Francisco Sánchez, fundador del IAC: "Para poner en valor el cielo de Canarias había que tener visión y narices"

El impulsor de la astrofísica en España y fundador del Instituto de Astrofísica de Canarias se encuentra –como él mismo asume– en el «otoño» de su vida, pero su pasión por la ciencia y su compromiso con las Islas no han cambiado

El IAC reconoce a su fundador en un acto conmemorativo que se celebrará este martes en La Palma

Francisco Sánchez posa en la sala principal de su casa en La Laguna.

Francisco Sánchez posa en la sala principal de su casa en La Laguna. / Carsten W. Lauritsen

Verónica Pavés

Verónica Pavés

En un despacho con extensas librerías cargadas de libros de ciencia atesorados durante 87 años de vida y con paredes revestidas de premios, reconocimientos, condecoraciones y algún póster que alude a la inmensidad del cosmos se encuentra Francisco Sánchez. Quien consagrara su vida al avance de la ciencia canaria y erigiera desde los cimientos el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), se encuentra sentado frente a la cómoda mesa del que es uno de sus primeros despachos en casa (admite que con tres hijos siempre fue difícil tener un espacio propio). Su mirada se pierde en el ventanal que da a «una de las mejores vistas de La Laguna». Hacia el macizo de Anaga. El científico ha adaptado su realidad al paso del tiempo y su propio envejecimiento, pero conserva la mente y el vigor del muchacho que se instaló en Izaña hace ya más de 63 años. 

A menudo ha establecido el eclipse solar de 1959 como un antes y un después para la astrofísica en Canarias, ¿por qué lo dice?

Con ese eclipse solar vinieron científicos de todo el mundo a verlo y se dieron cuenta de que Canarias era un sitio muy bueno para observar este tipo de fenómenos. Fue entonces cuando instaron a España a hacer algo para aprovechar este recurso. ¿Y qué hizo España? El Consejo Superior de Estudios Científicos y la Universidad Autónoma de Madrid trataron de ponerse las pilas. Finalmente, pusieron a la Universidad de La Laguna al frente y crearon sobre papel el Observatorio del Teide. En ese momento el rector de la ULL me buscó a mí, que estaba estudiando óptica. Menos mal que fue La Laguna quien lo lideró porque mi batalla gorda era que no se lo tragara Madrid y luego la chafaran. No tenían visión. Pues bueno, luego me mandaron aquí, y no sé cómo aguanté. Menos aún cómo aguantó mi mujer, que estábamos recién casados. 

¿Se sintió engañado cuando llegó a Tenerife?

Para nada. Soy aventurero y me atraía mucho la idea. Cuando empecé a hacer medidas comprobé que el cielo de Canarias era comparable con los mejores sitios del mundo. En ese momento me salió también la posibilidad de trabajar en Estados Unidos, como investigador. Pero decidí quedarme. En ese momento el Observatorio dependía del rectorado de la ULL, que ostentaba Antonio González. Nos pagaban cuatro perras a mí y a mi mujer y, ¿sabes cómo nos pagaban?

¿Cómo?

Como material de oficina no inventariable (risas). Es que es muy divertido. Fui al despacho de Antonio González a hablar con él. Recuerdo que mi mujer se quedó en el coche. Le dije que o me pagaban el doble o no podía vivir. Y me dijeron que sí, que me pagaban el doble. Yo quería quedarme aquí y me quedé sabiendo que iba a ser puente para que pasaran los demás. Fíjate que he retomado mi investigación ahora al jubilarme, que he hecho un artículo de investigación, publicado muy bueno.

"Mi única salvación ahora es agarrarme a la ciencia, a pensar y a reflexionar"

¿Continúa investigando? 

No puedo estar aquí amarrado todo el día. Tardo una hora y veinte en andar un kilómetro. Yo que he sido montañero toda mi vida. Ahora mi única salvación es agarrarme a la ciencia y a escribir, que me gusta mucho. Así que me agarro a pensar, escribir y reflexionar porque a mi edad ya, que soy superviviente. Esta fibrosis pulmonar idiopática ha cambiado mi vida. Ahora más del 50% de mi vida es cuidarme y tomar pastillas. Es aburridísimo.

¿Cómo recuerda esos primeros años viviendo en Izaña con su mujer y formando una familia en las alturas?

La primera noche la pasamos en un barracón. Recuerdo que fue una noche terrible, parecía que todo oscilaba, la niebla lo cubría todo y teníamos la sensación de que las ratas pasaban por debajo. Además, la gente era muy negativa. Muchos no aguantaron y se fueron. 

¿Cómo fue entonces ese primer contacto con Canarias?

Pues muy dura, pero yo era muy joven y entusiasta. Trabajaba de noche para medir la transparencia de las estrellas y, como ya habían nacido algunos de mis hijos allí en Izaña, pues me puse una camita debajo del telescopio para descansar un poco y llegar a la hora de comer a casa. Después ya por la tarde me ponía a trabajar. El primer año yo escribí un artículo demostrando que había unas condiciones meteorológicas excepcionales. Todavía no se podían hacer relación con la transparencia atmosférica y sus implicaciones para la astrofísica, que era la clave, pero desde ese instante empezaron a salir cosas.

¿Le tomaban en serio al principio?

¿¡Qué me van a tomar en serio!? Antes de que yo llegara, al Teide había venido una expedición alemana que hizo una prospección para buscar un sitio para poner sus telescopios mejores de los que tenían. Ya al principio del siglo, los investigadores vieron que los sitios donde se habían estado instalando hasta el momento no eran los mejores y que los nuevos telescopios requerían mejores lugares. Estuvieron una semana y hubo calima. Dictaron que era «imposible por polvo». Cuando yo con mi mal inglés trataba de defender el Observatorio me lo chafaban aludiendo a dicho estudio. Ni caso. Pero yo estaba convencido. Cuando creo en una cosa, no me hundo. Los noes, incluso, me estimulan.

¿Y cómo logró que le hicieran caso? 

En la época de Franco no se invertía ni un euro en esto, así que vi que la única manera era conseguir que alguien extranjero avalara el Observatorio. Poco a poco logré convencer a los ingleses para que hicieran una prueba. Y se convencieron. Desde el principio entendí que la extraordinaria calidad astronómica de las cumbres de Canarias era un recurso natural de la naturaleza pública, y que había que poner la explotación, pero de la naturaleza pública. ¿Por qué sabes que querían hacer los ingleses? Los ingleses estaban acostumbrados al colonialismo y venían a hacer su enclave y usar a los canarios como gente de limpieza o, como sumo, a algún ingeniero. Después de tratar de convencerme y no conseguirlo, los ingleses lo aceptaron y conseguí algo que nadie había conseguido hasta el momento: que el 20%, a nivel de gastos, fuera para España y un 5% de cooperación. ¡Un 25%! Lo normal era por aquella época un 5% o un 10%. Después me he dado cuenta de que ellos, con desprecio, pensaban que los españoles no íbamos a poder usar el tiempo de telescopio. Pero fíjate que diez años después nosotros ya estábamos publicando un 30% más que ellos con sus telescopios. Más listos no somos, pero más tontos tampoco y es cuestión de poner a muy buena gente en buenos sitios, y al final, desde hace años quien dirige estos telescopios es un español. Fíjate que cambio.

La Palma puede tener un pequeño Silicon Valley y debe aprovecharlo

Aquí nadie veía por aquel entonces la importancia de la ciencia. 

Nada, nada, y yo no sé si se lo han hecho todavía. En el alegato que voy a hacer en La Palma voy a decirlo claro: hay que dejar de hacer memeces. Allí pueden tener una fuente extraordinaria, un pequeño Silicon Valley y deben aprovecharlo. No pueden jugar a hacer el idiota, como hicieron con el telescopio americano. 

¿Cree que Canarias ha perdido la oportunidad de albergar el TMT?

No, no. No digo eso. Está en un veremos. Pero ahora ya han perdido dinero y pueden arrepentirse. Como gane Trump, verás tú. Todo por la burocracia que ha retrasado la llegada de licencias.

Cuando empezó a investigar, hacerlo era algo fuera de lo común en España.

En astrofísica desde luego. Solo había astronomía clásica. La astronomía estaba en la Facultad de Matemáticas. Era calcular cuándo habría eclipse, hacer cálculos matemáticos de las órbitas del siglo pasado. La astrofísica no había aparecido en España. Soy el primero

¿Por qué cree que no hubo ese interés antes?

Habría habido, pero no se les veía. Hay que tener narices más que interés. A mí me gustaba ser astrofísico, y podría haberme ido fuera a estudiar y quedarme allí. Pero quedarte aquí para poner en valor el cielo de Canarias, hay que tener visión y narices.

Siempre le ha gustado mucho la investigación, pero la vida, como dice, le ha llevado por la gestión, ¿se siente satisfecho?

Vi que había que sacar esto adelante. Canarias lo necesitaba. Me costó tiempo, en convencer a los ingleses 9 años, y a formar gente otro tanto. Porque las personas son la clave. Esto no lo hacen las personas. Así cada vez más gente se fue empapando de la idea de que había que poner los cielos de Canarias en el mundo, y que sacarlo adelante valdría la pena. Hoy vemos como la gente sigue tirando de ese carro. 

¿Ha ostentado algún cargo que no quisiera? 

Rector en funciones. Fue en la época revuelta de la transición. La universidad explotó, se apoderaron los estudiantes y el rector huyó a Madrid. Dejó esto desamparado. Entonces, la junta de gobierno que era muy pequeña. Yo no quería ser rector porque lo que quería era sacar el instituto de astrofísica, sacarlo adelante. Estaba cuajando, no estaba cuajando todavía. Como rector en funciones tuve que apaciguar la situación y lo conseguí. El problema luego fue que el señor ministro me reunió en Madrid y me insistió en que había que nombrar un nuevo rector y que fuera yo. Yo le dije que eso tenía que ser a través de elecciones, pero ninguna universidad lo hacía así por aquel entonces. Me amenazó y me dijo que me olvidara del Instituto Astrofísico, que lo iba a destruir. Yo le dije que hiciera lo que quisiera y yo haría lo propio. 

¿Cree que la situación precaria de la ciencia ha cambiado? 

Hombre, siempre falta, pero no es comparable. Además, depende muchísimo de quién y dónde. Hay esos centros de excelencia, en las que está el Instituto, que hacen control. Y creo que no es comparable. Lo que pasa es que ahora quieren pan para todos. Y no puede ser, hay centros buenos y cátedras buenos y otros muy malos. La ciencia es selectiva y tiene que serlo. Por eso empezó el problema aquí. Cuando yo iba sacando dinero y consiguiendo que creara la Facultad de Física que no existía, que la quería en las palmas y le conseguí que fuera aquí. Entonces claro, los catedráticos todos revolucionados con este jovenzuelo que se lleva todos los dineros. Pero eran extras, nunca un dinero quitado de los demás. Pero ahí la empezaron a liar.

¿Cómo le hace sentir ver que, después de todo este tiempo, el IAC sigue marcando hitos tan importantes en la ciencia como llevar un satélite al espacio? 

Pues una de mis batallas desde el principio era tratar de hacer entender que el cielo de Canarias como un recurso neutral muy escaso de naturaleza pública y que habría que poner en explotación. Lo que ha pasado es que ha salido bien la explotación. 

¿Y cómo se siente que le vayan a hacer ese reconocimiento en La Palma? 

Agradecido, aunque estoy algo cansado de los agradecimientos.

 ¿Cuál es su deseo para la astrofísica? 

Pues lo que se va a pasar. Va a florecer más y durante muchas más generaciones. Va a traer cola.

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