Meses de espera y escasos recursos: los déficits que silencian el suicidio

Expertos demandan más psicólogos clínicos especializados en salud mental y una mayor sensibilización de la población para abordar desde distintos ámbitos la mayor causa de muerte no natural en España

Iván Alejandro Hernández

Iván Alejandro Hernández

“No hay más que un problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio”. Es la frase que da inicio al Mito de Sísifo de Albert Camús. El periodista, escritor y premio Nobel francés-argelino desgrana en su libro una extensa reflexión para juzgar si la vida vale la pena o no vivirla a través del absurdo, escenificado en el antiguo rey griego condenado por los dioses a empujar una gigantesca roca por una montaña empinada sin descanso. En sus páginas llega a la conclusión de que el suicidio no es una alternativa válida. Pero no todos pueden llegar a la misma tesis. Hoy, Día Mundial contra la Prevención del Suicidio, el asunto con el que empieza esa obra publicada en 1942, en España es la primera causa de muerte no natural, sobre todo entre la población joven, pero sigue sin contar con actuaciones prioritarias y transversales por parte de las administraciones públicas, como demandan los expertos.

En 2022, en España se registraron 4.079 casos, de los cuales, 223 tuvieron lugar en las Islas

Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en España se registaron 4.079 suicidios el año pasado, de los que 223 tuvieron lugar en Canarias: 173 son hombres y 50 mujeres. El Teléfono de la Esperanza añade que en 2022 atendió un total de 5.394 personas por distintas problemáticas, de las cuales relacionaron 564 llamadas con conductas suicidas; de esta última cifra, 28 fueron atenciones con actos suicidas en curso.

Desde 2018, la ONG Teléfono de la Esperanza demanda un plan estatal de prevención

"El suicidio nos muestra una verdad incómoda: es ese sufrimiento o esa muerte que nadie quiere atender", dice Felipe Lagarejo, coordinador de la comisión de suicidios del Colegio Oficial de Psicólogos de Santa Cruz de Tenerife. Aunque reconoce que se se habla más de este asunto desde la pandemia, critica que tanto desde el ámbito estatal como regional la atención a esta realidad aún se haga de forma insuficiente a través de enfoques incompletos, con escasos recursos y déficits de atención.

Las primeras 72 horas "son fundamentales"

Para Lagarejo las políticas anunciadas se ven reflejadas en hechos que den una respuesta adecuada a las necesidades que existen. "Cuando una persona con tendencia o conducta suicida acude a un centro médico, se activa un código rojo y eso pasa a salud mental que tiene la obligación de atender en 72 horas, pero es que no tienen personal suficiente (...) Sanidad establece una cita para dentro de tres o seis meses para un psiquiatra. Y la atención dura 15 minutos, se recentan pastillas y vuelven a citar al paciente dentro de mes y medio otra persona diferente. ¿Qué clase de tratamiento es ese?", lamenta.

Las actuaciones formativas en centros escolares son fundamentales en este ámbito

En este sentido, Lagarejo aclara que las primeras 72 horas de atención en los casos de intentos de suicidio “son fundamentales”. Además, uno de los principales problemas que identifica es que el enfoque que se le da a esta realidad es erróneo porque está basado en la medicina y en la psiquiatría. En su lugar, aboga por psicólogos clínicos especializados en salud mental y psicopedagogía, porque lo necesita la persona en ese momento es "poder hablar y sentirse entendida y quizá así puede ver que su problema tiene solución", apunta, "porque el sucidio muchas veces deriva de no entender lo que nos pasa".

Por ello, defiende que al suicidio no hay que tratarlo exclusivamente desde el ámbito sanitario: hay que darle un "un enfoque más social, porque es multicausal". Lagarejo insiste que "tiene que ver con todos los estamentos sociales" y la prevención se debe trabajar desde los colegios, tanto con los alumnos como con los docentes. Como ejemplo, expone un proyecto realizado en colaboración con el Ayuntamiento de La Laguna para un total de 800 menores de entre 14 y 16 años de diferentes centros. Los resultados mostraron que más de un 50% había tenido alguna idea suicidida y un 20% incluso lo había intentado. "Hicimos labores de sensibilización, es decir, explicar que este problema existe, también formar a los profesores en atención psicológica y ofreciendo a las familias de ese 20% una terapia gratuita. Fue un éxito" detalla. 

Un estrategia transversal

Para que Canarias pueda mejorar en las labores de prevención del suicidio, Lagarejo cree que primero es necesario crear una mesa redonda con profesionales de distintos ámbitos, desde psicólogos y psiquiatras a docentes, trabajadores o educadores sociales y hasta policías, con la finalidad de crear un plan o una estrategia transversal. Y que en la parte institucional, de forma similar a como ha ocurrido con la igualdad y la lucha contra la violencia machista, crear un departamento exclusivo con buenos profesionales de la salud pública al frente. "No es tan complicado, es necesario voluntad política", señala.

El psicólogo Felipe Lagarejo critica el enfoque basado en psiquiatría para atender esta realidad

José Cabrera,  director técnico en Canarias de la ONG Teléfono de la Esperanza, coincide en que la prevención contra el suicidio es una tarea de toda la sociedad en su conjunto. A su juicio, la conmemoración del Día Mundial contribuye a poner en primer plano una problemática "de primer orden que no le damos la relevancia que tiene" y en la que aún "queda mucho por hacer". Desde 2018, el colectivo reivindica un plan estatal de prevención del suicidio que pueda articular todas las medidas autonómicas y transversales en diferentes áreas. 

Y lo primero que se debe articular es un trabajo para "desmontar muchos mitos y tabúes" en torno al suicidio que siguen, según Cabrera, enquistados en la sociedad. "La persona que tiene este problema está en una situación de angustia y ambivalencia entre su deseo de vivir y su deseo de dejar de sufrir, más de que quitarse la vida. No es una llamada de atención ni una tontería, sino es fruto de una situación de sufrimiento intenso que sufre una persona. Y si podemos ayudarle a llevar mejor su sufrimiento y darle alternativas, puede conectar mejor con la vida. Más que convencer a nadie de que la vida vale la pena o que no es para tanto, lo que realmente ayuda es sentir que hay alguien que le entienda y a partir de ahí se pueden abrir las puertas".