Escuchar a Soraya Sáenz de Santamaría hablar con tanta frialdad del “exministro de Industria” resulta sorprendente. Pero que nadie quiera colgarse medallas que José Manuel Soria ha caído solo. No es el primero que pierde la cabeza en las alturas. Ni será el último. Es un ejemplo de manual de lo más genuino de la condición humana, de la “hibris” que los griegos atribuían al castigo lanzado por los dioses y que lleva a una falta de control de los propios impulsos. “José Manuel, solo eres un hombre”. Como el esclavo romano a Marco Aurelio, alguien se lo debería haber advertido con insistencia al economista de Telde.

Su talento, su brillantez, su temperamento y su cabalgada a lomos del tigre político, industrial y energético le convertían en una pieza codiciada de caza mayor. Damnificados de su ejecutoria política permanecían al acecho. Y no hay enemigo pequeño. Aunque el señuelo de los ‘papeles de Panamá’ haya sido el detonante, con la gruesa traca de las sociedades en Reino Unido y Jersey, se ha hundido por méritos propios. En cinco días ha dilapidado su patrimonio político y moral, y ha asestado un nuevo golpe en la línea de flotación de la credibilidad regeneradora de los populares. Es un triste final, con la marca de algunos compañeros de partido que ya lo tenían atravesado. La sucesión de Rajoy ofrece estos espectáculos.

Provoca una especial repugnancia que Soria haya exigido con tanto rigor transparencia a los demás y que haya mentido y ocultado su pasado fiscal y empresarial. Un líder debe ser coherente entre lo que dice y lo que hace. Autenticidad y sinceridad de vida resultan básicas, más si cabe, en estos convulsos tiempos de desconfianza y comunicación global. Si ya nos habíamos indignado con un vicepresidente y exministro de Hacienda tras conocer que defraudaba al fisco, ahora provoca escándalo que el titular de la cartera de Industria disponga de empresas en Jersey. El fraude al erario público y la mentira resultan imperdonables para un político. Y lo que más escandaliza es la utilización deliberada de la mentira en el ejercicio del poder.

José Manuel Soria goza de una multitud de seguidores y otra aún mayor de detractores, para unos y para otros la corrupción es un insoportable factor de decepción. Como escribía el psiquiatra Enrique Rojas, lo importante en la vida no es tener buenas cartas sino saber jugarlas.