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Entrevista | Ricardo Iniesta

"La energía de los personajes de 'Marat Sade' es una ciclogénesis explosiva"

"Marat/Sade' ha sido la obra más compleja, porque coloca a nueve actores trabajando sobre la locura", afirma el director teatral y dramaturgo

"La energía de los personajes de 'Marat Sade' es una ciclogénesis explosiva"

1808, el Marqués de Sade, recluido en el manicomio de Charenton, dirige un montaje ambientado en la Revolución Francesa, en 1793, protagonizado por los internos, que culmina con el asesinato de Jean-Paul Marat, y que, a su vez, es narrado hoy, en 2018, en un ejercicio de teatro dentro del teatro. ¿Diría que Marat/Sade es su apuesta más compleja o ambiciosa?

La más compleja y dificultosa, sin duda, aunque, al mismo tiempo, muy satisfactoria. Ahora estamos precisamente con otra que está siendo tan o casi igual de compleja, que es el Rey Lear, de Shakespeare, pero Marat/Sade ha sido hasta ahora la más compleja y la más extenuante, porque se trata de colocar a nueve actores en el trabajo sobre la locura. Y realmente ha habido momentos en los que hemos rayado la locura, a pesar de que no trabajamos ni sobre la psicología, ni sobre los estados anímicos, pero es tan fuerte la energía en los personajes de Marat/Sade que nos ha envuelto a veces en una especie de ciclogénesis explosiva.

¿Ese rompecabezas en que se trenzan temporalidades y se desdoblan personajes resulta fácil de seguir para el espectador?

En realidad, embarca al propio espectador. Estas tres temporalidades funcionan como una matrioska, que relaciona el asesinato de Marat en 1793, con la representación de la obra que dirige Sade con los enfermos del psiquiátrico, como hizo efectivamente en la vida real, en 1808, y relaciona todo esto con el 2018, que es hoy en día, cuando todo esto llega a los espectadores, porque hay unos personajes que están hablándole al público de hoy. Y entonces, los propios enfermos y el director de Charenton se meten dentro del patio de butacas y se dirigen al público real, contándole las peripecias de aquel tiempo. Y luego, todo esto se hilvana con más de 20 temas musicales en escena interpretados y bailados en vivo.

El texto de Weiss refleja el choque entre el individualismo de Sade y el colectivismo de Marat. ¿Esta denuncia contra la corrupción del poder es lo que dota de vigencia a la propuesta?

Exactamente. Si miramos atrás, Marat/Sade se ha hecho cada década. En 1968, la hizo Adolfo Marsillach, y fue una bomba cuando se hizo, en el Teatro Español; y a comienzos de los 70, lo hizo una compañía de Cádiz, que fue muy polémica, en pleno franquismo. Sin embargo, ya en los años 80, 90 y 2000, cuando la acometieron el Centro Dramático Nacional y el Centro Catalán de la Generalitat, aquello pasó con más pena que gloria, porque apenas giró por el país. Sin embargo, en esta ocasión, cuando la estrenamos en 2015, ha vuelto a pegar muy fuerte y hemos recorrido ya medio país por las ciudades principales, donde hemos recogido un verdadero entusiasmo por parte del público. Yo creo que hay un factor claro, que es la calle, porque en los años 60 y 70 la gente salía a la calle a pedir libertad y, ahora, décadas después, la gente vuelve a salir a la calle, no ya pidiendo libertad en este caso, sino pidiendo igualdad, ya sea entre géneros o entre colectivos. Por tanto, el poder del pueblo en la calle vuelve ser emergente, lo cual hace que Marat/Sade sea ahora mismo una obra tan vigente. Y el dilema que plantea la obra es precisamente esa dicotomía entre el individualismo atroz que representa Sade y el colectivismo que representa Marat. Después de décadas desaparecida en combate, la idea del colectivismo parece que ha vuelto a reivindicarse frente al individualismo, que va a llevar al planeta al exterminio, como decía Stephen Hawking el año pasado, antes de morir.

¿En qué medida ha querido universalizar la obra, tanto en el tiempo como en el espacio?

Pues he querido universalizarla en el tiempo a partir de la idea de luchar por la igualdad y la libertad, lo cual ya estaba en la Revolución Francesa, al igual que la fraternidad, que es una tercera consigna que es también muy importante, porque es la que crea esa empatía y esa solidaridad que cantaba Nacha Guevara: "en la calle, codo a codo, somos mucho más que dos". Me gusta esa idea porque, cuando somos individualistas, somos mucho menos que uno, no somos nada, porque nos tienen totalmente controlados. Y esta es una idea absolutamente universal hoy en día, porque no vale la libertad si no hay igualdad, como sostiene Marat en la obra, y esa es la consigna principal que abordamos en esta obra.

Su compañía, Atalaya Teatro, frecuenta los lenguajes de la épica brechtiana y el teatro de la crueldad artaudiano, ambos muy presentes en Marat/Sade. ¿Esta es la obra con la que más se identifica la compañía?

Realmente, hay tres lenguajes de Atalaya que están muy presentes en la obra, que son los que nosotros manejamos en nuestros espectáculos muchas veces, pero con más dominio de unos sobre otros. Sin embargo, en este caso, están muy presentes los tres y eso se manifiesta de forma especial en esta obra. Uno es el teatro político de Brecht, al que nosotros hemos representado en numerosas ocasiones -de hecho, nuestra versión de La ópera de los tres centavos vivió su estreno absoluto hace 12 años en el Festival de Teatro y Danza de Las Palmas de Gran Canaria-. El otro es teatro de la crueldad de Artaud, que está presente también en esta obra con imágenes y con situaciones realmente muy llevadas al límite en torno a esa idea de la crueldad, que comporta físicamente un trabajo y una energía muy fuerte por parte de los actores, casi al borde de la resistencia. Por último, el teatro grotesco de Meyerhold, que mostramos en nuestra versión de Divinas Palabras, de Valle-Inclán, que representamos en el Cuyás hace siete años, y que es algo también muy nuestro, y que en los tres casos, llega tanto al espectador en Las Palmas como en Pekín, en Canadá o en Moscú.

Atalaya Teatro cumple 35 años de trayectoria y una década con el Centro Internacional de Investigación Teatral (TNT), que promueve la formación, investigación y creación teatral. ¿En qué momento se encuentra la compañía después de la tentativa de irse a Madrid en 2016?

Yo creo que la compañía se encuentra en su momento más dulce, a pesar de que la situación económica hace, constantemente, que se mueva el piso por debajo de nosotros. Sí, en más de un momento hemos estado tentados o a punto de trasladarnos a Madrid, pero luego también hemos encontrado por parte la Junta de Andalucía y del Ayuntamiento una cierta disposición para poder darnos más esperanza para seguir aquí. Pero artísticamente es nuestro momento más dulce, aunque culturalmente nos encontremos en un momento tan complicado, porque hemos estrenado muchos espectáculos y hemos optado a los premios más importantes. También somos conscientes de que vivimos en la periferia y que muchos premios, aquí, no van a llegar, aunque tenemos el Premio Nacional de Teatro, que es el mayor al que podíamos esperar. Con todo, el mejor premio que tenemos es que un montaje como Marat/Sade vaya por todo el país y que despierte ese gran entusiasmo entre el público.

Alguna vez ha dicho que uno de los retos del teatro es atraer al público joven. ¿Cómo ha sido la respuesta a Marat/Sade?

Lo que hemos visto es que en las grandes ciudades como Barcelona, Málaga, Valladolid, Valencia, Sevilla o Zaragoza, el público joven también está presente en los teatros. En otras ciudades es evidente que hay un público mayor, en el que es muy difícil arrastrar a los jóvenes. Sin embargo, yo creo que un espectáculo como este, tan dinámico, con tanta energía y tantos temas musicales, es muy atractivo para el público joven. Yo entiendo que, desde el punto de vista de los jóvenes, el teatro puede llegar a ser aburrido o antiguo, como me sucedió a mí cuando era adolescente y empecé a ser teatro, porque lo percibía como algo caduco, pero en apuestas como esta, en las que el teatro conecta con el espíritu rebelde, con esa energía y con esa fuerza de imágenes y de música en vivo, y en las que te arrastran los actores con esa potencia, creo que a los jóvenes les llega, y funciona, y hace que vuelvan al teatro.

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