España, junto con Portugal, aplica desde este mes una "excepción ibérica" negociada con Bruselas para rebajar la factura de la luz, una intervención que hace un año parecía imposible y que ahora va camino de inspirar una reforma del marco regulatorio en el conjunto de la Unión Europea.

"Más que con envidia, que puede ser que algunos nos miren con envidia, nos miran con mucho respeto y con mucho afecto", dice en una entrevista con Efe la vicepresidenta española y ministra para la Transición Ecológica, Teresa de Ribera, que participa estos días en sendos consejos de ministros europeos de Energía y Medioambiente.

Ese "respeto" que detecta en la mirada de sus homólogos comunitarios responde a que "entienden que no era una situación fácil, que ha habido una oposición muy fuerte, porque la inercia es una fuerza de la física muy potente", resume.

Limitar el impacto del gas en el mercado eléctrico para que la carestía de ese hidrocarburo no contagie "artificialmente" al precio del megavatio-hora ha encontrado fundamentalmente dos muros: las empresas energéticas en España y la maquinaria política en Bruselas, con la oposición inicial de la Comisión Europea y de Alemania.

"No puede ser que el diseño regulatorio se convierta en la gran trampa para los consumidores europeos", dice Ribera para justificar la batalla que ha librado, y que sigue librando, en ambos planos.

"Los reflejos -de las empresas eléctricas- a la hora de reaccionar en los momentos de crisis como este eran mejorables", agrega la vicepresidenta, quien señala que con la descarbonización se tiende hacia una mayor electrificación de la economía y, por tanto, a "un incremento del volumen de negocio del sector eléctrico".

"Las empresas energéticas españolas tienen un retorno de beneficios muy superior al del resto de empresas europeas", dice Ribera, que se apoya en que, según datos de Eurostat de 2018, sólo en Polonia y Estonia las eléctricas ganan más por volumen de energía vendido que en España, país donde ha notado una "falta de visión a la hora de mantener los beneficios a un nivel razonable para poder mantener el respaldo social".

El segundo obstáculo, el político, también ha caído. Bruselas aseguraba hace unos meses que el mercado eléctrico funcionaba a la perfección, pero la invasión rusa sobre Ucrania ha hecho cambiar la percepción en la Comisión Europea.

"El gas es el más caro y define todo el precio. Este sistema de mercado ya no funciona. Tenemos que reformarlo", ha dicho este mismo mes la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen.

España querría que la Comisión plantee dos escenarios, uno en el corto plazo de forma que los Veintisiete puedan aplicar una excepción similar a la del mercado ibérico para ganar tiempo y, mientras tanto, diseñar un nuevo marco regulatorio acorde a un sistema de generación moderno, con más renovables y menos gas.

Planes de contingencia

Además, el Ejecutivo comunitario trabaja en coordinar los planes de contingencia de cada país para ofrecer una respuesta conjunta en caso de que Moscú, que ya ha aplicado cortes totales o parciales en doce Estados miembros, ordene una ruptura total del suministro de gas a la UE.

"El horizonte tiene que incluir los escenarios más duros", dice Ribera, que además de planes de contención pide "una mayor ambición, sobre todo en las campañas de ahorro y eficiencia" y celebra "la sorprendente noticia" de que los presidentes "de las tres grandes energéticas francesas (Engie, EDF y TotalEnergies) han sacado un comunicado público de que hay que ahorrar desde ya".

España se vería poco afectada, por su escasa exposición al gas ruso y porque es el país de la UE con más terminales para absorber gas natural licuado (GNL).

"Pero nos podemos encontrar con que tenemos que dar una respuesta solidaria a otros Estados miembros de la UE", explica.

Preguntada si no es injusto que ahora esa solidaridad del sur con el norte de Europa se dé por hecho cuando hace una década lo que escaseaba era el dinero en el sur y el norte sólo fue solidario a cambio de planes de austeridad con condiciones y vigilancia, Ribera deja escapar una sonrisa.

"Siempre es importante mantener una actitud positiva y de lecciones aprendidas. Hace diez años Europa lo hizo muy mal. Donde había un problema se creó un 'problemón' que nos ha tenido lastrados durante demasiado tiempo desde el punto de vista social, económico y de la construcción del proyecto europeo. Ahora tenemos un desafío enorme y afortunadamente se está mirando con otros ojos", señala.

Aboga por sacar conclusiones, "no tanto para castigar, sino para resolver y aprender a no cometer los mismos errores y acertar en el diagnóstico y las respuestas" en esta crisis energética.

"Del mismo modo que para Europa tuvo un coste muy elevado que los ciudadanos de Grecia o del sur de Europa lo pasaran muy mal, fatal, creo que en estos momentos a nadie le interesa que los ciudadanos de Alemania o de otros países lo pasen mal. No nos interesa a nadie", resume.