El Comité Ejecutivo de la FIFA se ha decantado por mayoría absoluta por la Candidatura de Rusia para ser la sede del Mundial de 2018, apostando por ampliar las fronteras del fútbol y por ayudar a la consolidación de un nuevo país.

Joseph Blatter anunció a la ganadora a las 16.37 horas, para algarabía de la delegación rusa, liderada por el viceprimer ministro, Igor Shuvalov, ante la ausencia de Vladimir Putin, el director de candidatura, Alexei Sorokin, y la atleta Yelena Isinbayeva. "De acuerdo con mis noticias, la primera en caer ha sido Inglaterra, y a continuación, ya ha ganado Rusia por mayoría absoluta", confirmó el director de la candidatura Ibérica, Miguel Ángel López.

La FIFA apostó por innovar y por abrir fronteras hacia países económicamente poderosos con la elección de Rusia y Qatar como organizadores de los Mundiales de 2018 y 2022, respectivamente, en una elección en la que ambos países fueron siempre por delante en todas las votaciones.

La designación más comprometida de la FIFA, que necesitó dos votaciones para determinar el organizador de 2018 y cuatro para el de 2022, echó por tierra la utilidad de la comisión de evaluación de la propia FIFA y su informe, así como las presentaciones previas a la elección.

Rusia, la única candidata a 2018 a la que la evaluación de FIFA reprochó un "alto riesgo" en transporte por sus aeropuertos y conexiones internacionales, la que menos oferta de entradas presentaba (3.141.000) y la que más estadios debe construir, 13 nuevos de los 16 que propone, con renovación en los otros tres, se impuso a los sólidos proyectos de Inglaterra y la Candidatura Ibérica (España y Portugal).

La FIFA infligió su particular castigo a la candidatura de Inglaterra. Los únicos dos votos que recibió fueron la respuesta a la campaña desplegada por la prensa inglesa para airear corrupciones dentro de esta organización y que obligó a ésta a suspender a dos miembros de su ejecutivo.

La conjunta de Bélgica y Holanda, a las que se daba por eliminada en primera ronda, pasó a una segunda votación en la que curiosamente perdieron dos de los apoyos que captaron de inicio y que se fueron a Rusia para lograr una mayoría suficiente y evitar así una final frente a España-Portugal.

Para obtener mayoría absoluta se requerían más de la mitad de los votos totales de los 22 electores, es decir, un mínimo de 12, momento a partir del cual se designaría automáticamente organizadora a la candidatura campeona.

En el caso de que ninguna candidatura obtuviese mayoría absoluta en la primera votación, se procedería a eliminar al aspirante con menos votos, para desde ese momento iniciar un nuevo proceso electoral.

La FIFA informó posteriormente de que en la primera ronda de elección Inglaterra recibió dos respaldos, Holanda/Bélgica cuatro, España/Portugal siete y Rusia nueve.

La Candidatura Ibérica, que había calculado ocho votos de inicio, perdió uno en el camino. El buen informe de la comisión de evaluación, el fuerte respaldo institucional con los dos presidentes de gobierno presentes en Zúrich y el aval de tener los mejores estadios e infraestructuras, sin apenas inversión, no sirvió de nada.

Tampoco valió para los votantes de FIFA la familiaridad con su colega Ángel María Villar, el principal eje del proyecto. Les arrancó un aplauso horas antes cuando defendió en voz alta su honestidad, pero no les hizo cambiar un voto predestinado a buscar nuevas experiencias.

Los aplausos que la delegación rusa arrancó después cuando el viceprimer ministro invitó a "derribar otro muro" simbólicamente con la celebración del Mundial y cuando Yelena Isimbayeba relató su currículum de récords en pértiga y reconoció que la encanta el fútbol hicieron augurar un buen desenlace confirmado horas después.

Aunque la ausencia del primer ministro ruso Vladimir Putin en Zúrich sembró dudas sobre las posibilidades de su país, a la postre ha servido para confirmar la justificación que dio para ello en que no era necesario viajar porque ya estaba todo decidido.

El desenlace de la pelea por 2022 también siembra ríos de tinta. La FIFA sigue siendo arisca con Australia, eliminada en la primera votación. Desoyó la petición, por este orden, de Japón y Corea -coorganizadores en 2002- y en la final entre Estados Unidos y Qatar apostó por el exotismo.

Las luces rojas de alto riesgo que mereció el modelo qatarí (operativo general, altas temperaturas e instalaciones para equipos); su cumplimiento casi al límite con la exigencia mínima de 12 estadios (9 nuevos) y su menor oferta de sedes (7) y entradas (2.869.000) se han quedado en pequeños inconvenientes que no influirán en el deseo que la FIFA tiene de crecer.