Es el otro enemigo de La Palma, más silencioso y menos impresionante a la vista que la lava, pero igualmente peligroso. Y más en las últimas horas, durante las que la ceniza que expulsa el volcán como una constante chimenea ha cubierto la isla con un manto negro.Los palmeros se resignan y se afanan en las tareas de limpieza: "Es agotador, es todos los días... No ha dejado de caer". Es lo que obliga a todo el mundo a protegerse con gafas y mascarillas, incluso paraguas, para hacer cualquier tarea que implique salir a la calle. "Mira cómo estamos, que parecemos marcianos, pero hay que hacerlo así." La otra herramienta que tienen siempre a mano es la escoba: "Todo esto está barrido anoche, y como no lo vayamos quitando se nos cae la casa, que es lo poco que nos queda".Una tarea interminable también para los operarios, que saben que al día siguiente, las calles amanecerán igual que hoy. Pero es necesario si quieren evitar el resultado que han sufrido cerca del valle cercano a Cumbre Vieja, donde algunas casas se han librado de las coladas, pero la incesante lluvia de ceniza las ha sepultado de igual forma. Una imagen del observatorio del Roque de los Muchachos nos muestra lo que parece una nube normal, pero son en realidad millones de partículas de ceniza del volcán, que cada día oscurecen el cielo palmero.