"Por este tipo de cosas nos tenemos que mudar", afirmaron ayer varios puesteros del mercado municipal, que se encontraron por la mañana con sus locales empapados por la lluvia de primera hora.
"Está claro que esto está hecho un desastre", dijeron mientras fregaban el suelo y limpiaban de humedades algunas zonas de los techos del edificio. Nadie niega que el estado del edificio es un desastre: suelos rotos, fallos eléctricos que impiden el funcionamiento de las escaleras eléctricas o de los ascensores, además de la falta de espacio y la poca luminosidad.
Y, sin embargo, aún hay dudas sobre el traslado que deberán realizar al Área Polivalente del Narea durante los meses que duren las obras de rehabilitación. La sensación general es de incertidumbre.
A pesar de que se han realizado varias reuniones con representantes del mercado, pocos tienen claro qué es lo que pasará una vez se instalen las casetas provisionales en el antiguo recinto donde se colocaban los mercadilleros sus puestos de venta semanal.
"Está claro que va a conllevar muchas dificultades, pero es algo por lo que tendremos que pasar si no queremos quedarnos sin trabajar durante todo ese tiempo", afirma Lourdes Ramírez, dueña de La Casa del Embutido, una de las carnicerías situadas en el segundo piso del inmueble.
"Aún estamos expectantes sobre cómo serán las casetas, la distribución y si podremos permitirnos el esfuerzo diario porque probablemente las obras se extiendan hasta un año entero y no todo el mundo sabe si se puede costear los gastos de mantenimiento", confiesa Ramírez, que añade que las cámaras para conservar los productos de alimentación corren a cargo de los puesteros, así como la vigilancia y seguridad. "Somos flexibles, el Ayuntamiento pagará la luz y el agua; además, por lo menos tenemos esta opción, algo que normalmente no se da en otras corporaciones cuando se dan este tipo de reformas", puntualiza.
Asimismo, desde la Pescadería Melenara, que lleva instalada en el Mercado desde su apertura hace 30 años, coinciden en que el desconocimiento de la situación les impide tomar decisiones. "Tendremos que esperar hasta que esté todo instalado abajo para saber cómo vamos a actuar", explica Víctor Flores, uno de los dueños del negocio. "La clientela no están muy convencida del nuevo espacio porque las condiciones no son del todo óptimas, pero habrá que confiar en que todo salga bien", señala encogiéndose de hombros.
El espacio al aire libre es lo que más preocupa a los clientes. "Si aquí ya hay moscas como será en un sitio abierto", afirman algunos usuarios habituales. "Narea está muy bien para los eventos, pero no fue construido ni está pensado para mantener un mercado", señalan intranquilos al respecto. Por otro lado, Carmelo Galván, que regenta una frutería con su nombre (herencia de sus padres), desea con impaciencia que se realice el traslado. "Cuanto antes mejor", asegura, aunque confiesa que le preocupa el tamaño de los puestos -3,5 por 2,5 metros-. "Aquí vendo mucha cantidad de fruta y seguramente allí tengamos que limitarnos a traer lo que se pueda vender en un solo día, ya que es probable que no llevemos nevera", explica Galván.
El proyecto sigue hacia delante y el miércoles pasado se aprobó la adjudicación de la instalación de las casetas a Maderas Impregnadas para el Exterior, lo que supondrá el traslado definitivo a finales de noviembre si todo sale según lo esperado -13 días para la entrega, 20 para la instalación-.
Por otro lado, ya comenzó el primer paso antes de las obras: catas en la planta baja del Mercado para establecer cómo será la futura cimentación del futuro edificio renovado. Este estudio geotécnico comenzó el miércoles por los trabajadores de una empresa externa, y terminó en el día de ayer.
