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Salud

El fin de las mascarillas: El destape cara a cara

Los ciudadanos aceptan con cierta precaución el levantamiento de mascarillas en interiores

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El fin de las mascarillas: El destape cara a cara Andrés Cruz

Norai Daswani, a sus 85 años, no sólo deletrea con agilidad su apellido para evitar errores, sino que sonríe abiertamente adelantándose a lo que considera una situación que le apetece mucho, «para mí no ha sido muy duro porque era lo que nos mandaban y había que cumplir pero reconozco que me han dado una alegría muy grande con que mañana (hoy para el lector) ya nos podemos quitar la mascarilla en casi todos sitios».

Conocedor de que hay excepciones todavía y que hay que ponerse las mascarillas en hospitales o en los transportes públicos, este jubilado de 85 años se muestra contentísimo «porque, gracias a Dios, no me duele nada, siempre he ido por el buen camino y ahora tengo esta salud que no me ha quitado la Covid-19».

Laura Marrero y su hija de meses pasean tranquilas; «tengo claro que en los espacios abiertos no me pongo la mascarilla pero en los interiores tengo que reconocer que tengo más aprensión», explica sonriente. Asi que creo», continúa, «que me lo tomaré con tranquilidad y esperaré para ir haciéndolo poco a poco».

Para esta educadora social, «es un poco pronto para tomar estas medidas tan radicales». En su opinión, «creo que sigue siendo una elección propia, cada uno debe valorar sus circunstancias y seguir sus criterios. Sinceramente, no creo que todo el mundo se vaya a volver loco y a dejar fuera de sus vidas la mascarilla de un día para otro. Será una decisión que se base en lo que vaya a pasar en los próximos meses», explica.

Eduardo Naranjo, maestro de niños pequeños, cree que «ha llegado el momento de dar paso a la normalidad, nadie dice que sea de golpe y sin ninguna precaución pero es verdad que todos estamos hartos y muy cansados».

Sensatez

también alude a la sensatez para poder avanzar en el camino de la normalidad  ««porque no se trata de entrar en lugares con aglomeraciones sin tomar ningún tio de precaución sino de ir paso a paso, respetando a todo el mundo y tratando de no tener que volver a los agobios que hemos pasado en estos dos últimos años».

Isabel Sainz de la Maza, jubilada, paseando con sus dos mejores amigos de cuatro patas se muestra llena de dudas.

A la pregunta de cómo valora que ya podamos estar en casi todos los lugares sin mascarilla, como antes, responde directamente que «no lo sé, la verdad, tengo que reconocer que en estos tiempos de mascarillas no me he puesto mala ni una vez, no he cogido la gripe y seguro que eso se lo debo a la mascarilla» y, por esta razón, «estoy casi convencida de que en el exterior me la terminaré quitando pero no lo haré todavía en interiores, me la voy a seguir poniendo».

Isabel, sanitaria en sus tiempos de trabajo, tiene que admitir que «me da bastante asco que me rodeen personas enfermas o que , directamente, me echen las babas encima. No lo puedo evitar, así que esta protección la considero muy importante para preservar la salud», explica.

En el entorno de las calles de la zona Puerto de Las Palmas de Gran Canaria se palpaba un ambiente de precaución entre la mayoría de paseantes, trabajadores y visitantes, haciendo turismo y compras.

Casi todos con mascarillas, los más jóvenes parecían mucho más dispuestos que los más seniors a mostrar sus rostros al completo. 

No se detectaba euforia por parte de nadie, estos dos años han dejado un pozo importante de desconfianza ante una pandemia que ha subido y bajado en muertes, ingresados en hospitales y, después de la vacunación, en contagios, muchos de ellos asintomáticos que parece que abren el horizonte de la vuelta a la normalidad.

 La medida de hoy abre el paso a esa mejora en todo el país.

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