Síguenos en redes sociales:

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

This browser does not support the video element.

Los Alemán, una familia con ocho ascensos

Los Alemán, una familia con ocho ascensos

90 minutos de adrenalina preelectoral

Según el autor de ‘Dios es redondo’, en los estadios se celebran dos partidos: el real y el que se juega en la mente de los aficionados

«El fútbol es lo más importante de lo menos importante», ha dicho Jorge Valdano, con su proverbial habilidad argentina para abrillantar las paradojas. Pero en el tres en raya que se avecina, de la UD (que semejan hoy las siglas de un partido al que votar mañana), el 28-M y el Día de Canarias, es evidente la excepción. Nunca antes, en la intrahistoria política de las Islas, se habían amancebado los astros para propiciar semejante carambola de la más pura tradición analógica: un ascenso directo a la máxima categoría liguera al alcance del pie en plena jornada de inflexión, apenas unas horas antes de la apertura de los colegios electorales, y, como remate o prórroga, la festividad autonómica, para que los políticos más votados puedan empezar a jugar el play-off de los posibles pactos poselectorales timple en ristre y vestidos de romeros.

Son 72 horas de adrenalina en estado puro, que es el margen de tiempo que conceden algunas compañías aéreas para decidir la compra del boleto definitiva. Es un largo puente de sucesivas y concatenadas meteduras: de goles en la portería (cuya red es de veras social, la más extensa, y, junto a las de los pescadores, de las pocas analógicas que van quedando), de votos en las urnas y de cachorros en la cabeza (o, mucho más extendida, de copas en el gaznate). Son tres momentazos (ahora se emplea mucho este superlativo en publicidad) que, sin duda, y por orden de aparición, se condicionan.

Es lógico que no concuerden, pues ¿se imaginan el desastre de abstencionismo si el partido de esta noche se jugara mañana, en plena consulta de los partidos? Lo indudable es que, en función del resultado de hoy, un sentido muy opuesto cobraría el repertorio folclórico que entonásemos el martes: por ejemplo, el modo que tenga de repasarse el motor Andrés (que, pronunciado en inglés, undress, significa literalmente desvestido, en pelota). O con lo de alante p’atrás, o viceversa, según los estados de ánimo. O ¡Ay qué Liga tan bonita, si me la diera su madre…! O, en fin, las muy distintas entonaciones con que canturriaríamos que gofio y Pejiño no nos faltaría…

Y digo distintas entonaciones, porque, aunque lo de hoy se juegue en el Gran Canaria, no es un asunto exclusivo de canariones. Todos los políticos lo saben: Que sea cual fuere el marcador final, pasadas las 21.30 horas, habrá insulanos que se froten las manos en silencio, en uno u otro sentido; y hasta dirigentes que, dando su efusiva enhorabuena, lo harán a regañadientes, mirando para el otro lado (de su electorado).

Que un partido de fútbol tan trascendente, sencillamente histórico, y en capilla de los comicios, repercutirá en la intención de voto, es tan evidente como la imposibilidad de averiguar en qué grado y dirección. Al cabo, el voto es secreto, y una vez consumados los pactos, se mira siempre hacia adelante, con el toque de silbato nuevamente desde cero. Entonces, ¿rebrotará el Pacto de las flores a partir de las hierbas del Estadio de Gran Canaria? Es difícil resolver esa ecuación hasta pasado mañana. Pero lo cierto es que este tripartito de la UD, el 28-M y el 30-M supone, al fin, una larga fiesta de normalización, lúdica y convulsa a la vez, para quienes hubieron de sortear estoicamente la más ardua legislatura con otro tripartito tan aciago y dilatado: el incendio de Gran Canaria, la pandemia mundial y el volcán de La Palma.

Pero hoy toca lo que toca: tocar balón. Habituados desde la infancia a la leche Sandra, bienvenidas fuesen hoy, más que sean, las posibles leches de Sandro. Y es que el arranque de este largo y expectante finde se podría muy bien ilustrar con la cabeza de gladiador romano de este Sandro Ramírez, quien, con tanta destreza, supo remontar al ‘cartaginés’ la semana pasada. Podría ser también Yul Brinner con la tabla de los diez mandamientos, o saliendo por sorpresa de la pirámide egipcia. Pero lo más sugerente de su rapada cabeza es que es casi gemela del propio balón de cuero, componiendo, así, dos bolas de un billar a gran escala, cuyos palos estarían en los andares erguidos de Jonathan Viera o zancudos de Pejiño. Es decir, una carambola de bolas que hasta tienen los dorsales numerados, como el billar americano o el bombo de los niños de San Ildefonso.

Si en Dios es redondo (en obvia alusión al balón) el escritor mexicano Juan Villoro asevera que en todos los estadios se celebran siempre dos partidos, el real y el que transcurre en la mente de los aficionados, ojalá ambos coincidan esta noche. Y que la alegría por el ascenso diese para enviarle el martes un solidario mensaje de condolencia, remedando el Japa la Japa, al otro gran equipo de la isla vecina: «Arriba, arriba, arriba iremos, unos más antes y otros más luego…»

Esta es una noticia premium. Si eres suscriptor pincha aquí.

Si quieres continuar leyendo hazte suscriptor desde aquí y descubre nuestras tarifas.