¿Cuál fue su intención a la hora de escribir Apariciones?

En realidad el libro salió sin proponérmelo de antemano, lo cual es una afirmación bastante ambigua, porque desde el momento en que se escribe algo es con el deseo más o menos consciente de verlo publicado algún día. Mi intención ha sido la de otorgar al lector un entretenimiento y la posibilidad de saltar de un tema a otro sin cambiar de capítulos. Ello era más interesante que dividir el libro por materias. Lo que he escrito han sido pensamientos repentinos, que se me han ido ocurriendo de manera azarosa, por ello lo he titulado Apariciones, porque han surgido a partir de una lectura, un viaje, una visión, etc. En cuanto al subtítulo, Notas de una exposición, no me estoy refiriendo con ello a una exhibición artística, sino a que mi obra consiste en una exposición de notas. Después de terminarlo he seguido escribiendo de manera parecida y si dentro de un tiempo hay material suficiente podría publicar otro libro semejante a éste.

En esta obra se atreve a criticar a autores que son considerados auténticas vacas sagradas como Thomas Mann.

Debo de aclarar que a la vez que no tengo ningún inconveniente en expresar mi opinión, tampoco me niego a reconocer que pueda estar equivocado. Refuto la opinión de determinados críticos como los que consideran que el magnífico final de la novela Victoria de Joseph Conrad es muy repentino. En cuanto a Thomas Mann, hay que reconocer que es uno de los grandes popes de la literatura alemana. Es sorprendente su poder creador para tomar una historia bíblica tan pequeña que ocupa unas líneas y convertirla en su obra más voluminosa José y sus hermanos. Esta novela que ocupa varios tomos es estimable como una gran construcción, pero muchas veces cae en el absoluto ridículo. Por ejemplo el dialogo entre José y Nut-em-enet, la esposa de Putifar, contiene expresiones tan cursis que ni siquiera aparecen en las novelas románticas de Corín Tellado. Las grandes obras de Mann son sus novelas cortas como La muerte en Venecia.

También critica la obra de autores menores como es Carmen Laforet.

De Carmen Laforet critico su infecundidad creadora. Fue una escritora absolutamente frustrada. Escribió Nada, una exitosa novela de recuerdos juveniles sobre una joven que va a Barcelona a estudiar en la universidad y vive una existencia miserable con sus tíos. Se trata de una autobiografía novelada, hasta el punto de que cuando se publicó su familia se llevó un gran disgusto, porque reconocieron en los caracteres a personas reales. Luego no escribió otra cosa que valiese la pena. Cuando las vivencias no le permitieron crear algo más, garrapateó una novela como La isla y los demonios, ambientada en Gran Canaria, y La mujer nueva que recoge su conversión religiosa. Antes de morir retuvo la prueba de imprenta de su última novela Al volver la esquina y no se la entregó al editor. Cuando se publicó póstumamente se demostró que había hecho bien, porque es muy mala. Quizás hubiera hecho mejor no escribiendo otra cosa después de Nada, como hizo Juan Rulfo tras su novela Pedro Páramo. Mario Vargas Llosa ha escrito tres novelas geniales y el resto es cada una peor que la anterior. Frente a un Rulfo hay centenares de Vargas Llosa, porque una vez que se ha logrado el éxito ¿Quién se puede resistir a continuar explotándolo?

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