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Carreras torcidas (VII)

El corazón de hierro de Javi

Una anomalía cardiaca cortó la progresión del delantero de la UD | El médico federativo no validaba su ficha aunque otros cardiólogos opinaban que podía jugar sin riesgos

El corazón de hierro de Javi | ARCHIVO LP/DLP

«Me daba cabezazos contra la pared. Aquello me frustró tanto... Lloré tanto, pero tanto», cuenta casi 40 años después. Javi Melián, conocido por los suyos como Javi ‘Abuelo’, acababa de besar el fútbol profesional cuando su mundo se tambaleó por culpa de una estenosis aórtica. Sin embargo, su empeño le dio la razón a él y a los que creían que podía jugar. Lo hizo en el Marino, Mérida y Villarreal, entre otros.

“El fútbol me quitó y me dio otras cosas. Igual si no me llega a pasar todo aquello, si no me llegan a prohibir jugar, nunca hubiera conocido a mi mujer, nunca hubiera tenido a mi hijo y nunca hubiera tenido la vida que tengo. Me tocó a mí. ¿Que si he sufrido? Pues sí. ¿He disfrutado? También. ¿Podía haber hecho más dinero? Seguro. Pero como las cosas pasan por algo... Siempre he disfrutado de salud y de felicidad, así que me quedo con todo eso”.

La carrera de Francisco Javier Melián Sánchez (Las Palmas de Gran Canaria, 1966) fue una pelea contra todo. Su precocidad quedó sepultada por un corazón que contrarió los criterios de los médicos y que le apartó del fútbol profesional. Sin embargo, su tenacidad y sus ganas de volver a hacer lo que más le gustaba revertió la situación para regresar al césped después de unos años perdidos y hacer carrera en el Marino, Mérida y Villarreal. De verse fuera de los campos a los 19 años a retirase casi con 40 en el Unión Sur Yaiza. Fue el empeño de un corazón de hierro.

Su caso llegó al CSD, que sentenció que el punta era apto para el deporte: volvió y jugó hasta los 38 años

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Lo de Javi y la pelotea era un idilio. Desde la calle a su primera ficha en el Industrial de Escaleritas. Su vida pasaba del barranco de La Ballena al fútbol entre callejones. De ahí saltó al infantil del Puntilla, con Alexis Trujillo. Aquel cambio le trajo la convocatoria con la selección de Las Palmas al campeonato infantil, donde salieron campeones de España.

Un padre llamado Germán

En el salto a Las Palmas encontró a un padre. “Tuve a Germán como entrenador y aquello era una maravilla. Era mi padre futbolístico. Yo me había quedado huérfano de padre con diez años y él era como un referente para mí. Fueron tres años increíbles”, apunta. En su último curso, empezó a hacer apariciones con el filial en Tercera. Todo iba viento en popa.

Lo que nunca esperó fue lo que le pasó en el verano de 1984. Sin móviles, ni mensajes de Whatsapp, Javi ‘Abuelo’ –mote que se ganó en el juvenil de la UD– andaba en la playa de Las Canteras. “Estaba allí con mis amigos y escucho por megafonía mi nombre, que me pusiera en contacto con mi casa. ¡Me quedé muerto, asombrado! Pensé que había pasado algo grave, me pensaba lo peor, cuenta”. Buscó una cabina, telefoneó a su casa y primer alivio: contestó su madre. “Que no sabía cómo contactar conmigo, me dice. Resulta que llamó Germán Dévora a casa y le dijo que tenía que estar por la tarde en el Insular, que me iba de pretemporada con el primer equipo”, cuenta. “Vivía en Escaleritas y subí corriendo, no cogí ni la guagua”, cuenta entre risas.

La pretemporada fue como un tiro para él. Javi creía que el plan que tenía la UD con él era el de adecuar su forma física al de un hombre para empezar la campaña en Las Palmas Atlético. En el banquillo, Roque Olsen, todo un mito en la UD y en el fútbol nacional. «Fui a la concentración porque me llevó Germán, pero Roque se quedó loco conmigo», expone. «Marqué algún gol en pretemporada, uno muy bueno desde el centro del campo al Maspalomas y me lo gané», explica en plena ebullición.

El corazón de hierro de Javi

De ir para foguearse a verse en el primer equipo en Segunda División. «Había muchos pesos pesados en el equipo, me costó adaptarme, pero poco a poco me acostumbre a entrenar con Felipe, Benito, Julio Durán, Pepe Juan, Pérez, Koke Contreras... Era un equipazo», resume. Tanto que aquella temporada la UD de Olsen voló a Primera División. Y ahí, Javi tuvo un hueco importante, sobre todo al inicio de la campaña. Era 1984.

«Marqué un par de goles, iba bien, tenía la confianza del míster, la gente estaba contenta, yo estaba superfeliz... Todo me estaba saliendo perfecto, pero llegó aquel día», explica. La primera anomalía que detectaron en el corazón de Javi fue cuando era infantil. «Fue una revisión como a un profesional. Allí se dieron cuenta de que mi corazón no sonaba como el resto. El cardiólogo se asustó, me apartaron, no jugaba, pero cuando terminaron de hacerme todas las pruebas, incluido un cateterismo, lo último que me dijo el médico fue: ‘Cuanto más juegues al fútbol, mejor’. Y todo bien», arranca.

Quemó sus etapas formativas y la revisión en el primer equipo fue sobre ruedas. Hasta que... «Una vez fui a entrenar con un catarro muy fuerte y me dolía hasta el pecho. Los médicos se asustaron y me apartaron. Fue la odisea. Cardiólogos, viajes a Madrid...», agrega. Era el inicio de dos años en blanco. Y eso que casi todos los galenos daban a Javi como apto para jugar al fútbol. Todos menos el que debía de darle su alta federativa: el cardiólogo de la Federación de Las Palmas.

El camino fue largo y Javi nunca dejó de jugar. «Mataba el tiempo en veteranos, fútbol sala, pero yo lo que quería era volver, estaba empezando mi carrera», explica. En 1986 regresaría a los entrenamientos con un permiso especial de la Real Federación Española de Fútbol, con Ruiz Caballero al mando. Era el final de la temporada y estaba listo para volver a la siguiente. Ferenc Kovacs contaba con él para el curso 1986-1987 y la ‘mili’ se cruzó en su camino. Salió del cuartel para incorporarse al equipo, pero no hubo manera. Se topó de nuevo con el cardiólogo de la Federación, que declinó darle el alta federativa. «Que estaba peor, decía. Pues vuelta a empezar», contesta.

La ronda de cardiólogos determinaba lo mismo: su estenosis aórtica no era un problema para hacer deporte. Su empeño y la implicación del periodista Segundo Almeida, llevó su caso hasta el Consejo Superior de Deportes. «Me hicieron una revisión total y qué dijeron... Pues que estaba para jugar», cuenta. Se acabó.

Pero la UD no esperó por él. En el fútbol aficionado sanaba sus ganas. Julio Suárez, jugador del Marino en Tenerife, lo recuperó para el fútbol. Allí empezó otra vez una carrera que continuó hasta los 38 años. Del Marino al Mérida, donde volvió a disfrutar del fútbol profesional en Segunda. Tres cursos de gloria para jugar un año más en la categoría de plata, en las filas del Villarreal en sus primeros días en Segunda. Un corazón irrompible.

Si hay un día en su carrera que Javi no podrá olvidar fue el de su primer gol en la UD Las Palmas. Fue en El Helmántico de Salamanca. «La sensación que sentí cuando fue al campo ese fue única. Hasta el último pelo del cuerpo se me puso de punta», cuenta. El motivo, ver uno de los fondos del campo lleno de aficionados amarillos desde el calentamiento. «Estaba lleno de estudiantes canarios. Jugué porque Koke Contreras se puso malo y tuve la suerte de marcar el 1-0 gracias a un centro de Farías», narra. A la izquierda, Javi, engullido por Pancho Almeida, Julio Durán y Benito. En la imagen superior, Javi corre tras Valle, central del Cartagena.

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