Suso Santana, el ogro para los aficionados de la UD Las Palmas, puede escribir pasado mañana una nueva página en la historia de los derbis. Pero para ello tendrá que hacer algo muy poco habitual para él en los últimos tiempos: jugar. Si lo hace, aunque sea sólo unos segundos, se convertirá en el futbolista con más duelos de rivalidad directa en sus piernas. Habrá sumado un total de once, y habrá dejado atrás a los tres que, como él, suman diez a día de hoy: los amarillos David García y Rubén Castro y el blanquiazul Ricardo León.
La oportunidad de ostentar el récord en solitario puede ser, además, la última, porque el extremo está mas fuera que dentro de la entidad tras un año en que su participación en el equipo ha caído en picado. “No pienso en eso; sólo en dar el máximo hasta final de año y retirarme aquí”, aseguró ayer en su comparecencia ante los medios.
Desde la llegada de Luis Miguel Ramis al banquillo del CD Tenerife, Suso sólo fue titular en dos partidos, en el estreno del técnico en Almería y dos jornadas después, en la derrota en casa frente al Sabadell. En medio había jugado media hora en Albacete y después no había vuelto a aparecer hasta el fin de semana pasado con la disputa de un cuarto de hora en Málaga.
36 años
Así pues, el hombre más odiado por la afición amarilla únicamente ha sumado quince minutos de juego desde el 3 de diciembre, sin lesiones de por medio salvo un esguince de tobillo que le tuvo fuera una jornada. “Es cierto que me gustaría participar más, pero el míster es el que toma las decisiones”, comenta con resignación.
Suso, por tanto, se debate entre el declive de su carrera deportiva poco después de cumplir los 36 años y el estímulo de ser el jugador con más derbis a las espaldas. “Emocionalmente es una buena cifra. Llevo diez derbis y me gustaría sobrepasarla este domingo, pero lo principal es que el equipo gane y que los tres puntos se queden en casa”.
Lejos quedaron sus mejores momentos, como el gol de penalti en el Gran Canaria que supuso el empate en 2018. En su última visita, no dejó nada. Puede ser el último baile del ogro.