Una historia pendiente de un final

Matilde y Manoli, sin rastro ni rostro de las hermanas de Zalamea

Se cumple un mes del virulento incendio que destruyó la casa familiar donde vivían las dos mujeres

Un cuerpo sin identificar, una orden de busca y captura y miles de teorías en el pueblo sobre lo sucedido

Matilde y Manoli, sin rastro ni rostro de las hermanas de Zalamea.

Matilde y Manoli, sin rastro ni rostro de las hermanas de Zalamea. / Marian Rosado Gallardo

Marian Rosado Gallardo

"¿Quién te dice que no haya cogido una de ellas y se haya echado a correr?", pone cara de incredulidad y con una media sonrisa triste continúa: "Ni un diente han sacado, ni un diente", dice marcando el número uno con el dedo y negando con la cabeza. Es Nemesio García, nonagenario, el pariente más directo de las hermanas desaparecidas desde hace un mes en Zalamea de la Serena. Tío de Matilde y Manoli García Pozo, es hermano del padre de las dos hermanas y, por ello, la persona a la que se le habría hecho la prueba de ADN para cotejar con el cuerpo encontrado en la vivienda donde vivían ambas, sin que haya trascendido aún la identidad de ese cadáver y sin que se hayan encontrado restos del otro. "Yo, no sé nada más", cuenta Nemesio, quien afirma que no ha visto a sus sobrinas "desde hace ocho o nueve años". Esto a pesar de que su casa está a menos de 500 metros de la incendiada en la calle Amparo, a una distancia de apenas cinco minutos a pie: "Yo estuve operado y no vinieron a verme. Mi hermano también llamó a la chica porque lo mandaban al hospital, para que lo acompañara con todos los gastos pagados, y tampoco quiso", rememora, a la vez que se niega a hacerse una fotografía para este periódico. Tampoco guarda ninguna imagen para mostrar de sus dos sobrinas. 

Este periódico recorre Zalamea y localiza también a otra familiar, Nela, una prima por parte de madre: "Fotos suyas no tenemos. Si fueron a alguna boda o así yo no me acuerdo, pero a la mía no vinieron. Lo que en aquella casa había fotografías de mi abuela y otros recuerdos que se han perdido", lamenta mientras señala en dirección a la vivienda siniestrada. Ni ella ni el resto de la familia van a pronunciarse sobre el caso: "Hay una investigación abierta y hasta que no digan algo nosotros no vamos a decir nada más", cierra. 

Tampoco se ha oficiado aún ningún funeral o misa, ni se ha llegado a declarar el día de luto anunciado el mismo 13 de diciembre: "Lo teníamos ya redactado para sacarlo pero, día de luto ¿por quién? ¿Por una, por la otra? ¿A qué nombre? En la puerta de la casa hubo unas velas y unas flores durante unos días... Todos esperamos que este tema se resuelva pronto", expresa José Antonio Murillo, el alcalde de la localidad.

No se declaró día de luto ni se ha oficiado funeral o misa, a la espera de resolución

Una localidad impregnada por la rumorología de puerta a puerta, por la que el paso del tiempo y el silencio de los investigadores no hacen sino incrementar todo tipo de hipótesis. Los corrillos de vecinos son un "no sé… pero…" constante. La sorpresa, la consternación y la curiosidad se palpan en el ambiente de este pueblo de unos 3.600 habitantes. Algunos reconocen también cierto temor y algo de mal fario: "Hay gente que prefiere no pasar por aquí. Hasta yo, si tengo que bajar la basura por la noche, me da cosa, se me pone la piel de gallina", cuenta Meli, una vecina de la calle Amparo, al ver cómo un hombre se baja del acerado y se aleja de la fachada para volver a la acera una vez ha pasado la vivienda siniestrada.

Desde el lado de esa calle, donde estaba la entrada principal, se puede divisar el techo derruido de la vivienda, situada en el número 23, de la que solo quedan unos pocos pilares en pie y la fachada, tapiada, con la puerta de entrada y las ventanas chapadas por el propio Ayuntamiento, cuya prioridad ha sido asegurar que lo que queda del edificio no se derruyera hacia la calle y provocara un accidente. De acuerdo a los datos del Catastro, este inmueble suma 308 metros cuadrados de superficie construida. Está situado en el centro del pueblo. De hecho, desde el edificio del consistorio local se ve a unos pocos metros una pared lateral ennegrecida por la humareda.

Una casa grande de pueblo cuya puerta falsa da a la calle Lulipa. Es en ese lado donde las hermanas hacían la vida y desde donde se puede divisar hasta la cocina, a pesar de que esta fachada también está tapiada y chapada. "Este verano se les habían caído dos trozos de tejado del lado de la puerta principal", cuenta Ángel, dueño de la charcutería La Cuca Centeno, que está pared con pared con la vivienda de las dos hermanas: "Ahí lo que tenían era un palomar. Muchas cosas. Cuando se les cayó lo del techo, un par de veces Mati, la pequeña, vino a una vecina para que no las denunciáramos, que lo iban a solucionar", recuerda.

Las hermanas vivían en el lado de la calle Lulipa por temor al estado de la casa en la calle Amparo, dicen los vecinos. Un hogar en el que, narran, no tenían electricidad, ni agua corriente, ni teléfono. "Ni siquiera una bombona de butano he visto yo entrar en esa casa", afirma el charcutero. De agua, suponen en el pueblo, se surtían con el pozo que tenían en el patio, donde también se buscaron restos con la ayuda de perros policía: "Uno de los que trajeron había encontrado a Diana Quer", afirma rotunda una vecina. Las hermanas Matilde y Manoli tenían un modo de vida y, de acuerdo a sus vecinos, un aspecto, que correspondía a otra época.  

La casa no tenía ni electricidad, ni agua, ni teléfono, según los vecinos

Las Seleritas

Habían heredado el apodo familiar de las Seleritas. Manoli es la hermana mayor (53 años). Los vecinos la describen como corpulenta, con el pelo corto y siempre vestida de negro. Al parecer, las dos hermanas se pusieron de luto cuando falleció la madre hace más de cinco años. Pero Mati (51 años), "siempre con trenza", ya no lo guardaba. Sí que ambas vestían «"con ropas muy antiguas", según el retrato que pinta la gente del pueblo. "Tú las veías y no parecía que tuvieran 50 años, sino más de 70", reconoce el alcalde.

El regidor local es de la misma generación que las hermanas y las recuerda de pequeñas en la escuela: "No eran unas niñas que estuvieran apartadas del resto. De hecho, una de ellas se fue a estudiar a Cáceres y, por su titulación, le ha tocado en varias elecciones ser presidenta de mesa electoral y aquí ha estado. Una persona correcta en todo momento. El último recuerdo que tengo de ellas es de justo hace un año, que siempre hacemos por estas fechas una matanza didáctica en el pueblo. Y estuvieron las dos, comieron, y se fueron".

"El último recuerdo que tengo de ellas es de hace justo un año, en la matanza didáctica del pueblo"

José Antonio Murillo

— Alcalde de Zalamea de la Serena

Esa es de las pocas veces que se las vio en una fiesta local, ya que no hacían ningún tipo de vida social. Así lo confirman las vecinas de la calle: "Siempre tenían la puerta de esa casa cerrada. Cuando hacían las labores era a deshora. Por ejemplo, barrer la puerta en verano a las 4 o las 5 de la tarde, con toda la calor. Si te la cruzabas, a la pequeña porque la mayor no salía, te daba los buenos días, las buenas tardes, y poco más. Ya está", dice Teresa, cuyo hogar está a dos puertas del siniestrado. "La última vez que vi a la grande tenía la cara así como de más mayor, no la tenía nada cuidada. También tenía como algo en los ojos", describe achinando los suyos. "Es que tenía un problema en la vista", le dice otra vecina, Meli: "Mati sí que era la que salía un poco más, era la que a veces visitaba Don Benito o Villanueva, pero vamos, muy de vez en cuando, y también la que iba a la compra. Y cuando te la encontrabas pues te preguntaba cosas, que qué tal. O sea que se veía que algo se quería relacionar, que intentaba socializar, pero al final, por alguna razón, no", cuenta.  

En el supermercado donde hacía las compras, la cajera afirma a este periódico que leche, galletas María y pan de molde formaban la cesta habitual de Mati, nada más. Al parecer, todo apunta a que la dieta de las hermanas estaba basada en latas de conserva: "Sacaron muchísimas, una torre. Claro, sin luz, si no cocinaban, de eso se alimentarían", coinciden los testigos del incendio. Además de "chismes" y "trastos" de todo tipo, los vecinos afirman que de los escombros salieron muchas revistas y apuntes. Leer era una de las actividades a las que, dicen, dedicaban tiempo las hermanas y, sobre todo, escuchaban mucho la radio. "Se oía desde fuera", aseguran.

Todas las voces consultadas por este periódico apuntan a una figura que tuvo especial peso en la vida de las dos: la de su madre. Si bien el padre, que trabajaba en el campo, murió hace décadas, del fallecimiento de la madre hace menos tiempo, y muchos vecinos recuerdan cómo aquella mujer salía por las noches con un carro de la compra para rebuscar entre los contenedores. Acumulaba muebles, trastos, chismes. "No era un síndrome de Diógenes como tal, porque basura en sí no tenían, pero sí muchos cacharros, no sé, por ejemplo, muchísimas ollas, no te puedes imaginar la cantidad que salieron de ahí. Eso era algo que tenía la madre y quizás ellas heredaron", dicen señalando a la casa.

El incendio

Ollas, papeles, latas, carricoches, pañales… La pila de objetos calcinados era tal que formaron una suerte de muralla cuando los sacaron de la casa en esos cuatro días de diciembre: "Estaban todos aquí y de un lado al otro, por la altura que formaban, no se veía", cuenta Juan Luis, otro vecino.

El día del suceso se las buscó no sólo en el autobús que sale por las mañanas hacia Don Benito, sino también en una casa de campo que tienen en un terreno. Pero no había rastro de ellas. "Como no se las encontró ni en el bus, ni en el campo, y apareció un cuerpo esa misma tarde, lo que se esperaba es que antes o después se recuperara el otro, pero no. Según los bomberos, si una de ellas estaba en la cama, con dos colchones, y el fuego viene por abajo, eso hace un efecto parrilla que puede hacer que se calcine casi totalmente", explica Murillo. Los efectos sacados de la vivienda estuvieron en dependencias municipales para que la policía científica los analizara en busca de restos e investigara. Concluida esta labor, fueron llevados a un centro de reciclaje.

Y es la falta de ese otro cuerpo y la no confirmación de la identidad del cadáver calcinado lo que hace un runrún común entre los ilipenses. Todos coinciden en que «lo lógico» es que, desgraciadamente, las dos hermanas fallecieran en el incendio por su virulencia: «Un bombero nos dijo que ellos venían al incendio de una casa y lo que se encontraron fue un incendio de una nave industrial, por el material que había y lo fuerte que era», señala Meli. "Sobre las 9 yo volvía para casa, que había estado en el consultorio médico, y no había nada. Al rato de hacer la cama, que qué se tarda, cinco o seis minutos, salí al patio y vi como una neblina. Digo, ‘qué raro’. Y al momento escucho a una vecina en la calle que estaba saliendo humo de la casa de las Seleritas", describe Teresa. "Es que se formó una nube que se veía desde Quintana" –de la Serena, a 12 kilómetros de Zalamea--, añade de nuevo Meli. 

A la pregunta sobre de qué vivían ambas hermanas, tanto ellas como otros vecinos subrayan que por el modo de vida que tenían no eran "muy gastosas". Según han comentado algunas voces a este periódico, además de la casa, tienen algunos terrenos y no hace mucho murió una tía de la que podrían haber recibido alguna herencia. Además, la hermana mayor podría contar con algún tipo de pensión.

"Teorías sobre lo que puede haber pasado hay 50.000, porque la imaginación de cada uno puede llegar muy lejos", reconoce el alcalde. "Con lo que comenta la gente y lo que yo oigo aquí, se podrían hacer varias series de Netflix", confirma Ángel, el charcutero.

Teorías de todo tipo e historias dignas de "varias series de Netflix" corren por las calles del pueblo

En esta época de noticias falsas que se disparan por los medios digitales, cabe admitir que no hay mayor red de especulación que el boca--oreja de unos con otros, sin que medien tecnologías de por medio. Hay rumores muy repetidos en las calles de Zalamea. El primero, que las dos hermanas habrían realizado un viaje a Don Benito días antes del suceso a una gestoría para hacer unos trámites económicos. El segundo, que el cadáver no sería de ninguna de ellas sino de un hombre, del que se dice que podría ser desde un ladrón hasta alguien que mantuviera algún tipo de relación con ellas. Pero estos extremos, tal y como abre este párrafo, no tienen más fundamentos que las propias habladurías.

Lo que sí subrayan abiertamente y quieren agradecer los vecinos es el esfuerzo que hicieron los bomberos durante los cuatro días que estuvieron extinguiendo el fuego y buscando los restos de las hermanas, labor por la que se llegaron a jugar la vida. Reconocen también el trabajo del Ayuntamiento, que se ha hecho cargo de que lo que queda de la casa no se derrumbe y se sume otra desgracia.

Un mes después del incendio, Zalamea sigue preguntándose qué ha pasado, cuál fue la causa del fuego, qué pasa con el cadáver encontrado, cuándo se le podrá dar sepultura con su identidad confirmada y cómo se resolverá la no aparición de un segundo cuerpo. «Yo lo que me pregunto es que si las han puesto en búsqueda, ¿por qué no publican una fotografía de ellas? Por si alguien las viera, como hacen con otros desaparecidos o gente a la que se busca», reclama una vecina. Lo cierto es que ni siquiera en el colegio público local se guarda una imagen de cuando eran niñas. Las hermanas no han dejado, por el momento, ni rastro confirmado ni rostros con los que poder humanizarlas. Este periódico no ha podido encontrar ni un solo retrato de ellas en su localidad natal. 

Pero sí a unos 120 kilómetros de allí. Hay que buscarlo y tener buena vista. Está en la cafetería de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Extremadura, en Cáceres, entre las orlas de todas las promociones colocadas en sus paredes sin ningún orden aparente. En la promoción de Geografía e Historia de 1990-1995 se ve a la hermana pequeña en el centro junto a sus compañeros: María Matilde García Pozo. Una estudiante, según cuenta a este periódico un colega de sus años de universidad, retraída y sin apenas amigos pero que sacaba muy buenas notas. 

Una joven 30 años atrás con sueños y aspiraciones que nunca se esperaría que su nombre apareciera aquí décadas después en estas circunstancias. Una persona, al igual que su hermana y que cualquier otra, que merecería que su historia vital se aclare y que se pueda cerrar. En paz.

La cronología del caso 

13 de diciembre

Poco antes de las 9.30 horas una vecina da aviso de que está saliendo humo de la casa de las dos hermanas. Esa misma tarde los bomberos sacaron un cuerpo calcinado, del que se dio por hecho que era de una de ellas.

14 de diciembre

Continúa la búsqueda del otro cuerpo. Los bomberos apuntalan la vivienda para seguir con las labores de desescombro. En la vivienda se alcanzaron hasta 800º C de temperatura durante el fuego.

15 de diciembre

Tercera jornada de búsqueda. Los bomberos revisan más estancias y vuelven a buscar en otras ya rastreadas.

16 de diciembre

Después de «peinar toda la casa», los bomberos siguen sin encontrar más restos humanos y dan por concluida la búsqueda. Desde ese día la Policía Judicial asume la investigación.

21 de diciembre

El Juzgado Instructor de Castuera, encargado del caso, emite una orden de busca y captura sobre las dos hermanas para abrir otra vía de investigación.

Hoy

De momento, no ha trascendido la identidad del cuerpo recuperado en la vivienda, si habría más restos humanos o la causa del fuego.

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