"Había nadado casi 500 metros con un salvavidas, pero cuando estaba a diez metros de él, una ola me hundió y me estampó con el fondo; salí a la superficie sin aire y con un golpe en la espalda. Y con lágrimas ya pensaba que no podía, y que tenía que volverme, porque era yo quien me iba a ahogar. Pero, en ese momento le vi su mirada de desesperación. Entonces le grité que si aguantaba a flote un minuto llegaría hasta él. Cogí aire y fuerzas otra vez, y ya pude llegar hasta donde estaba, y lo coloqué en el flotador y me empecé a sacarlo". El policía nacional fuera de servicio y vecino de la zona, Laureano Santana, reconocía ayer con numerosas púas y distintas magulladuras en el cuerpo las dificultades que tuvo que superar durante tres cuartos de hora para sacar a tierra a un hombre de 74 años de origen ruso, que estuvo a punto de ahogarse en la playa del Puertillo, en Arucas. El gesto heroico fue correspondido con el aplauso de las decenas personas que seguían con detenimiento desde la avenida y los alrededores el salvamento.

El suceso se originó sobre las 11.30 horas de la mañana, en un día propicio para pasar un día caluroso de playa. Pero, también, se había levantado un gran oleaje, muy propio de esta zona de la costa Norte de Gran Canaria, que ha dejado un reguero de víctimas en el mar. Según el concejal de Playas, Benito Falcón, el hombre de nacionalidad rusa estaba en la zona de arena practicando yoga, cuando fue arrastrado por una ola.

La corriente comenzó a llevarlo mar adentro, sin que el septuagenario lograra evitarlo.

Olas de cinco metros

La complicada situación del mar retraía a los presentes a lanzarse al agua en su búsqueda.

La respuesta llegó de la mano de un agente de la autoridad y deportista de 34 años, que estaba llegando en ese momento al Puertillo después de jugar un partido de tenis en Guía. "Vi a mucha gente en la playa, y cuando miré vi a lo lejos algo flotando, que parecía en principio una boya, hasta que me di cuenta de que era una cabeza". Laureano Santana esperó unos segundos a ver si alguien se había lanzado, y como no vio a nadie, se aventuró en su auxilio.

Corrió cerca de 400 metros hasta la playa para recoger el salvavidas, que tenía en ese momento un hombre en la mano, pensando en la posibilidad de lanzarlo. En el camino se fue desprendiendo de los objetos, antes de echarse al mar.

El nado resultó muy complicado, ya que las olas lo echaban para atrás. Y el flotador tampoco ayudaba. Según el vecino de la zona Juan Jesús Macías, las olas podrían alcanzar entre los cuatro y cinco metros, a diferencia de los días anteriores. Ni siquiera en la zona había surferos, que pudiesen colaborar como en otras ocasiones, y el servicio municipal había dejado de estar operativo tras el verano. Y tampoco hizo acto de presencia el helicóptero de emergencias, que podía haber facilitado la labor.

El momento más complicado de la travesía de Laureano Santana le esperaba cuando apenas se encontraba a diez metros de hombre. Una ola se le echó encima y lo hundió, hasta impactar con el fondo. Allí sufrió un golpe en la espalda. Y, encima, sufrió mucho para volver a recuperar la superficie, hasta dejarle ya casi sin aliento.

Estando ya arriba, le entraron los temores. "No puedo", asegura que llegó a pensar, mientras se le escapaba alguna lágrima. Estaba exhausto, y el temor a ahogarse comenzó a rondar por su cabeza. Su pensamiento en ese momento era regresar.

Pero, en ese momento la mirada de ambos se cruzaron. "Vi su cara de desesperación". El deportista decidió seguir adelante, recuperando también los metros que le había lanzado hacia atrás las últimas olas.

"Si aguantas un minuto, yo llego", le gritó, intentando también animarle mientras él trataba de coger resuello y fuerzas después de nadar casi medio kilómetro desde tierra contra la corriente y arrastrando el salvavidas.

Cuando llegó hasta el hombre le indicó que se agarrara a la cuerda, porque en algunos momentos estuvo a punto de ser arrastrado de nuevo. "Las olas me lo arrancaban".

Agarrado al crucifijo

"El hombre chapurreaba un poco español", según el rescatador, que también se dirigió a él en inglés.

De esta forma fueron acercándose hasta tierra firme. Pero cuando estaban ya en la zona de rocas de Los Charcones, el hombre se desvaneció. En ese momento salieron en su ayuda los profesionales de los servicios de que se habían acercado hasta el lugar.

Ambos sufrieron cortes y golpes por las piedras al salir. Y el policía también se clavó las molestas púas de erizo, que le hicieron acudir al centro de salud por la tarde.

El gesto fue correspondido por los muchos bañistas y curiosos que se agolparon en la avenida y en los alrededores, según recuerda Juan Jesús Macías, que corrobora que la acción merecía esa respuesta, porque muy pocos de los presentes auguraban un final feliz. Sobre todo, cada vez que una ola hacía que el ruso desapareciera del horizonte. Esto solo se explica, según el vecino de El Puertillo, porque debió evitar luchar contra las olas y se dejó arrastrar para evitar quedarse sin fuerzas hasta que llegó su salvador.

"Ahora que lo pienso, creo que fue muy arriesgado, pero soy deportista y pensé que iba a ser más fácil", reconoce ahora el policía.

Una vez en tierra, el ruso, que parece ser que vive cerca del lugar, explotó a llorar, ya que durante 45 minutos había tenido que luchar para salir con vida del mar. En esos momentos solo tenía palabras de agradecimiento hacia su rescatador, mientras se agarraba el crucifijo que llevaba colgado y se tocaba el pecho.