La guerra del norte de Malí parece inevitable. Aunque las vías de negociación siguen abiertas con algunos de los grupos yihadistas que campan a sus anchas en esta vasta y desértica región, todos los analistas coinciden en que ha llegado el momento de frenar el avance de estas milicias fuertemente armadas que se han aprovechado de la debilidad de algunos estados de Sahel, más en concreto de Malí, y que, en la actualidad, amenazan con desestabilizar a todo el norte de África. Pero nadie quiere dar un paso en falso. No será una intervención fácil en un terreno que los salafistas conocen a la perfección pues operan en él desde hace décadas y se están tomando todas las precauciones para evitar males mayores.

La intervención militar extranjera será liderada por la Comunidad Económica de Estados de África del Oeste (Cedeao), a la que pertenece Malí. Por tanto, es la Cedeao quien tiene ahora la pelota sobre el tejado, pues la resolución de Naciones Unidas exige a este organismo regional la presentación de un detallado plan de intervención para poder darle su visto bueno. Algunos detalles se han ido filtrando, 3.300 soldados sobre el terreno, ofensiva desde tres flancos (desde el sur del país, controlado por el Ejército maliense; desde Mauritania, hasta ahora poco proclive a la intervención; y desde Níger, donde se refugia una unidad militar maliense que huyó del avance yihadista) y control logístico y operativo en Bamako.

Sin embargo, otros aspectos no se han concretado, cómo cuál será la cadena de mando y las relaciones entre los ejércitos africanos y el Ejército de Malí, cuánto dinero hace falta y quién lo aporta, cuál será el rol de las potencias occidentales (previsiblemente financiación y apoyo aéreo) y, sobre todo, cuándo empezará el despliegue de tropas.

La Unión Europea ya ha dado un paso al frente. Esta semana los ministros de Asuntos Exteriores europeos dieron luz verde al envío de expertos militares y en materia de seguridad para apoyar al Ejército maliense, que asumirá la parte principal de la operación militar con el apoyo del resto de países africanos. Y, como adelantó LA PROVINCIA/DLP, la Base Aérea de Gando y la Base Naval de Las Palmas de Gran Canaria jugarán un papel clave como centros logísticos de la participación occidental en este conflicto.

En varias semanas

Asimismo, hace pocos días, el ministro francés de Defensa, Jean-Yves Le Drian, vaticinó que la operación militar comenzaría en el plazo de "varias semanas". Tampoco concretó mucho, pero el plazo fijado por la ONU nos sitúa, al menos, a finales de noviembre para que la Cedeao, en colaboración con la Unión Africana, elabore el plan detallado de la intervención. Luego tiene que volver a pronunciarse el Consejo de Seguridad para dar su visto bueno a dicho plan y, en el caso de que lo apruebe, sólo entonces podría iniciarse la ofensiva. Eso sí, si para ese momento se han removido los dos obstáculos a los que aún debe enfrentarse la comunidad internacional y que, en concreto, proceden del propio Ejército maliense y de la vecina Argelia.

El Ejército de Malí ve con buenos ojos la ayuda exterior, pero ha puesto sus condiciones sobre la mesa. Para empezar, no quiere soldados extranjeros en la zona sur del país y, en segundo lugar, deben ser las Fuerzas Armadas malienses quienes lideren la "recuperación" del norte. Ambas cuestiones plantean ciertos problemas, pues esta Armada se encuentra aún más debilitada de lo que ya estaba tras el golpe de Estado del pasado 21 de marzo.

Liderado por el capitán Sanogo, jefe de la junta militar golpista, el Ejército necesita de una profunda renovación y modernización, así como de medios materiales (tanques, vehículos, armamento pesado) para poder encabezar la reconquista del norte.

Y, por otra parte, está el problema argelino. El Gobierno de Buteflika ha sido claro desde el principio: no quiere una guerra en su frontera sur. Por eso, Argelia ha privilegiado en todo momento la vía del diálogo y, de hecho, no oculta que está negociando directamente con uno de los grupos que controlan el norte de Malí, Ansar Dine (Defensores de la Fe), para intentar encontrar una solución sin disparar un solo tiro.

El próximo mes de diciembre está previsto que el presidente francés, François Hollande, curse una visita a Argelia que podría ser clave para despejar todas las dudas y conseguir vencer la resistencia argelina.

Lo cierto es que la propia ONU no ha cerrado aún del todo la puerta a la negociación. La resolución aprobada por el Consejo de Seguridad el pasado 12 de octubre también instaba al Gobierno maliense a abrir conversaciones oficiales con los grupos yihadistas, en concreto con Ansar Dine. Pero Bamako también ha puesto condiciones a este respecto asegurando que dos cuestiones son innegociables: la integridad territorial de Malí y el carácter laico del Estado. Este último punto es el que presenta mayores divergencias con Ansar Dine, pues su razón de ser es la extensión de la sharía o ley islámica a todo el país.

El pasado viernes, Bamako acogió una reunión internacional de alto nivel destinada a afinar los perfiles de dicha intervención. A ella asistieron, entre otros, el nuevo enviado especial de la ONU para el Sahel, el italiano Romano Prodi, la presidenta de la comisión de la UA, la sudafricana Nkosazana Dlamini-Zuma, el presidente nigeriano, Goodluck Jonathan, y el presidente interino maliense, Dioncounda Traoré.

Todas las voces coinciden en que será necesaria la fuerza para desalojar a los yihadistas que siguen girando la tuerca de la aplicación de la sharía cada vez más: latigazos a bebedores de alcohol, fumadores y adúlteros; amputación de manos y pies a ladrones; lapidación a una pareja por tener hijos fuera del matrimonio y destrucción de mausoleos en Tombuctú, como ocurrió recientemente.