Es una historia de generosidad en una etapa muy complicada, porque el Cabildo estaba cargando con las competencias sanitarias, y fue posible sumar esfuerzos para dar impulso a las políticas culturales. Una generosidad extensible a los artistas y a la sociedad civil que arrimó el hombro en aquellos años, los que entendieron que había que estar ahí y en ese momento". Francisco Ramos Camejo, que fuera consejero de Cultura del Cabildo de Gran Canaria en los años que se forjó el proyecto del CAAM, con Carmelo Artiles en la presidencia. En esta entrevista, habla del complejo entramado económico y artístico que hubo de cimentarse para construir en la Isla el que iba a ser en 1989 el tercer museo de arte contemporáneo en España.

- ¿Cómo se comenzó a gestar el proyecto del CAAM? ¿Existía entonces la urgencia de poner en marcha un museo de estas características?

- Había una inquietud que venía de antes de que llegara el PSOE al Cabildo, una intencionalidad de crear un museo de arte contemporáneo en aquel edificio. Existía un inmueble que estaba a medio construir en la calle Los Balcones que poco tenía que ver con un centro museístico por su estructura y distribución. Lo que hicimos fue canalizar esa inquietud, y comenzamos a reunirnos con los artistas que entendíamos que había que hablar.

- ¿Cuál fue la secuencia de aquellos encuentros hasta que el proyecto tuvo visos de ser una realidad?

- Recuerdo varias reuniones que hicimos en la Casa de Colón en las que se fueron recibiendo sugerencias. Los encuentros que mantuvimos en Madrid, que comenzaban por convencer a Martín Chirino. Estamos en 1984, y en aquel momento estaba considerado como uno de los grandes de la cultura dirigiendo el centro más potente, que era el Círculo de Bellas Artes. Nos reunimos con gente que nos parecía importante, desde José Luis Fajardo hasta Paco Jarauta, artistas del grupo El Paso, críticos, y en general había una idea de que nos enfrentábamos a una gran aventura: el hecho de colocar un centro de arte en la periferia de la periferia. En aquel momento habían dos espacios de referencia en toda España, el Reina Sofía, el IVAM, y el CAAM aspiraba a ser el tercero de los grandes. A todos les parecía una propuesta un tanto loca, sobre todo por la exportación de la obra de arte, una asignatura todavía pendiente, que dejaba claro que traer una exposición importante a la Isla era poco menos que imposible. Y había una parte importante que fue la actitud que mantuvo Carmelo Artiles como presidente del Cabildo, y de Carmelo Padrón desde el punto de vista arquitectónico. Hubo que poner en marcha la parte constructiva. Hicimos un concurso por cátedras, no por arquitectos, que era algo extraño para aquel tiempo, y en ese sentido tengo que resaltar la colaboración de gente como Félix Juan Bordes y la Escuela de Arquitectura, y resto de escuelas de España y el mismo Sáenz de Oiza a través de su cátedra, que fueron bastante generosos para venir a este rincón. Y tuvimos también la suerte de conectar con una cabeza tan importante como el arquitecto portugués Álvaro Siza Vieira, que quiso venir a juzgar un concurso tan extraño como éste.

- El proyecto que ganaba finalmente en 1985 era el de Sáenz de Oiza.

- Sí, se hizo la exposición, y cualquiera de los proyectos estaban muy completos para el museo que queríamos, pero la idea que más se valoró fue la de Sáenz de Oiza, y que fue con la que tiramos hacia adelante. Este hombre se involucró no sólo en la arquitectura del espacio, sino en lo que él quería que comunicara el propio espacio. Su sabiduría fue determinante para intervenir en un espacio de ruptura y de futuro. Había que respetar la fachada, pero en el interior había que hacer convivir con ese escorzo hacia la arquitectura canaria, que de hecho aunque él hablaba de la "caja dentro de la caja" tiene un toque también de patio canario y el puente entre islas que representa la pasarela en la caja central del edificio.

- ¿Martín Chirino tuvo clara desde el principio su vinculación al proyecto y la defensa del discurso de tricontinentalidad que defendía el CAAM como seña de identidad?

- El trabajo de Martín fue inconmensurable. Tenía claro que no hablábamos de un museo al uso, queríamos un elemento rompedor. Era consciente de que la colección del CAAM se tendría que construir con mucho esfuerzo e inversión, y no se podía. La generosidad de Chirino no solo fue la de involucrarse en la génesis y exportar su crédito, sino lo que supuso para las conexiones nacionales e internacionales. Hubiera sido imposible ponerlo en marcha sin él. Fue como la llave que nos abrió el camino. Había un trabajo político, que es el que podíamos hacer nosotros, pero sin Martín hubiera sido imposible, al igual que otras personas del equipo que se vaciaron con el proyecto. Ahí estaba Hilda Mauricio, que hizo un trabajo tremendo. Y todo ese discurso de la tricontinentalidad fue un poco la palanca en la que tratamos de apoyarnos para mover y remar en aquel tiempo, era lo que ejercía de singularidad y nos hacía atractivos desde esa periferia en la que estábamos, además de reforzar cuestiones como lo que había significado por ejemplo el movimiento surrealista, con todo lo que generó Gaceta de Arte y la figura de Westerdahl. No es de extrañar que la primera exposición, con la que se estrenó el CAAM, fuera el Surrealismo entre el viejo y el nuevo mundo, y que venía a dar sentido al planeamiento y defensa al proyecto.

- ¿Cómo encaja la creación canaria en el recorrido inicial del centro?

- La segunda idea era cómo contextualizar, elevando y colocando, la figura de los creadores canarios. En las siguientes propuestas colocamos a Néstor, o el indigenismo con Voces de Ultramar con todos los representantes de la Escuela. Una de las funciones del CAAM era colocar la obra de los canarios en el mundo entero, y más allá de los referentes obvios.

- ¿La historia del CAAM en estos 20 años invita a reflexionar si los distintos gobiernos han distorsionado los objetivos y el discurso fundacional?.

- Más allá de lo que haya ocurrido en las diferentes etapas políticas que no entro a juzgar, a estas alturas sí habría que pensar qué ha significado para esta tierra. Está claro que el CAAM no logró su encaje en la sociedad, no lo logramos en el tiempo. Es una asignatura sin cerrar, a pesar de que casi un millón de personas haya pasado por el CAAM en estos 20 años. El dinamismo del CAAM se ha mantenido y su discurso ha estado acorde a su tiempo. El centro está en reconversión hacia una fundación que es indispensable para aunar voluntades, con un nuevo director que, desde mi punto de vista, no debe perder de vista la atlanticidad, un elemento identitario, que si lo perdemos será un centro de arte más. Y me pregunto ¿cómo es que no se discutía la necesidad de un documento de buenas prácticas en los años que comenzamos con el CAAM? ¿ Por qué ahora, para evitar la injerencia de quién sobre quién? Hay una realidad que no entiendo de "liberar" a la dirección artística de influencias "nocivas".