14 de febrero, el cambio de régimen. La fecha de la revolución. La visita de la UD al Sánchez Pijuzán, que acabó en derrota (2-0) ante el Sevilla, marca el inicio de la edad de oro de Setién. Los amarillos, en ese punto del campeonato, recibían la 14ª derrota y seguían en la 18ª plaza -antepenúltima y de descenso-. Tras sucumbir en Vallecas, y aún con los ecos calientes del 'caso sofá' [Aythami Artiles cuestionó la falta de intensidad ante el Rayo al regalar los primeros minutos], la UD ofrecía una gran imagen.
La novedad táctica llegó en el centro del campo. Con Vicente Gómez y Montoro lesionados, y Hernán en el banquillo -saldría en el tramo final y recaería de su lesión muscular-, Setién apostó por Roque como único mediocentro, Viera, librerado y no por la izquierda, con Tana como escudero. Nacía el triángulo mágico. Magia contra el músculo.
En la siguiente fecha del calendario, la UD tuteaba al coloso Barça pero volvía a besar la lona (1-2). Sería el último revés. Roque-Viera-Tana firmaron un gran partido, al igual que Momo.
Ante el Eibar en Ipurua (26 de febrero), los amarillos vencían (0-1) con un solitario gol de Bigas. También caerían Getafe, Villarreal, Real Sociedad y Valencia. Solo el Madrid, con un gol de Casemiro en el 90', tumbaba a la nueva sensación de Primera.
Todo por un movimiento mágico en el laboratorio Setién. El acierto de Willian José -7 goles en la segunda vuelta-, la resurrección de Momo y Nabil, así como la seguridad defensiva [en las últimas 6 jornadas solo han encajado 3 tantos], completaron la épica. De Sevilla al cielo. La UD respira intratable y reta al Dépor este lunes. La bestia es insaciable y busca la leyenda.