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Radiografía del certamen cultural Fracaso de la 33ª edición del evento

Lorenzo falseó las cifras de asistentes al Festival de Música de Canarias

La contabilidad oficial del evento revela que la consejera de Cultura infló los datos sobre el público que acudió a los conciertos

Vista de la sala sinfónica del Auditorio Alfredo Kraus con apenas público durante uno de los conciertos. JUAN CARLOS CASTRO

Nunca la música sinfónica había hecho tanto ruido en Canarias. La 33ª edición del Festival Internacional de Música del Archipiélago fue un sonado fracaso. La interpretación del Réquiem de Mozart, a cargo de la orquesta Mozarteum de Salzburgo, clausuró el 4 de febrero en el Auditorio Alfredo Kraus una de las citas más destacadas de la agenda cultural isleña. Ésa fue la primera y única vez que el festival logró un lleno absoluto, gracias a la obra maestra del genio austriaco, que puso fin a un mes de imágenes desoladoras en salas grandes y pequeñas, donde los asientos vacíos fueron protagonistas. Una y otra vez la consejera de Turismo, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, María Teresa Lorenzo, ha presumido de que esta edición ha tenido más público. Pero mintió. Una auditoría desvela el descontrol de las cuentas y el fiasco de asistencia, a pesar de que los precios de los abonos y localidades sueltas se redujeron a la mitad y se regalaron miles de entradas.

Hace un año, Lorenzo y el coordinador del festival, Nino Díaz, presentaron un cambio de modelo programático de esta muestra, más popular y caracterizada por una mayor variedad y un amplio repertorio de cámara y sinfónica. El principal encuentro con la música clásica en el Archipiélago dio entonces un giro de 180 grados a fin de captar nuevo público, pero la respuesta social fue diametralmente opuesta a la deseada y ha sido generalizado el malestar por la programación diseñada. Desde el primer minuto la transformación del festival ha estado envuelta en críticas, agravadas a su término por la deficitaria gestión de recursos públicos.

Butacas vacías

Tras más de tres décadas, el festival entró en declive este año y lejos de incrementar la oferta cultural, se multiplicaron las butacas vacías y, al mismo tiempo, se generó el desfase presupuestario de la cita musical más importante de Canarias.

Un intenso mes -del 7 de enero al 4 de febrero- con 88 conciertos dibujan un balance final negativo. El prestigio de las 32 ediciones anteriores se ha roto. Esta vez el consolidado evento no cautivó al público.

El festival nació el 11 de enero de 1985, fecha en que Canarias se incorporó al circuito de grandes festivales musicales europeos con 110 conciertos. El encuentro contó con 30 millones de pesetas, que hoy en día, por la inflación acumulada, equivaldrían a unos 516.000 euros. El presupuesto para la trigésimo tercera edición ascendió a 1,9 millones de euros, cuantía que en realidad superó los 2,3 millones -uno de los más caros-, por los 410.000 euros de déficit que anotó.

Una auditoría evidencia contradicciones en relación a la información que dio la consejera en la rueda de prensa del 10 de febrero para valorar el festival. En aquella ocasión, Lorenzo vendió que el evento musical atrajo a más público. No fue así. De los últimos años, esta edición es la que menos ocupación por concierto obtuvo. Y eso que este año se aumentaron hasta 88 los recitales frente a los 43 de la temporada anterior.

La titular regional de Cultura afirmó en febrero que acudieron 30.666 espectadores al festival, sumando las invitaciones, por lo que sólo 23.114 asistieron a conciertos de pago (incluidos los abonados). Por tanto, algo menos que en 2016, cuando hubo 23.535 asistentes a los conciertos, la mayoría pagando.

Hace cinco meses Lorenzo cifró en 5.128 las personas que accedieron a los actos con invitación (medios de comunicación, críticos, patrocinadores, alumnos de conservatorios...). A los conciertos gratuitos fueron, según sus cálculos, 5.345 personas y se contabilizaron otras 2.207 en actividades paralelas al festival. Sin embargo, los números no cuadran. Un informe de Canarias Cultura en Red, encargada de la gestión del festival, desvela incongruencias respecto a los datos aportados por Lorenzo en febrero, pues en lugar de 23.114 espectadores, como ella expuso, la contabilidad oficial registra apenas 14.498 asistentes a los conciertos de abono y fuera de abono, es decir, 8.616 menos.

Si se diera por buena la cifra de 5.128 invitaciones, sumarían 19.626 espectadores, un dato muy inferior al anunciado por la consejera y que coloca al festival en un mínimo histórico, después de que en 2014 se contabilizaran 18.890. Claro que en aquella ocasión el festival sólo ofreció 26 recitales. Lorenzo infló los datos y el número de invitaciones implica que el 26,12% de los espectadores fue a los actos con entradas regaladas.

Es más, respecto a los espectáculos gratuitos desarrollados en esta última edición no hay datos que avalen los ofrecidos por la consejera y, de hecho, hay fotografías que demuestran que a determinados eventos no acudieron tantas personas como se aseguró.

Esta polémica edición se saldó con un déficit de 478.300 euros, aunque la cifra ha bajado a 410.000 tras recibir una subvención de 68.000 euros por parte del Ministerio de Cultura, a través del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (Inaem).

Con un presupuesto de 1.953.175 euros, de los que 1,3 millones fueron aportados por el Ejecutivo regional, este déficit obedece a la merma de ingresos previstos, ya que se recaudaron 163.000 euros menos de los calculados, y hubo un desvío de gastos que se elevó a casi 185.000 euros.

El festival no tuvo el impacto en venta de abonos y taquilla que se vaticinó. El informe interno revela que los ingresos por la venta de abonos cayeron un 52,11%, al pasar de 229.750 a 110.022 euros. También la asistencia sufrió un descenso del 22,27%, de 1.064 a 827 abonados.

En concreto, la venta de abonos se redujo en Gran Canaria un 57,98% en relación a 2016, al pasar de 136.380 a 57.305 euros. Asimismo, en aforos que ocupan en total 1.494 asientos, en la temporada anterior se vendieron 643 abonos, pero esta vez 419, un 35% menos.

Igualmente, en Tenerife se produjo un descenso del 43,54% en la recaudación por venta de abonos hasta los 52.717 euros, cuantía que dista mucho de los 93.370 euros ingresados en 2016. En esta isla se ofrecieron abonos para ocupar 1.532 asientos -aforo total- y sólo se llenaron 408, un 3% menos en relación a la temporada precedente.

En cuanto a los gastos para cachés, dietas y similares recogidos en la contratación, se presupuestaron 1.134.505 euros, pero se rebasó en 173.923 euros debido sobre todo al retraso en la contratación de las orquestas y errores en la planificación, controlada por personal externo a Canarias Cultura en Red.

El origen del desvío tiene que ver con el incremento de hospedajes por problemas en la conexión de vuelos, el aumento de cachés y de actuaciones respecto a las inicialmente programadas, el alquiler de instrumentos y el uso de hoteles de superior categoría por falta de plazas, entre otras causas.

Llama la atención la desviación de 64.568 euros de los conciertos de la Orquesta Sinfónica de Tenerife (OST) y la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria, dedicados a los Gurrelieder, de Arnold Schönberg, con la intervención del Coro Filarmónico Eslovaco, el Coro de la Ópera de Tenerife y un elenco de solistas. Para tal espectáculo se habían previsto 160.780 euros, pero costó 225.348 euros. En ello influyó especialmente el desfase de 35.740 euros en la contratación de los cuatro cantantes y que el importe estipulado para el coro tinerfeño se excedió en 25.684 euros.

En el estudio comparativo de los gastos resalta un agujero de 25.209 euros por las actuaciones de Ensemble Mosaik y otros 24.633 euros de la Academy of Ancient Music. Las actuaciones de la orquesta Mozarteum de Salzburgo generaron un déficit de 13.158 euros, al elevarse de 249.478 a 262.636. Buena parte de ello debido a 9.478 euros imprevistos en dietas.

A ello se une el sobrecoste de 20.493 euros de la Banda Municipal de Las Palmas de Gran Canaria, acompañada por una solista, y el déficit de 44.915 euros en los conciertos de la OST en Tenerife y Lanzarote, ejemplo del desastre económico del festival.

El empeño de Cultura por revisar este año el festival derivó en un caos. Las estadísticas ponen en entredicho la gestión de la consejera, María Teresa Lorenzo, y trastocan las cuentas del Gobierno autonómico, hasta el punto de que si la Consejería de Hacienda no puede asumir el déficit provocado por el festival, el dinero tendrá que salir de fondos ya comprometidos para otras actuaciones previstas para lo que resta de año. La pésima dirección del evento musical y sus contradicciones dejan en el aire la continuidad en el Gobierno de Lorenzo, que estuvo a punto de ser reprobada en el Parlamento en marzo, pero lo esquivó, y se enfrenta ahora a su posible destitución.

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