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La azarosa vida de García Peruyera

Nacido en Oviedo en 1928, es el último superviviente en España de los 'Niños de la Guerra' y estuvo en dos campos nazis

José Manuel García Peruyera, ayer, en las cercanías de Mesa y López. QUIQUE CURBELO

Una vida azaroza, intensa y llena de peripecias es la que ha tenido José Manuel García Peruyera (Oviedo, 1928), un trotamundos a su pesar por la tragedia personal a la que se vio sometido desde corta edad, pero también un entusiasta de los viajes. Con 89 años, cumplidos el pasado mayo, su excelente memoria le convierte en uno de los últimos testigos de la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, cuya barbarie conoció desde los ocho a los 17 años.

Ahora, afincado en Las Palmas de Gran Canaria, este viajero primero por imposición y luego por pasión, quiere hacer su último atraque -fue jefe de cocina durante décadas en la marina mercante y también vendedor de buques- en Costa Rica. Allí se casó en segundas nupcias, tiene tres hijos y nietos y quiere pasar los días que le queden de vida en este país. Dos válvulas en el corazón le han impedido hasta el momento marcharse porque no puede subirse a un avión, pero en diciembre o en enero espera cumplir su deseo. "Tengo un amigo que es capitán de un barco y me ha comentado que puede llevarme en diciembre o en enero a Panamá. De allí a Costa Rica es una hora en coche, pero quiero pasar mis últimos años de vida allí, con mis hijos y mis nietos".

Estancias en campos de concentración, de trabajos como niño esclavo para los nazis, de dar tumbos cada tres meses de un país a otro para no sufrir la guerra fratricida en España, pero que derivó, paradojas de la vida, en meterse en la boca del lobo y convertirse en prisionero de los nazis. Todo esto y mucho más es lo que José Manuel García Peruyera contará el próximo jueves, 9 de noviembre, en la sala de conferencias de la biblioteca Saulo Torón, en Arnao. Un acto organizado por la asociación vecinal Los Llanos de San Gregorio con la colaboración de la concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Telde.

La cita con la Historia y los hechos dramáticos de 1936 a 1945 será a las 19.00 horas y allí el último superviviente español de Mauthausen contará en primera persona después de haberlo sufrido literalmente en plena piel. Así, en su brazo izquierdo figura los dígitos 15919, número de prisionero en ese campo de exterminio. Le falta la S de Spain que se borró con mucho dolor, por lo que no intentó quitarse el resto.

La conversación, fluida y amena de José Manuel García Peruyera llega hasta lo más profundo. Sin rencor, pero sí con muchos recuerdos y con una herida no cerrada por la muerte hace 81 años de toda su familia -su madre, sus dos abuelos maternos, dos tías y sus dos hermanos gemelos, de tan solo cinco años- por el bombardeo republicano en Oviedo el 10 de septiembre de 1936, que le costó la vida a 120 víctimas civiles después de arrojar la aviación 500 bombas en una sola jornada, 52 días des pués del inicio de la contienda. En la Casa del Chorín empezó su tragedia.

"Con solo ocho años me quedé sin nadie y en mi vida se basaron para realizar la película francesa Solo ante el mundo. Al morir mi familia, estuve deambulando por Oviedo, durmiendo en un teatro cabaret que eran propiedad de mis abuelos hasta que decidí marcharme a Gijón, a la casa de unos amigos de mi madre", recuerda García Peruyera, quien comenta como si fuera en la actualidad como miembros de la CNT, los comunistasy socialistas nos recogieron de la playa de Gijón para sacarnos de España y nos llevaron al puerto. Solo había estado cinco días en Gijón, donde llegué caminando".

Ahí empezó su primer periplo impuesto por la guerra. "Me embarcaron en el barco inglés Suhathon, junto a otros niños, entre ellos Dimas, Manuel y Santiago Cordero Marín, asturianos de la localidad de Ablaña, en Mieres". Ocho décadas después todavía afea a Santiago Cordero Marín que reniegue de su origen asturiano. "Es ni más ni menos que Jacques Chirac, que fue adoptado por una familia adinerada de París cuando tenía tres años, fue separado de sus dos hermanos, pero él nunca ha querido reconocer estos hechos", alega Peruyera, amigo de los dos hermanos mayores.

El barco inglés los llevó a Liverpool , pero las autoridades inglesas no les concedieron el permiso, y así comenzó un cambio de país cada tres meses. Primero en Francia, donde estuvo tres meses en el Palacio de Versalles y luego, un trimestre en cada uno, en Bélgica, Holanda, Bulgaria, Hungría y Rumanía. Regresó a Francia y en el litoral que hoy es mundialmente conocido como la Costa Azul, "medio millón de republicanos españoles, entre ellos 65.000 niños vivimos en esas playas, primero sin barracones y después con ellos cuando vinieron los adultos. Gracias a las mujeres pudimos vivir".

Un hombre les contaba cuentos en Colliure, se llamaba Antonio Machado, pero ellos no lo sabían. Otros tres, a quien García Peruyera define como "los tres Pablos caídos del cielo -Picasso, Neruda y Casals- les llevaban pan para que comieran y Casals, por sus contactos con la industria textil catalana, ropa. Años más tarde, cuando trabajaba en el restaurante, donde había empezado como mozo de limpieza y terminó como jefe de cocina, vio a Pablo Picasso, con el que mantuvo una gran amistad, "Le hacía parrilladas y cenas en su casa de San Rafael de Niza. Allí tenía una habitación para mí y me pagaba la avioneta desde París a Niza cuando me reclamaba".

Pero eso fue años después de acabada la guerra mundial. Antes, pasó por Dusseldorf, "donde me marcaron en el brazo como si fuera una bestia el número 15919S y trabajé como niño esclavo para Bayer y Krupp" y luego otros destinos como los campos de concentración de Buchhenwald y Mauthausen, aunque en este último estuvo pocos días.

Y es que a pocos kilómetros de Mauthausen se encontraba el Almacén de la Requisa, lugar donde los nazis guardaban todo lo que expoliaban a los judíos y otros prisioneros. La labor de Peruyera y de sus compañeros -unos 52 en total- consistía en reunir todo lo que los alemanes consideraban de valor. Algo tan tétrico como enviar a estos niños a limpiar los excrementos de los asesinados en las duchas donde se expandía un gas mortal. "Teníamos que mirar en los excrementos si se habían tragado piezas de oro para recuperarlas", evoca José Manuel García Peruyera.

Llegaron los americanos y los liberaron, pero el panorama que se encontraron las tropas aliadas fueel de niños desnutridos, encerrados con llaves y sin nada de comer. Muchos murieron antes de ser rescatados de la barbarie.

Los años posteriores fueron de rehacer una vida rota a corta edad. Trabajó tres años en la torre Eiffel, se casó con una mexicana, con la que tuvo dos hijos. Ella murió en un accidente de tráfico y él se fue a Costa Rica, donde se volvió a casar y tuvo tres hijos. Allí inició su vida como jefe de cocina en la marina mercante bajo bandera panameña y en uno de esos viajes recaló en Gran Canaria. Había estado desterrado en Fuerteventura en 1962 y a su regreso de Costa Rica se afincó en la Isla, de la que quiere marcharse porque este asturiano errante desea que el fin de sus días sea en Costa Rica.

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