¿Qué significa para usted ser pregonero de su propio barrio?
Estoy muy agradecido porque nunca esperé serlo. Años atrás me lo propusieron y no había querido hacerlo. A la actual presidenta de la Comisión de Fiestas y también mujer de mi sobrino, Rosario Cruz, le dije que no sabía leer muy bien. Ella me respondió que tenía memoria y conocía lo que había aquí porque durante 16 años organicé esta celebración y soy, desde 1977, presidente del Patronato de Fiestas de Nuestra Señora de La Viña.
¿Qué destacará en el pregón de este viernes?
Haré hincapié en mi aterrizaje en La Viña, cómo llegó la Virgen y lo que se hizo en aquellos años. Además, diré a mis vecinos que colaboren con las fiestas porque el barrio se lo merece por estar formado por gente humilde y seria. Esto ha cambiado mucho. Echo de menos a los que se fueron, pero es ley de vida. Se han muerto muchos, pero tan buenos eran los de antaño como los de hoy.
¿Aprecia diferencias entre las fiestas de antes y las de ahora?
Sí. Tenía un grupo de gente seria a mi alrededor que juntaban dinero. Yo era muy bueno para pedir y el Ayuntamiento, con independencia del partido, siempre me ayudó con fundamento. La última fiesta que organicé fue en 1998, la mejor que se ha hecho. Después ha sido poco más que sacar a la Virgen. Ya no se hacen fiestas como las de antes, que con poco dinero se hacía una grande. Si a este barrio lo saben comprender, se hace un gran festejo con casi 10 euros por persona.
Cree, por tanto, que han perdido fuerza.
El año pasado se suspendieron todos los actos por el fallecimiento de varios vecinos, pero no se debió hacer eso porque este año también han muerto personas. Hoy [ayer para el lector] se está velando a una cuñada mía, pero la fiesta hay que hacerla porque es para la Virgen de La Paloma. Ella es del barrio de La Viña y no de la Asociación de Vecinos ni del Patronato.
¿Recuerda con nostalgia esa época anterior?.
Sí. Antes de llegar La Paloma en 1983 desde San Juan de Dios venía la Virgen de Fátima. Se quedaba una semana aquí, se decían misas y se enramaban las puertas con palmeras. Ya con la nuestra los vecinos de El Calero me envidiaban porque hacíamos mejores fiestas. De hecho, una vez se estuvo buscando espacio para hacer un aparcamiento porque esto era como la fiesta de El Pino. Tengo una placa en la que se puede leer: "Al mejor presidente de Festejos de La Viña". Eso es todo un regocijo para mí.
¿Qué actividades eran más populares?
En 1998, año en el que se recolectó más dinero que nunca, se organizaron muchas actividades y cinco verbenas. Recuerdo que se trajo un conjunto del sur que tocó hasta las cuatro de la madrugada. Vino incluso la policía, pero al ver que estaba en el programa se fueron. Luego tenían mucho éxito las luchadas, las elecciones de las reinas y damas de honor o las escalas en hi-fi. Las ferias de ganado, por ejemplo, se hacía en una calle perpendicular a la plaza. Ahora está asfaltada, pero antes era toda de tierra. Se llegaban a juntar más de 30 reses además de caballos, burros y cabras. ¡Dinero no se les daba, pero un trofeo a todos sí! También estaban las carreras de niños y sacos, pero ya se ha perdido todo eso y es realmente una pena. No obstante, creo que ahora la gente nueva sabe organizar y es por eso que les ayudaré en todo lo que pueda.
El barrio habrá dado un vuelco importante en estos años.
La primera vez que pisé La Viña no había más que un par de chozas de piedra. Ahora, sin embargo, es un barrio de más de 600 vecinos.
¿Qué le pide a la Virgen de La Paloma?
Salud y suerte. Ya tengo 80 años y quiero llegar a los 100 para continuar ayudando a mis vecinos.
