La UD Las Palmas se acostumbra a ganar (1-0)

El cuadro amarillo, sin brillo pero con solvencia, se impone al Huesca con un gol de Curbelo en un córner al comienzo de la segunda parte y recupera el liderato

La UD ya no mira hacia atrás. Va a lo suyo. Tanto, que se llevó el tercero de los cuatro partidos de la segunda vuelta sin brillo, con dosis de sufrimiento producto de su suficiencia y también con suerte, porque si el remate con el que Eric Curbelo dio la victoria por la mínima (1-0) a Las Palmas sobre el Huesca entró en la portería de Andrés Fernández no sólo fue por la picardía del satauteño, sino también porque se encontró la pelota. La acción definitiva sucedió como consecuencia de un córner en el inicio de la segunda parte después de que el cuadro amarillo sobreviviera a un nuevo mal arranque de partido, lleno de errores de bulto que propiciaron hasta tres ocasiones de gol claras del rival. Para su bien, reaccionó a tiempo e incluso creó lo suficiente como para haber marcado antes del descanso. Todo le sale.

Con la tranquilidad del gol, el modo control llevó a los de García Pimienta a un nuevo triunfo, no sin sufrimiento, que le devuelve el liderato tras el empate del Eibar y mete presión al Levante, distanciado ya en siete puntos en la tercera plaza, aunque debe recibir esta tarde al Burgos. Si algo buscaba la UD en enero era tomar el impulso y la ventaja necesarios para establecer definitivamente el ascenso directo como objetivo único del presente curso. Lo logró.

El técnico barcelonés volvió a demostrar que tiene un once más tipo que otro y devolvió la titularidad a Loiodice en el interior derecho pese a que Óscar Clemente había completa uno de sus mejores partidos como amarillo ocho días atrás, con gol incluido. También recuperó a Mfulu, pero le sentó en el banquillo y mantuvo a Fabio porque el franco-congoleño volvía a estar disponible después de tres semanas lesionado. Ziganda, de su lado, utilizó un sistema con tres centrales y dos carrileros para copiar la fórmula que le dio éxito en la primera vuelta: fue el primero de los tres verdugos de la UD.

Si por algo ganó el cuadro oscense al grancanario en El Alcoraz fue en buena medida por su intensidad al comienzo del choque unida a la pasividad amarilla, pero Las Palmas no aprendió la lección. En los primeros siete minutos, sin que hubiera pasado nada hasta entonces, dos sobradas de los centrales, una de Curbelo y otra de Coco, propiciaron de ocasiones claras y la zozobra general. Y seguramente también el cabreo del entrenador.

Tampoco entendió la UD que los balones a la espalda de la defensa iban a ser otra de las armas del rival, porque Sergi Cardona vio la pelota pasar por encima suya para que Joaquín brindara el gol a Kanté, que marcó, pero estaba adelantado. Tercer aviso al cuarto de hora de juego. Y llegó un cuarto en una jugada de toda la vida y no menos esperada. Balón largo al delantero tanque, toque de cabeza a una banda y carrera del extremo, que en este caso volvió a ser Joaquín, imparable: avanzó, recortó y dejó solo a Vilarrasa, pero este tiró fatal con la zurda. Había llegado demasiado forzado.

Las Palmas esta tan fría como la grada y el tiempo. Ninguno estaba fino, nadie podía tirar del carro. Ni siquiera Jonathan Viera, protagonista de varias de pérdidas de balón inusuales. El equipo no estaba, sin más. El guion estaba tan sellado que sólo una acción inesperada de alguien podía cambiarlo para beneficio de la UD, y la hizo Marc Cardona poco antes de la media hora con un traslado hacia la banda izquierda para luego volver hacia el centro, es decir, el mismo movimiento que le permitió marcar el gol del triunfo ante el Mirandés. Moleiro le devolvió la pared de manera magistral, pero esta vez disparó bien y no marcó. Cosas del fútbol.

Al menos, la UD acababa de comparecer. El tinerfeño, el más enchufado, encontró poco después a Viera con un pase en profundidad, raso en esta ocasión, pero el capitán se quedó muy escorado y buscó el gol erróneamente por el poste más cercano, el que tapaba Andrés Fernández, que volvió a evitar el gol amarillo. Por fin despierto, el equipo amarillo fue un torbellino. Por cómo había cambiado el panorama, dio la sensación de que necesitaba una motivación extra, en este caso llevarse varios sustos, para empezar a jugar en serio.

A las dos ocasiones anteriores le siguió una obra maestra que inició Pejiño con un recorte de libro dentro del área, continuó el barbateño con un pase al área y finalizó Viera con un remate con la espuela que se estrelló en el poste derecho de la portería rival. Otro palo más para el '21', ya metido de lleno en el choque para bien de Las Palmas. Otro zarpazo de Joaquín, que dio la noche a Sergi, dio paso al descanso, en el que García Pimienta no hizo ninguna sustitución. De alguna manera, confió en los mismos que habían reaccionado.

Y le salió bien, porque la UD regresó como se había ido, dominadora, y gracias a un córner que se originó en un chut de Viera lleno de intención, llegó el gol de Curbelo, el primero suyo en la temporada, el segundo del equipo en una jugada de saque de esquina. El satauteño fue pícaro, aunque necesitó de la buena suerte para encontrar la pelota que había puesto Pejiño en el primer poste y así hacer efectivo su movimiento por detrás de Andrés Fernández, que ni lo vio: tras ponerse en la trayectoria del balón, se agarró al poste y empujó el esférico hacia dentro (48').

De repente, todo a favor. Con poco, y después de haberse salvado, Las Palmas iba por delante, y eso significaba más de medio partido en el bolsillo siempre que no dimitiera otra vez como en el comienzo del choque ni se sobrara como ante el Racing. El equipo activó el modo control, pero sin dormirse del todo. Como el Huesca debía reaccionar, dejó salir al rival para luego tener más espacios en un posible contraataque. Por eso pasada la hora de juego quitó a Pejiño, más espeso de lo habitual, y dio entrada a Marvin, pura velocidad y energía por la derecha.

Ziganda, por su parte, buscó la revolución sin cambiar el sistema. Introdujo a Hashimoto, Escriche y Gerard Valentín, la mayor amenaza; se situó por la derecha, lo que trasladó a Joaquín, desaparecido en la segunda parte como todo su equipo, a la izquierda. Pero poco cambió. De hecho, desde el gol nada fue igual. La UD, que poco a poco bajó el ritmo y dio síntomas de cometer los mismos pecados que le habían lastrado tres semanas antes, era la única que podía autodestruirse.

No pareció importunarle a García Pimienta, que veía todo bien, porque no miraba al banquillo. El Cuco, de su lado, desterró el 5-4-1 al introducir a un delantero, Carrillo, por un central, Florian Miguel: lanzó al Huesca a por el empate. El plan de Las Palmas no era otro que resistir cuando fuera atacado, aprovechar una contra para sentenciar el partido y perder tiempo con cambios en los instantes finales. La posesión del balón no estaba incluida, raro. Había riesgos, pero todo lo tiene en el fútbol.

Lo que pasó es que el encuentro llegó al minuto 85 sin la reacción del rival, con un tiro de Loiodice que paró el meta pero que despertó al público y con la entrada de Óscar Clemente y Andone por el francés y Marc Cardona. Y sucedió algo que no estaba en el guion, una cantada de Valles. En su afán por evitar un córner producto de una mala cesión de Coco regaló el balón a Gerard Valentín, que centró y si no encontró a uno de los suyos fue de milagro. Un córner en el último minuto del descuento generó el pánico, pero la misa estaba dicha. Tres puntos, de otra manera, pero igual de válidos.

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