Malí se resquebraja. El país africano sufre desde enero del pasado año el azote de grupos de islamistas radicales. El enfrentamiento histórico de los rebeldes fundamentalistas con las autoridades han sido una constante desde la independencia del país, hacia 1960, pero en el último año los rebeldes han pasado a la acción. En marzo de 2012, y con un golpe militar de por medio, la ofensiva de los radicales fue a más con la ocupación de las principales ciudades del norte. El conflicto impulsado por el llamado Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA) prendió la mecha para instaurar el Estado Islámico de Azawad, con el apoyo de fanáticos como los salafistas de Ansar Dine, y otros islamistas radicales cuyas ansias de ocupación iban más allá, hacia la capital Bamako, e instaurar a sangre y fuego un régimen que amenaza con derruir al país. Una regresión social y política fruto de la expansión de los fanatismos y que, pese a la intervención militar internacional, deja herida de muerte a la cuna musical de África.

El régimen islamista propugnado por los rebeldes de Azawad ha puesto del revés a este país con una población de 1,5 millones de personas. En esta guerra por el control de los territorios del norte, cuyo desenlace se desconoce cuando llegan noticias de amagos y retiradas parciales de los rebeldes con la respuesta de países como Francia, ha tocado la línea de flotación de la cultura de Malí y su inmenso legado musical. Nadie, de Niafunké a Tombuctú, se ha salvado en los últimos meses de la ira de los radicales. Ser músico en Malí a día de hoy es una profesión de riesgo.

Es sin duda "la capital musical del continente" cuyos artistas son sobradamente conocidos en Canarias gracias a la labor de promoción que realizó en Gran Canaria el festival Womad desde 1993 hasta 2011. Para una gran mayoría de ellos, Womad fue la gran puerta atlántica al mercado europeo, y paraguas internacional en la que alzar la voz en contra de los fanatismos que amenazan a Malí y a sus actores culturales. "Es una gran isla rodeada por el Sahara y el África Negra, el gran país fronterizo con muchas etnias que le da al país una riqueza musical tremenda", apunta Carlos Fuentes, periodista palmero especializado en cultura africana, colaborador habitual de música étnicas en la revista Rockdelux y responsable del blog y programa musical on line Semilla Negra en el portal de Casa África. Explica Fuentes, que conoce bien el territorio y sus protagonistas, que "los artistas de Mali han desarrollado una carrera más sobresaliente en la calidad que en la cantidad y la música juega un papel importante en la sociedad", y se refiere a músicos como Afel Bocoum, discípulo del patriarca del blues africano, Ali Farka Touré, quien marchó a Bamako tras la ocupación de Niafunké, la región a la que Ali Farka Touré dotó de servicios con dinero propio al convertirse en su alcalde.

Para entrar en materia y calibrar en su contexto la importancia de Ali Farka Touré en la música del continente vecino, el John Lee Hooker africano, basta con reparar en producciones mayúsculas firmadas por Farka Touré como Red/Green, que recupera trabajos de 1979 y 1988; Radio Mali, con grabaciones entre 1970 y 1978, African Blues, The River, Niafunké o las colaboraciones con Taj Mahal en The Source y con Ry Cooder en Talking Timbuktu. Recuerda Carlos Fuentes que en pueblos como éste, en Niafunké, donde "cada rincón era una verbena" con la música siempre presente, "están ahora los hospitales ocupados por los rebeldes". De la música, ni hablar por supuesto. Nada será como antes. Como prueba, el que el Festival del Desierto, traslade en el mes de febrero su decimotercera edición a la vecina Burkina Faso.

Pese a la clandestinidad a la que los rebeldes han empujado a la música en el norte de Malí, artistas que han traído su música a Gran Canaria al abrigo de Womad, como el mentado Salif Keita, el gran reclamo maliense y africano de la primera edición del festival en la playa de Las Canteras en 1993, y que repetiría años después en 2005, otros frecuentes a Womad como el propio Afel Bocoum, Bassekou Kouyaté, Toumani Diabaté y Oumu Sangare - notable empresaria importadora de vehículos y alimentación con sede en Bamako-, entre otros, permanecen en el país pese a las amenazas.

En este contexto, merece especial atención reparar en artistas como Tinariwen, herederos del pulso de Ali Farka Touré, quien pisó Gran Canaria en 1996 cuando Womad se trasladó a Playa del Inglés -su hijo Vieux Farka Touré vendría en la edición de 2009, tres años después de la muerte del patriarca, acaecida en marzo de 2006-. "Tinariwen son antiguos miltantes de la causa tuareg que se refugiaron en Libia y ahora también son víctimas de aquel discurso", subraya Carlos Fuentes. Estos tuaregs que cambiaron los Kalashnikov por guitarras Fender (presumiblemente pagadas por Gadafi, según la leyenda), dejaron su impronta en Womad mientras se hacían merecedores de reconocimientos internacionales, como bien recuerda Dania Dévora, directora de Womad en España. En dos ocasiones estuvieron Tinariwen en Santa Catalina, y algunos de sus discípulos como Terakaft o los nigerianos de Toumast, amplificadores del blues hipnótico de Ali Farka Touré.

"Espero que la delicada situación política del país no afecte a la cantidad de artistas que, conscientes de su poder como transmisores de la palabra a través de la música, rechazaron las mieles de la industria occidental, y optaron por abrirse al mundo usando su tierra como base de operaciones", afirma Dania Dévora. Como dato revelador, la directora de Womad se remite a la visita al festival de Afel Bocoum. "Recuerdo que ese fue uno de los mensajes que un Afel Bocoum muy serio y responsable quiso transmitir a todos los periodistas que se acercaron a la rueda de prensa que dio en Las Palmas de Gran Canaria con motivo de su participación en nuestro Womad. Ante la salida fácil de escapar hacia otros lugares, Bocoum animaba a la juventud maliense a poner su energía y su talento para volver a convertir al país en un lugar rico y pacífico". Sin duda, y en opinión de Dévora, "la música de Malí ha demostrado ser una de las más ricas, profundas e inspiradoras de las últimas dos décadas. Mucho y muy bueno nos ha llegado y nos sigue llegando desde Malí, empezando por Salif Keita, que ya ejerció de embajador de la música africana cuando casi ningún ojo occidental se dignaba a mirar hacia ese continente, hasta gente como Amadou et Mariam o Tinariwen". Amadou et Mariam son una pareja de músicos ciegos cuya música de raíz bluesera captó la atención de Manu Chao y les abrió el mercado internacional gracias a trabajos como Dimanche à Bamako (2006), producido por el ex Mano Negra.

Proyectos discográficos

El empuje de sellos como Real World, World Circuit y lógicamente Womad, han sido determinantes en dar visibilidad a los artistas malienses y obligar al mundo occidental a fijar su mirada en el país. Por citar algunas referencias discográficas, el proyecto Mali Music, en el que Damon Albarn (Blur) reunió en 2002 a artistas como Afel Bocoum y Toumani Diabaté & Friends; el más reciente AfroCubism, de 2010, que retomaba la idea original de Buena Vista Social Club, impulsado por el guitarrista y productor Ry Cooder, y lograba unir a Eliades Ochoa con Toumani Diabaté, Bassekou Kouyate, Djelimady Tounkara, Kasse Mady Diabaté y Lassana Diabaté; y especialmente revelador, el documental Martin Scorsese Presents the Blues - Feel Like Going Home (2003), donde el bluesman Corey Harris, que también dejó huella en Womad, traza los vasos comunicantes en los ríos Misisipí y Níger, y viaja a Malí para encontrar las raíces del blues de mano de Ali Farka Touré y Salif Keita.

Los artistas malienses no han bajado la guardia ante el atentado cultural que se viene cocinando por los rebeldes. Voces como Rokia Traoré claman por la urgencia en mantener viva la música como espina dorsal del país y elemento vertebrador. Desde París, Londres o Bamako, el mensaje se repite en las últimas semanas. "Me consta que Salif Keita, al frente de la Asociación de Artistas, Productores y Editores de Malí ha estado organizando eventos solidarios a favor de los desplazados por el conflicto que vive el país; y que Tinariwen transmiten desde su cuenta de twitter mensajes de tranquilidad a sus fans de que se encuentran a salvo en su país", apunta Dania Dévora. Keita es también actualidad por la edición de su último trabajo discográfico, Tale, que se publicaba en diciembre del pasado año, y continúa siendo la gran voz de referencia desde que se diera conocer en 1987 con su celebrado disco de debut Soro.

"Womad siempre fue consciente de la inagotable fuente de talentos de Malí, y raro era el festival que no incluía a uno de los muchos artistas en boga de ese país. Así, podemos estar orgullosos de haber contado en el Womad canario con la presencia de todos los antes mencionados, y muchos otros igual de reivindicables: Afel Bocoum, Bassekou Kouyate, Habib Koite, Oumou Sangare, o Toumani Diabate", detalla la directora del festival. A éstos, habría que añadir a la joven Fatoumata Diawara, natural de Costa de Marfil y de raíces malienses, cuya música parte de la tradición wassoulou del suroeste de Mali, que tuvo en Oumou Sangare proyección fuera del país, y que Diawara fusiona con ritmos del soul y jazz. Fue el festival Heineken Jazz & Mas quien la trajo a la capital grancanaria hace dos ediciones en lo que fue su primer concierto en tierras europeas.

Volviendo de nuevo a Womad, el festival de las músicas del mundo que dio voz a los artistas de Malí en Canarias y Europa, será difícil que estos artistas regresen a las Islas bajo este proyecto toda vez que en 2012 no se celebró al decidir el Ayuntamiento de la capital grancanaria que por razones económicas y tras 18 ediciones, no podía asumir por mas tiempo su condición de principal patrocinador. "Sin duda, un Womad canario en estos momentos serviría como altavoz para que muchos de estos músicos siguiesen haciendo valer su mensaje a través de su arte; algo que, por otra parte, llevan haciendo durante años, porque pese a que la situación se ha recrudecido en estos momentos, la historia de Malí está llena de luchas y crisis internas", argumenta Dania Dévora. Y aunque desde la dirección de Womad "nunca hemos pretendido que el festival ejerza de activista político de manera directa, pero sí en expresarnos a través de nuestros artistas, y hacer que sea la música y el arte la que sirva de herramienta para promover la tolerancia, la igualdad y en definitiva, la necesidad de imponer el respeto a los Derechos Humanos".