El reloj de la iglesia de Lomo Magullo marcó las doce y las campanas anunciaron el comienzo de uno de los festejos más esperados. A continuación, un volador resonó en el pueblo y la Banda de Agaete recibió una señal para comenzar a contagiar alegría con su música, que dio por inaugurada la Fiesta de la Traída del Agua 2017. Entre tradición y modernidad, los asistentes mostraban sus tallas de barro hechas a mano o sus pistolas de plástico con el mismo fin: mojar a todo el que se pase por delante. Los primeros en darse el chapuzón en esta edición fueron Joaquín Serón y Jonay Herrera que, al ritmo de la canción del verano, cantaban entre ellos: "Despacito, échame el agua despacito, que verás como me seco rapidito".

Como si de una marea se tratara, la multitud comenzó el recorrido por el pueblo, donde los vecinos no tuvieron reparo a la hora de abrir los grifos y sacar las mangueras por las ventanas o desde las azoteas para mojar a todo el que pasara. Las caras de felicidad fueron una constante durante el trayecto, en el que mayores, jóvenes y niños convivieron con alegría. Entre ellos, Serón y Herrera, formando parte de un grupo de 20, entre amigos y familiares, y luciendo camisetas que anunciaban la celebración mientras cantaban su nueva canción y animaban al resto con este éxito inventado, ya para la historia de la fiesta.

Todo aquel recipiente que sea capaz de mojar vale para la Traída del Agua. No hacen falta tallas, ni armas de plástico o cubos, porque aunque "no hay nada" como estos últimos "de toda la vida", asegura la mayoría, el pequeño Yonel Jorge no dejó indiferentes con su artilugio improvisado. "Cogimos una botella de agua pequeña, la cerramos, le hicimos un agujero en la tapa y a mojar a todo el mundo", asegura el niño con mucha gracia mientras apuntaba y mojaba a todo el que pillaba. Junto a su padre Benito Jorge, su hermana Sindia y Dayanira Ramírez, una amiga de la familia, el pequeño afirmó que le encanta esta fiesta "a la que venimos todos los años", grita con emoción.

Como ellos, familias enteras olvidaron al resto del mundo para centrarse sólo en disfrutar de esta celebración que viene como anillo al dedo en esta época del año, en la que siempre se agradece un buen remojón. Ayer, el sol se portó como manda la tradición y no dejó de brillar en toda la mañana mientras una ligera brisa de aire fresco complementaba para dar como resultado un tiempo digno de agradecer.

Cada cuál lo vivió como quiso. Desde las azoteas, en las puertas de sus casas, en el recorrido con la Banda alrededor del barrio o formando una barrera junto a la acequia para evitar la entrada al pueblo con ropa seca. "Que viene, que viene", se escuchaba al otro lado de la cuesta dejando atrás el centro de salud y el colegio de Lomo Magullo. Pocos metros después, Adrián Ojeda y su equipo formado por Efrén García, Aitor Socorro, Yeray Martín, Ayose Díaz y Juan Ramón Cruz, haciéndose llamar Los Salaitos, esperaban amenazantes con los baldes llenos de agua y unas ganas incontrolables de mojar a todo el que intentara pasar sin estar empapado.

"¡Ahí viene más gente seca!", se avisaban unos a los otros para ir a por más provisiones a la acequia. Si el objetivo lograba evitar a uno, otros tres ya estaban preparados para vaciar sus recipientes y empapar a quién fuera de la cabeza a los pies. "Este es el sitio estratégico, porque el que piensa que ha despistado a la Banda y se salta el recorrido para no mojarse, se encuentra aquí con nosotros", explica con alegría Ojeda mientras puntualiza que "hoy no es un día para estar seco en Lomo Magullo".

El grupo cuenta que se reúnen cada año desde diferentes municipios de la Isla, "o incluso desde fuerteventura", apuntan, para acudir a esta fiesta que les "encanta". Desde luego, el disfrute se reflejaba en cada uno de sus rostros marcados por un curva ascendente que no dejó de crecer en toda la jornada.

Agua y más agua. Para dar la bienvenida, para despedir, contra los coches que pasaban, entre ellos cuando no habían objetivos o hacia otros que se sumaban a la cadena humana. Como Antonio, un vecino del pueblo que asegura que "el truco para que no se te escape es coger el despiste y hacer como Sergio Araujo", cuenta mientras simula tener un balón de fútbol entre los pies, hace un movimiento la mar de ágil y aprovecha para enchumbar a una joven que pasaba por su lado. "¿Lo ves?", presume orgulloso a la vez que corre de nuevo hacia la acequia para llenar el cubo.

Entonces, las caras de los presentes en la zona se iluminaron cuando, a pocos metros, se escuchó la música de la Banda de Agaete que estaba ya más cerca que lejos y traía a la multitud a su paso. Subiendo y bajando al ritmo de la famosa canción que anima cada fiesta, con los brazos hacia arriba pidiendo que los mojen con el habitual grito de "agua, agüita, que la gente está sequita", mostrando diversión en cada gesto y felicidad en cada paso.

En esta edición, además, la mayoría coincidió en que el disfrute aumentó al disminuir el número de asistentes este año, "porque no hay tanto agobio y es más cercano, como era al principio", afirma José Luis Bosa, nacido en el número uno de la calle Padre Collado del barrio, hace 65 años.

El sexagenario no dejó indiferentes vestido de típico canario y transportando durante todo el camino, apoyado en los hombros, un palo grueso de madera del que colgaban dos cuerdas que transportaban dos latas grandes en las que portaba el agua. "Esto se usaba antes y todos los años lo traigo, porque es tradición", relata Bosa mientras agrega que "empecé a usarlo cuando tenía 12 años, porque quería llevar cacharros grandes para hacerme el mayor".

"Antiguamente", continua el vecino, "iba cada noche a la acequia y podía hacer como mínimo unos diez viajes para coger el agua y traerla hasta los bidones de mi casa, hasta recuerdo picarme con una amiga, Candiquita que ya falleció, a ver quién iba y venía más veces, y ahora la gente se pica a ver quién moja más a quién", se ríe.

Por su parte, su amigo Carmelo González, "agregado en el pueblo desde hace 44 años", resalta con emoción y voz temblorosa, puntualiza que "íbamos, hombres y mujeres, por la noche o a primera hora de la mañana a buscar el agua para los hogares, porque era cuando más fresca estaba y cuando no había nadie lavando".

Son conscientes de que las cosas han cambiado, pero eso no les impide gozar, con los cinco sentidos, de esta celebración que les hace mover el esqueleto más que ninguna otra durante el año. Porque los vecinos de Lomo Magullo viven al máximo la fiesta por la Virgen de las Nieves y, como destaca el presidente del patronato de festejos, Armando Quintana, "aquí estamos siempre al pie del cañón". Tanto es así, que a pesar de tener una fractura, con escayola incluida, en los dedos del pie, "porque me caí preparando el escenario", determina, no se ha perdido una y allí estuvo durante todo el recorrido bailando con una bolsa de plástico atada al pie.

Y esto fue la Traída de esta edición. Amistad, diversión, convivencia, carcajadas, música, buen tiempo y mucha agua. Eran los que estaban y estaban los que eran, creando un ambiente de buen rollo incalculable y un recuerdo que se suma, desde ya, a los años de vida de esta fiesta que no deja seco a nadie.