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Volcán de La Palma

El Callejón de la Gata sufre por el volcán

La nueva fractura del volcán de La Palma pone en peligro viviendas que se daban casi por salvadas - La Laguna vive momentos de nervios y tensión

Samuel Rodríguez, junto a los enseres que recogió ayer de su casa en Los Llanos. | | LP / DLP

Los vecinos de El Callejón de la Gata, en el municipio de Los Llanos de Aridane, ven impotentes cómo la lava del volcán de La Palma, que desde hacía más de diez días estaba prácticamente parada, camina sin piedad hacia sus viviendas. La fractura abierta de madrugada en el norte del volcán ha generado nuevos miedos en residentes que pensaban que su hogar se había salvado. Y lo peor es que las fracturas continúan. Este sábado por la tarde se produjo otra fractura en el flanco norte y las emanaciones de lava volvieron a fluir en abundancia.

“Ya me despedí de mi casa”. Efigenia acaba de llegar a La Laguna después de visitar, probablemente por última vez, su hogar en El Callejón de la Gata. Lo hizo con la compañía de los bomberos del Consorcio de Gran Canaria. Esta hostelera vio cómo la lava, que hasta hace más de diez días estaba prácticamente parada a diez metros de su barrio, se reactivaba con la colada que surgió durante la madrugada del sábado por el derrumbe parcial del volcán.

La madrugada del sábado fue de las más duras que se recuerda desde que hace ya tres semanas comenzó la erupción en Cumbre Vieja. Los propios vecinos fueron testigos de cómo un torrente de lava incandescente avanzaba hacia sus viviendas sin poder poner ningún tipo de remedio para evitar que las engulleran. La velocidad con la que caminaba y, sobre todo, al lugar hacia al que se dirigía hacia presagiar muy malos augurios.

Ya por la mañana, en La Laguna, se vuelven a repetir las imágenes de impotencia, rabia, dolor y ansiedad que hacía días que no se vivían en La Palma después de que el volcán diera un respiro a los vecinos que, esperanzados, veían cómo sus casas se mantenían en pie. Samuel Rodríguez Almeida es uno de los afectados que sale de la zona de exclusión con los últimos enseres en de su Toyota Hilux: más de una decena de trofeos de ciclismo, radiocontrol y simulación; fotografías, diferentes aparatos electrónicos y menaje. “La carretera de casa era un caos, todos los vecinos quitando cosas a la carrera”, explica. Reconoce que en esos momentos de tensión se ven en ocasiones bloqueados por los nervios. “No sabes ni qué coger, hay veces que te quedas parado. Por ejemplo, estábamos quitando una televisión y no sabíamos qué llave utilizar”, apunta.

Rodríguez aún mantiene su casa de Camino Cumplido en pie. Su trabajo, en cambio, está completamente paralizado. “Estoy con las manos atadas”, dice. Tiene ocho fanegadas (unas cinco hectáreas) de plataneras a las que no ha podido acceder durante las últimas tres semanas. “Una ya está bajo la lava”, señala. Otro terreno está en la zona de La Bombilla. “Tendría que dar la vuelta a la Isla y además allí ya no hay agua”.

La desgracia es completa para este llanense, de 38 años, que ahora vive en Puntagorda junto a su mujer y sus dos hijas, de 8 y 1 años. “La pequeña no se entera de nada y la mayor está nerviosilla”, cuenta, mientras por el cruce continúan pasando camiones repletos de enseres y en, en algunos casos, animales ante la posible llegada de la lava.

Al lugar también se acercan casi al unísono los alcaldes de Los Llanos de Aridane y El Paso, María Noelia García, con los ojos vidriosos y casi sin poder articular palabra; y Sergio Rodríguez, respectivamente. El regidor pasense reconoce a media mañana que “preocupa” la dirección que ha tomado la colada norte, que a esas horas ya había sepultado una nave industrial en el polígono de El Callejón de la Gata por el que el magma solidificada camina sin oposición. Pero añade que no están previstas más evacuaciones. “Se tendría que desplazar demasiado al norte”, apostilla Rodríguez. Todo esto ocurre antes de que durante la tarde se produzca un nuevo colapso en el lado norte del volcán, que agravaba la situación en torno al barrio de La Laguna.

De toda esta situación, el párroco de la zona, Alberto Hernández, es testigo secundario. Está aportando en la sombra ayuda emocional a todos los afectados, a los que apoya en cualquier cosa que le piden. No deja de seguir dando las misas e incluso participa en el bautizo de un nuevo vecino de esta zona de La Palma que ha quedado tocada. “Nada será lo mismo”, señala un joven. El golpe emocional que se están llevando sus feligreses está siendo muy duro y sabe que tiene que estar junto a ellos en estos momentos tan difíciles.

Las imágenes que se vivieron en la jornada de este sábado recordaban todas al principio de la erupción cuando se procedió a desalojar más de 6.000 personas. La gran diferencia es que ya han pasado 21 días de destrucción que han minado de manera considerable la moral de los palmeros, quienes ven cómo la naturaleza no se apiada de ellos. «Es una bofetada tras otra», recalca este joven, refiriéndose a los continuos cambios del proceso eruptivo que hacen que los edificios que parecían salvados, de un momento a otro vuelven a estar amenazados. Y, como todos recalcan, lo peor es que aún no hay viso alguno de que el volcán se vaya a apagar.

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