En el momento en el que Vicandi Garrido pitó por tres veces para señalar el final del partido, la UD sintió que se había quedado a medias. Solo había que mirar a las caras de los futbolistas. El sentir de la grada era el mismo. Los rostros compungidos desfilaban de vuelta a casa con la sensación de que Las Palmas pudo hacer más para ganar a un Alcorcón de hierro. Lo demostró cuando se fue a por el partido, cuando intentó, más por empuje que por fútbol, reventar la portería del equipo madrileño. El último grano de arena del reloj bajó, el final llegó y la UD no pudo volver a enganchar una victoria tras el tropiezo en El Molinón. Un empate a cero que deja el primer bache de la temporada para Las Palmas, que solo ha rascado un punto de los últimos seis. Mal ritmo ese si quiere anclarse en la cabeza de la tabla desde ya. Durmió ayer como segundo, a falta de los encuentros de hoy, pero esta UD pinta que puede dar mucho más. Y lo demostró.

Porque Las Palmas malgastó demasiado tiempo olisqueando al Alcorcón, como un perro que reconoce a otro. Temeroso de su velocidad para montar contragolpes, sin la virtud de morder de entrada al Alcorcón. Puso el empeño en la segunda mitad, inspirados por la entrada de Sergio Araujo y la potencia de Danny Blum. No obstante, no le dio con eso a la UD para romper el muro del Alcorcón -que acumula más de 600 minutos sin encajar un gol-, duro y recio, ordenado y rígido. Una película que la UD verá más de una vez en LaLiga 1|2|3, donde cualquier rival sabe cómo desquiciar al equipo que más propone.

Y en esa faceta, en la de proponer algo más, es por dónde debería incidir el técnico Manolo Jiménez. Porque a la UD Las Palmas aún cuesta reconecerle. Sin los goles de Rubén Castro, de bajón después de su arranque de cine, la UD sufre. Falta la pauta clara y la materia prima es de nivel. Un tema que tiene que pasar revista por el tribunal.

El dibujo que planteó Manolo Jiménez de entrada, casi se convirtió en un completo 4-4-2 sin escondites. La inclusión de Rafa Mir por Danny Blum dejó dos puntales al frente del pelotón: el delantero murciano y Rubén Castro. Un reajuste para dotar de contundencia a la pared que ha levantado Cristóbal Parralo sobre este Alcorcón.

De entrada, la UD pisó más el campo alfarero. A machetazos, a golpes, pero con otra iniciativa, con una propuesta en evolución. Una exposición basada en la fuerza de Maikel Mesa y Timor, en el talento de Galarreta y Tana y en el olfato de sus puntas: Castro y Mir. Pero a la UD le faltaba algo más para penetrar en la férrea zaga del Alcorcón, implacable en todo, sin margen para el mínimo fallo.

Le iba a tocar a la UD tener paciencia, aprovechar las pocas opciones que le diera un equipo bien armado como el madrileño. Y también andarse con ojo ante las cabalgadas del Alcorcón, con apariencia mansa, pero con los puñales de Sangalli y Borja Galán y la potencia de Casadesús y Juan Muñoz en primera línea.

La exposición inicial fue bajando su sonido. Los minutos transcurrían lentos. Denso, el partido se metió en el lodo, perfecto para los bostezos. Ni fútbol ni ocasiones. El balón, como un globo, tendió a pasar más tiempo por el aire que sobre el césped.

Entre despejes estaba el partido. No era un arte para admirar. No obstante, fue así, con un patadón de Juan Cala, como el duelo vio su primer disparo a portería. Era el minuto 40. El balonazo del sevillano replicó en Maikel Mesa y el bote favoreció la carrera de Rafa Mir sobre David Fernández. Escorado, el internacional sub 21 cruzó un disparo que repelió sin problemas Dani Jiménez en el primer palo. Un espectáculo tedioso para el entretenimiento y duro también para la UD, perdida en un panorama sórdido. El descanso se asomó a Siete Palmas con un solo disaparo a portería y 45 minutos menos en el reloj.

Encontró la motivación el Estadio de Gran Canaria fuera de los límites del terreno de juego. Calentó Sergio Araujo en el descanso con intensidad y sonaron los primeros aplausos, pero fue cuando empezó a moverse en la banda, ya con la segunda parte en movimiento, cuando la grada se vino arriba con el delantero argentino. Vítores y palmas para el '10', el hijo pródigo. En él veían un mesías, una solución.

Pensó lo mismo Jiménez. Al minuto 51' de partido, el regreso más esperado: Sergio Araujo por Rafa Mir. El Estadio de Gran Canaria sabe cómo y cuándo perdonar. La rehabilitación de 'el Chino' en Atenas y su implicación por volver a subir a Primera División con la UD, donde ya fue héroe en 2014, motivos suficientes para recibir la amnistía popular.

La simple presencia de Araujo revolvió por unos minutos a la UD. Se animó algo Las Palmas y se animó también el partido. Proponían más los amarillos, más con empuje y tozudez que con cabeza. Tardó nueve minutos el argentino en efectuar su primer tiro. Buen recorte -amago para el golpeo con la izquierda y cambio de pierna- en la frontal y golpeo. Salió flojo, centrado, pero el aviso era suficiente: Araujo está de vuelta.

Tana se movía por el centro y cuando eso sucedía, la sensación de que podía pasar algo era palpable -hasta que Jiménez lo sacó del campo para darle entrada a Danny Blum-. Corría el reloj y Las Palmas se venía arriba. Volcada pisó cada vez más el campo del Alcorcón.

Con el alemán picando en la banda izquierda, la UD había encontrado un filón. Insistía una y otra vez Las Palmas.

El Alcorcón intentó dormir el partido aruñando segundos al marcador con lo más típico de lo típico: parsimonia para sacar, el tpoque al balón cuando pitaba el árbitro, el clásico dolor de gemelo cuando achucha el rival... Con todas esas cosas que también son fútbol. Mientras, la UD seguía al lío. Juan Cala, de cabeza, estuvo a punto de reventar el empate a cero.

Un 'patadón' descolocó al Alcorcón, Rubén Castro ganó el espacio y, apurado por la salida de Jiménez, superó al meta con dificultad. Escorado el balón en la banda, aún encontró el isletero el espacio para cruzar el cuero a gol, pero el meta alfarero, recuperado, desvió el balón al córner. Después Vicandi Garrido entendió que hubo fuera de juego posicional del '7' -al entorpecer a un central- cuando Maikel Mesa enganchó un buen pase filtrado de Araujo que finalizó en la red. El partido murió y la UD demostró que tiene un mundo por mejorar.