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"Los heridos gritaban entre las llamas; jamás lo olvidaré"

"Los heridos gritaban entre las llamas; jamás lo olvidaré"

Elías Fernández tiene 74 años y está jubilado. Su vida laboral la dedicó casi al completo a servir como bombero en el aeropuerto de Los Rodeos. El día del accidente estaba de servicio y lo vivió desde el primer instante. Entró a formar parte del cuerpo con tan solo 24 años, el día 15 de julio de 1966. Antes se había dedicado a la construcción. Reconoce que una de las principales motivaciones que le impulsaron a cambiar de dedicación fue la diferencia salarial y la estabilidad que ofrece trabajar para el Estado. Pasó de cobrar 2.100 pesetas a 7.804. Más del triple.

En total, estuvo 40 años y dos meses trabajando para Aena. Indica orgulloso que puede que más de la mitad de su vida, porque todavía no ha cumplido los 80. Elías recibe a la opinión su casa de Guamasa, La Laguna. Es un hombre sencillo, de familia. En más de una vez menciona con orgullo a su hijo, que es fisioterapeuta y vive en Inglaterra. Su mujer, María del Carmen, se sienta a charlar también.

El entrevistado es muy hablador. Utiliza constantemente refranes y recita gran cantidad de dichos: que si la lluvia, que la vejez... Está claro que tiene una gran memoria. Recuerda el día exacto, la hora y los pormenores de todos los percances que se produjeron durante sus años de servicio e incluso antes.

Cuando habla del accidente lo hace de la misma manera que como lo vivió, con gran intensidad. Le invaden tantos recuerdos que casi se atropellan unos con otros. Se da cuenta inmediatamente, se detiene y se disculpa. Aun así, cuenta y se explica con precisión y naturalidad. Es asombroso la entereza con la que narra sus vivencias. No obstante, los ojos se le humedecen cuando habla del dolor que pudieron sufrir los familiares de las víctimas. Tanto es así que, aunque de manera muy disimulada, se frota los párpados para evitar que se les escape alguna lágrima.

¿Qué recuerda de ese día?

Estaba de servicio. Éramos 10 contando con el capataz. Era un día normal, monótono, como todos. No llovía exactamente pero había niebla y mucha humedad. Hicimos una ronda en la plataforma porque había aviones por todas partes. Donde cabían 10 aviones se metían 20. Entre uno y otro había muy poca distancia. En Cepsa protestaban porque su camión cisterna casi no pasaba. Hoy en día, con las normas que hay, eso no se podría hacer. Un compañero mío, Manolo se llamaba, quería ir a pedir una postal al KLM. Yo le dije que todos eran iguales, que ya le gente estaba subiéndose y si quería le diera alguna postal de las que yo tenía.

¿Qué pasó entonces?

Yo había visto pasar a los dos aviones por delante de mí. De repente se escuchó una explosión y la torre de control dio la alarma. Cogí el camión de polvo con dos compañeros y cuando llegamos nos encontramos al KLM ardiendo. Tardaríamos unos 50 segundos en llegar.

¿Y al llegar a los aparatos?

El KLM se deslizó por la pista unos 350 metros. Todos nos dirigimos hacia el primero que vimos porque desconocíamos que había pasado por encima el Pan Am. Es lo que cualquiera hubiese hecho en nuestro lugar. Te diriges hacia lo primero que ves. Sabes que el avión estaba despegando y te das cuenta de que se ha caído pero no te imaginas que es porque acaba de pasar a otro por encima. En seguida algunos operarios de Cepsa nos avisaron de que había otro avión. Ni siquiera los controladores podían ver las aeronaves.

¿Qué se hace en una situación así?

Cuando llegamos, lo que urgía era apagar el fuego. El KLM estaba ardiendo por completo, ni siquiera se veía el azul de la pintura. En seguida algunos operarios de Cepsa nos avisaron de que había otro avión, me giré y vi al Pan Am ardiendo por el centro. Entre los gritos de los heridos, de los operarios del aeropuerto y de los equipos de emergencia se escuchaba un bullicio tremendo pero no se entendía nada. Como el fuego no cesaba y el combustible derramado se acercaba cada vez más (la pintura del camión estaba empezando a levantarse), volví al hangar para buscar un camión que quedaba con 10.000 litros de agua de reserva y baje de nuevo. Por el camino me encontré las turbinas tiradas en la pista y el tren desplegado. Los cauchos ardían y el fuego lo arrasaba todo. El aluminio parecía agua. Cuando se despejaba el cielo se veían las columnas de humo bajar hacia Santa Cruz. El humo era negro pero las llamas eran de colores por la cantidad de materiales que se estaban quemando.

¿Qué sucedió al volver?

Cuando regresé prácticamente todo el personal se había dirigido al Pan Am y mucha gente había escapado ya. Mientras, el KLM seguía ardiendo. Pensé que los cadáveres se calcinarían todavía más, me daba pena. Entre otro compañero que apareció con otro camión y yo comenzamos a lanzar agua. Después me fui hacia el Pan Am y comencé a transferir agua a otro vehículo que se estaba vaciando y necesitaba más. Una carga de espuma equivale a dos de agua. Se mezclaban todos los ruidos posibles. Había una señora que, con unas ramitas que encontró, estaba sofocando el fuego en la pierna de su marido. El comandante del KLM estaba de pie delante del avión con un cigarrillo en la boca. No se creía lo que pasaba. La cara que tenía era de tragedia. Estaba en estado de shock.

¿Qué se le pasó por la cabeza en esos momentos?

Todavía no entiendo cómo dos aparatos que seguían prácticamente en tierra pueden chocar de esa manera. En un primer momento pensé que había muerto mucha más gente. Si el KLM iba lleno y no había sobrevivido nadie, podían haber muerto más de 600 personas, más todas las del Pan Am que no habían escapado.

¿Cómo fueron las siguientes horas?

Alrededor de las 10 de la noche, cuando ya había llegado el juez, comenzaron a levantarse los cadáveres. Yo seguía allí porque tuve que buscar un grupo de luz para alumbrar la zona. En el aparato holandés había tres cuerpos que estaban literalmente pegados. La conclusión que saqué fue que se trataba del cuerpo de una señora y sus dos hijos. Uno tendría unos tres años y el otro no más de 5 o 6. Creo que cuando se vio en aquella situación los agarró entre sus brazos y así se quedaron. Los bomberos del cuerpo de Santa Cruz eran los encargados de recoger los restos y llevarlos al hangar. Uno de ellos agarró el cuerpo de uno de los niños y se puede decir que lo arrancó de los brazos de su madre. Una vez lo tuvo en sus brazos no se podía mover. Se quedó paralizado. Eran gente de familia, como cualquiera. Tendría hijos o hasta nietos.

¿Vivir aquello le afectó especialmente?

Me quedó una gran pena después de aquello. Casi todos los días me acuerdo de la tragedia. Al oír un avión, al escuchar un ruido, al ver a un niño (en el aparato holandés viajaban muchos niños)? Me queda dolor también por las personas que sobrevivieron pero perdieron a sus familiares. Tiene que ser triste y muy duro. Esa gente lo habrá pasado mucho peor que cualquier bombero que ayudase ese día. Me alegro mucho por la gente que sobrevivió, pero creo que algunos de esos sufrieron una doble tragedia.

¿Alguna vez vivió algo parecido?

No recuerdo haber visto nunca nada parecido. Una vez hubo un accidente de un Convair 990 de Spanthax en el que murieron 155 personas. Fue a las 7 menos 25 de la mañana del día 3 de diciembre de 1972. Pero con lo de los Jumbos nada que ver. Ver aquel hangar lleno de ataúdes? El padre de un funerario que fue a acompañar a su hijo a llevar cajas se quedó tan asombrado al ver aquello que dijo: el cansancio y la vejez son lo que al hombre atormenta, porque es cuando él se da cuenta de lo que era y lo que es.

¿Qué es lo que más recuerda de ese día?

La secuencia que más recuerdo se produjo cuando me dirigía con el camión a través de los aviones por la rampa y llegué a ver el KLM quemándose. Pensé en cuánta gente podría ir a bordo y pero en ese momento un operario de Cepsa, se llamaba Liborio, nos pidió que fuésemos para abajo, que había otro aparato y que se escuchaba a la gente gritar porque se estaban quemando vivos. Me di la vuelta y vi al avión de la Pan Am quemándose. Eso te impacta. Fue una sensación terrible.

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