Educación

La semilla de un vínculo

La etapa de Infantil está plagada de retos para alumnado y familias, pero también de emociones y vivencias que no se olvidan nunca

El equipo de profesores de la sección de Infantil se prepara para recibir a una nueva promoción.

El equipo de profesores de la sección de Infantil se prepara para recibir a una nueva promoción. / LP/DLP

Santi Álvarez

En 2024 miles de canarios terminarán sus estudios de Secundaria; en paralelo, otros miles comenzarán su camino en la etapa de Infantil en una suerte de ciclo de la vida educativo. Muchísimas son las familias que se plantean qué colegio elegir para sus hijos y decidir qué factor es el más importante es complicado. Todos quieren un “buen colegio”, pero ¿qué definición encaja ahí? Ana Elena Samper, directora de la Sección de Infantil del Colegio Claret, aclara que las familias evidentemente persiguen la buena fama académica, pero actualmente muchos ofrecen un nivel similar de formación.

“Ahí te das cuenta -dice- de que buscan algo más: que el colegio acompañe y esté abierto a la familia siempre, que tengan facilidad para saber qué hacen sus hijos día a día”. Samper está convencida de que acciones sencillas como abrir las puertas de las aulas en momentos señalados como Carnavales o el Día de Canarias, o actividades como el Cuentacuentos, en el que “alguien de la familia va al aula a leer un cuento a la clase de su hijo, generan una implicación y una complicidad que marca la diferencia”. Además, su centro cuenta con herramientas digitales que permiten ver qué ha pasado en cada jornada. Eso, más allá de la pura información, es clave en su opinión porque “facilita las conversaciones y estrecha los lazos familiares” al final del día más allá de las respuestas breves tras el consabido ‘¿qué tal tu día?’.

Los valores cristianos son también, afirma, uno de los pilares de la oferta del colegio Claret. Muchos padres y madres buscan la inclusión de valores como la solidaridad, la generosidad, la empatía o el compromiso, enfocados desde el Evangelio. No obstante, Ana Elena Samper se ha encontrado a familias a las que todavía sorprende el carácter religioso del Centro: “siempre les digo que para elegir hay que conocer, y una vez que los más pequeños conocen quiénes fueron Jesús, la Virgen María o el Padrito Claret son más libres para decidir”. La identidad religiosa, recalca, “no se oculta a nadie. Lo primero que se ve al entrar en la sección de Infantil es la imagen del Corazón de María, y siempre estará ahí para darnos fuerzas al empezar el día”. Otro debate habitual en estas situaciones es el de las nuevas tecnologías.

El sector educativo parece estar cada vez más concienciado de la necesidad de una autorregulación, y en el Colegio Claret tienen algunas consignas claras: “los niños tienen un exceso de estímulos digitales, pese a que se recomienda que antes de los 3 años, por cuestiones neurológicas, no estén expuestos a pantallas. No podemos negar que son herramientas útiles en, quizá, otras etapas de su formación, pero en Infantil creemos que con 20 minutos al día es suficiente. Con ellas trabajamos, por ejemplo, la paciencia al compartir un dispositivo con un compañero. Como claustro, es una cosa en la que queremos acompañar al alumno, pero controlando mucho su buen uso y, muy importante, manteniendo una unidad de criterio con las familias”. De nada sirve, explica, que el Centro sea “restrictivo y cauteloso si luego se le deja el móvil o la tablet toda la tarde” en lugar de que realice otro tipo de actividades o juegos. Unido a esto, la disciplina es otra de las preguntas más recurrentes de los progenitores.

«La frustración nos autorregula y nos enseña a gestionar nuestros problemas»

“En un colegio tiene que haber normas, pero argumentadas, no aleatorias. A largo plazo, la existencia de normas de conducta y convivencia se agradece”, y es algo cada vez más buscado. “No podemos ser educadores ‘apisonadora’, allanándoles el camino a los niños continuamente. Tienen que tropezar con las piedras del camino y equivocarse solos. Es bueno sentir frustración, es algo inherente a la vida. Nos autorregula y nos enseña a gestionar los problemas. Es un proceso difícil, y nuestra tarea como docentes es acompañar a la familia en todo ese proceso de aprendizaje”.

“Las familias buscan mucho más que la buena fama académica en un colegio”

El proceso que comienza en Infantil es duro pero gratificante. Samper no puede evitar emocionarse cuando cuenta que a menudo alumnos de 2º de Bachillerato piden a sus maestras de Infantil que sean ellas quienes les entreguen su orla: “es muy especial ver cómo después de 14 años aún perdura ese lazo de afecto y cariño. Llegan aquí muy pequeños, nos convertimos en sus personas de referencia, quienes les hacen sentirse tranquilos y felices” y el reconocimiento llega más de una década después, cuando el ciclo se cierra, se confirma el sentido de pertenencia a la comunidad educativa claretiana y brota el fruto de aquella semilla que se plantó entrando con 3 años al colegio ante la cariñosa mirada del Corazón de María.