia, respectivamente, motivan la llegada de tres nuevas alcaldesas antes del final de esa legislatura, dos en 2005, Guacimara Medina Pérez (Artenara) y Mª Concepción Narváez Vega (San Bartolomé de Tirajana), y una en 2006, Mª Dolores Padilla Felipe (El Paso).

NOTA: Este artículo es parte de Las alcaldesas de Canarias. 1933-2007: nombres, datos de evolución y claves de la resistencia a la democracia paritaria en el máximo nivel de representación municipal, Boletín Millares Carló, núm. 29, Centro Asociado UNED, Las Palmas de Gran Canaria, 2010.

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