Un tinerfeño entra en el 'top' 10 del MIR tras acabar la residencia: "Durante la pandemia tuvimos más responsabilidad de la que nos tocaba"

Diego García consolida su puesto como uno de los mejores residentes de España tras presentarse por segunda vez en seis años al examen del MIR

Diego García en el Parque García Sanabria.

Diego García en el Parque García Sanabria. / Andrés Gutiérrez

Verónica Pavés

Verónica Pavés

Los años de pandemia y la sobrecarga laboral no frustraron el sueño de Diego García de convertirse en médico, pero sí le hicieron replantearse su futuro con respecto a la especialidad que había elegido en primer lugar. Seis años después vuelve a afrontar con emoción un nuevo periodo de residencia que en esta ocasión hará en dermatología con vistas a poder conciliar trabajo y familia. 

Diego García se ha enfrentado dos veces a la hoja papel del examen para optar a una plaza de formación sanitaria especializada (FSE). Lo hizo por primera vez en 2018, consiguiendo con su empeño y su dedicación al estudio ascender hasta el puesto 13 del MIR de España. Seis años después, y ya con 30 años cumplidos, son estas mismas características, unida a la experiencia acumulada, las que le han permitido repetir una proeza para muchos inalcanzable: situarse entre los mejores aspirantes a médicos del país.  

García tuvo claro su vocación desde muy pequeño. Con varios familiares dedicados a las ciencias de la salud, creció en un entorno donde las charlas sobre fármacos, curas y patologías estaban a la orden del día. Con apenas 15 años, García ya había decidido que su futuro estaría ligado a la medicina. Tras estudiar en la Universidad de La Laguna (ULL) se encontró frente a frente en 2018 con el temido examen del MIR con un objetivo muy claro: hacer la residencia en medicina interna. Y sin esperarlo si quiera, rozó el top 10 de España, quedando en un puesto 13. 

Gracias a una muy buena nota de corte, García pudo decidir sin ningún problema dónde se formaría durante los siguientes años. Con esa puntuación pudo haber optado a una plaza en un hospital de Madrid, Barcelona o de cualquier otra gran ciudad de la Península, pero decidió quedarse en Canarias. En concreto, en el servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario Nuestra señora de Candelaria.  Sin embargo, mientras cursaba el último año de residencia –de un total de cuatro–, la realidad se impuso. 

"No me vi trabajando como internista"

"No me vi trabajando como internista", sentencia. García reconoce que la especialidad "es muy bonita" y que su vocación pudo más que la presión a la hora de configurar sus decisiones con respecto a la residencia. Pero la sobrecarga laboral y la falta de conciliación familiar se llegaron a hacer insoportables para el médico. 

"Medicina interna es una especialidad con una gran carga asistencia y emocional; no conseguía desconectar y me llevaba los pacientes de la planta a casa", asegura. Pero si hay algo que le acabó convenciendo de que aquel no era su camino fue algo mucho menos intangible, pero más importante aún si cabe: "no era todo lo feliz que quería ser". 

Durante los siguientes cuatro años vivió de todo, incluida una pandemia mundial y los combates encarnizados contra un virus potencialmente mortal.

"Fue una residencia muy dura", rememora. Y es que los internistas fueron los profesionales que se situaron en primera línea de fuego durante la encarnizada lucha contra el coronavirus.

Con las camas abarrotadas de pacientes covid y una presión asistencial insoportable, su tiempo de formación se diluyó en la vorágine del trabajo. "Estuvimos expuestos a mucha más responsabilidad de la que nos tocaba de acuerdo a nuestros años de formación", insiste. 

Un giro de guión

Seis años después ha decidido retomar el estudio y volver a enfrentarse a esa temida hoja de papel, con el objetivo de dar a su vida un giro de guión: dedicarse a la dermatología. "Creo que tiene mejores condiciones laborales, sobre todo en lo que se refiere a la posibilidad de conciliar la vida familiar con la laboral", resalta.  Para algunos una decisión inesperada, pero no tanto para quienes conocen la fortaleza y el espíritu de mejora que caracteriza al joven tinerfeño. De esta manera, García ha permanecido los últimos 17 meses retomando los contenidos teóricos que en 2018 pensó que no volvería a ver. 

"Estuve en un curso de un año desde septiembre de 2022 hasta junio de 2023 y luego me metí en el intensivo hasta el día del examen (en enero)", explica García. El tinerfeño admite que los primeros meses fueron los más duros, ya que tenía que conciliar el último año de residencia con la vuelta a los libros de texto, lo que le obligó a dejar el estudio en un segundo plano. "Aproveché lo que pude pero no seguía las pautas de la academia a rajatabla porque no tenía tiempo", admite. 

Tampoco fue fácil retomar el estudio. "En el primer MIR estaba muy acostumbrado a estudiar y se me hizo más sencillo", resalta. Sin embargo, en esta ocasión decidió estudiar online desde casa para así evitar una estancia de varios meses en Oviedo para asistir a las clases preparatorias que allí se imparten. "El hecho de estudiar en casa me hizo mucho más cómoda la preparación", argumenta. 

Tras enfrentarse de nuevo al examen, Diego García no solo ha vuelto a encontrarse entre los mejores MIR de España, si no que ha mejorado incluso su marca personal. El internista y futuro dermatólogo, ha quedado en el séptimo puesto del MIR a nivel nacional, lo que no solo es una muestra de su empeño y dedicación por la profesión, si no que también le abre las puertas a elegir, sin apuros, la especialidad y el hospital que quiera. 

El joven volverá al hospital que lo ha visto crecer, pero esta vez se codeará con nuevos compañeros en el servicio de Dermatología. "Mi objetivo es aprender lo que pueda y ser buen profesional", resalta. Entre risas espera que esta especialidad sea la "definitiva" pues ya advierte que en sus planes de futuro no entra "volver a presentarme al MIR".