No se me ocurre mejor título para atraer al lector ávido de emociones fuertes que el que lleva la última obra de Hideshi Hino. Y, ciertamente, el genio del horror nipón no defrauda a nadie con una historia tremendista que, al igual que en El niño gusano o Las noches de Zipango, ha sido realizada con un estilo tan crudo como austero e inquietante. El lector puede albergar cierta simpatía hacia ese ser que, aunque carezca de constantes vitales, muestra gran elocuencia.