Cuando entras a Café Lalola la diferencia se palpa en el ambiente. Incluso antes de entrar, ya una frase motivadora saluda a modo de carga de energías positivas. "Hay personas que sonríen con los ojos", gritaba sin voz, ayer, el cartel instalado en la entrada del local, un espacio de lo más acogedor que Silvia Santana ha creado, junto a sus padres Nacho Santana y Lola Suárez, con mimo y dulzura. Un rincón hecho a mano, a base de corazón y con repostería.
La joven, que cumple hoy 27 años, estudia arte a la vez que trabaja en otro negocio y cumple sus labores en el establecimiento familiar. Su pasión por los animales, su conciencia con el medioambiente y su capacidad creativa la llevaron a abrir, hace dos meses y medio, Lalola, espacio de mobiliario reutilizado o hecho por ellos mismos. Una casa antigua restaurada para acoger a vecinos del municipio o foráneos que quieran disfrutar de un ambiente muy personal y diferente.
Un ambiente de frases en las paredes, sillas y mesas desiguales, servilleteros con mensajes, perchas que hacen de revistero, sillones de palés o escurridores de pasta como lámparas. Cada semana flores diferentes, traídas por Lola Suárez, para vestir las mesas, baños cuidados al detalle y "la salita". Cuando se entra en "la salita" se salta a otro mundo.
El sillón amarillo, que recibe, invita a disfrutar de un buen libro de la estantería, coger uno de los juegos de mesa que se prestan o elegir una de las mantas ofrecidas. Un televisor antiguo pone el broche de oro a la habitación vintage coronada con el área dedicada a Lalola, una de las perritas de Santana, "que ya no está con nosotros", por quién se puso nombre al local.
Así, su amor hacia los animales se traduce en su alimentación. Santana es vegetariana "casi vegana, porque con los pocos locales con menús veganos no puedo serlo del todo". Por ello, han incluido en sus platos repostería sin huevo, hamburguesas de lentejas o coliflor, croquetas de zanahoria o espinacas y nachos con queso vegano. "Recetas caseras, con productos frescos del día y originalidad, porque en la variedad está el gusto", explica Suilvia Santana.
Parece que el lugar gusta. "Han venido de otros municipios y tenemos gran aceptación", añaden. Con idea de que en las noches de verano se convierta en un espacio para monólogos y conciertos, la familia apuesta, con gran cercanía y amplia sonrisa, por una experiencia distinta.
Con ganas de atraer visitantes a Telde, invitan a un "lugar tranquilo" ya fotografiado por la mayoría de clientes que pasan por sus mesas. Nacho Santana tiene razón, a su hija "se le va el alma en esto".
