Desde la ciudad arzobispal (XXXVII)

Antonio Coto García, el caballero andante

Lorenzo Olarte como primer portavoz de CC en el Congreso

Lorenzo Olarte como primer portavoz de CC en el Congreso / LP/DLP

Antonio González Padrón

El nombre de nuestro biografiado no podría ser otro que Antonio, era una tradición familiar. Sus progenitores se llamaban así: Antonia y Antonio. El primero de sus apellidos era poco usual en la genealogía grancanaria, por eso, decir Coto irremediablemente nos llevaba hasta él. Hombre de distinguida figura por su altura, algo superior a lo normal, sus inseparables gafas, que agudizaban su ya natural destreza para ubicar personas y objetos, acompañaban una inteligencia natural y un saber estar digno de todo elogio.

Nacido el 20 de noviembre de 1943, se educó con los padres misioneros claretianos en las aulas del Colegio Inmaculado Corazón de María, en la calle Obispo Rabadán y, después de completar sus estudios primarios y secundarios, marchó a la Universidad de La Laguna, viviendo en el Colegio Mayor de San Fernando. Al volver a Gran Canaria para iniciar su vida laboral, pasó seis mes en la por entonces importante Inmobiliaria Casablanca, pero aunque su habilidad para las relaciones sociales le hubiesen permitido destacar en ese campo, a partir del 1 de febrero de 1971 conseguiría ser nombrado jefe de Protocolo y secretario particular del gran político teldense don Juan Pulido Castro, por entonces presidente del Cabildo Insular de Gran Canaria.

Cuando accede a dicha Presidencia don Lorenzo Olarte y Cullen, trae consigo a un funcionario de la Audiencia Territorial y Antonio Coto se queda solo, que no es poco, como jefe de Protocolo, a esperas de un futurible traslado a Madrid, en donde tendría que hacerse cargo de la Delegación que nuestra Institución insular iba a abrir allí. En ese ínterin, el que marcha a Madrid es don Lorenzo como asesor del entonces todopoderoso presidente del Gobierno, don Adolfo Suárez. La delegación grancanaria quedó en suspenso y gracias a ello pudimos contar con uno de los mejores, si no el mejor, jefe de Protocolo que han visto estas islas: don Antonio Coto García.

Ya hemos dejado reseñados con anterioridad ciertos atributos personales que lo hacían destacar en la vorágine de la administración y, por ende, de la política.

Cuando lo conocí, mucho antes de entrar a trabajar en la Casa-Museo León y Castillo de Telde, oí de él una lección dada a un joven. El imberbe e improvisado alumno resultó ciertamente impertinente y con ínfulas de mandamás, revoloteaba exageradamente para hacerse notar en su recién estrenado cargo de jefe de Protocolo en una pequeña ciudad grancanaria. Don Antonio, con suma delicadeza, corrección esmerada y sin levantar la voz, ni hacer gestos que lo delatara, le dijo: «joven, la primera norma que debe aprender si quiere trabajar en Protocolo es hacerse invisible». Ante la sorpresa experimentada por aquel, terminó su lección de forma magistral: «La notoriedad es privativa de los cargos religiosos, militares y políticos. El jefe de Protocolo debe actuar sin ser visto, como el mecánico que mueve las piezas para darle vida a las marionetas».

La brevedad la impone el propio medio en que esto escribimos. Antonio Coto trabajó incansablemente en cientos, por no decir miles de actos públicos, en donde se movía como pez en el agua. Lo mismo organizaba y desarrollaba la bienvenida y estancia de presidentes de repúblicas (Venezuela, México y otras), como cuando junto a la Casa Real marcaba el estricto protocolo en las visitas de, por los entonces, príncipes de España y más tarde los reyes don Juan Carlos I y doña Sofía. Organizaba al detalle las ofrendas florales a don Benito Pérez Galdós en la Plaza de la Feria de Las Palmas de Gran Canaria o a don Fernando León y Castillo, en La Alameda de San Juan de Telde.

Gracias a sus excelentes diligencias, estos actos de llenaban de brillantez con la presencia de todos los alcaldes y concejales de Cultura de la Isla, el Honorable Cuerpo Consular al completo, autoridades militares y gran número de instituciones culturales y recreativas. Nuestra ciudad le debe mucho a don Antonio Coto, pues los actos más brillantes que en ella se celebraron en la década de los setenta, ochenta y noventa, fueron conducidos, de manera exquisita, por su ágil inteligencia y doctas formas de proceder. Antonio Coto, no solo destacó como meritorio funcionario insular, además fue aeromodelista del Frente de Juventudes, Radioaficionado EA8BBS, Cinturón Naranja de Judo, treinta años Monitor de cursillos prematrimoniales y lo que él consagra como su gran éxito personal: 50 años de feliz matrimonio con su esposa Gloria, junto a la que ha tenido y formado a un hijo y una hija.

Nuestro amigo y compañero ha sido y es un verdadero Caballero Andante.