El primer Perico nació junto al Cine Litoral en la entrada del Confital. Sebastián Ceballos Perdomo, Chanito para la mayoría, lo recuerda perfectamente a sus 84 años de edad. Solo tiene que dar unos cuantos pasos desde su casa para retroceder en el tiempo y ver a Juana, su mujer, cosiendo las velas, al Maestro Domingo Ruano con su azuela puliendo la madera y las papeletas de las rifas, con las que costeó aquel bote, entre sus manos.

Chano Ceballos es historia viva de la Vela Latina. Junto a un grupo de compañeros y amigos, tanto en tierra como en la mar, logró a finales de la década de los años cincuenta y principios de los sesenta el resurgir de la Vela Latina. Con voz pausada enumera uno a uno. "José Medina, con el Alcorde, tuvo mucho que ver", afirma rotundo. "Los hermanos Ceballos tenían el Paca en El Refugio", continúa éste. "Luego estaba el Breca de Miguel Duro. El Juan Rejón del Maestro Pepe el Calafate. También estaba, aunque no me acuerdo ya quién lo llevaba el Látigo Negro, un barquillo que era como una flecha", prosigue en un letanía de la lista de aquellos pioneros que él representa como el último de su estirpe.

Todo empezó para él de niño, cuando de la mano de su padre, Gregorio Ceballos, en las aventuras del primer Minerva, le agarró "ese bichillo" por la Vela Latina. "Nosotros íbamos a las Alcaravaneras a esperar a que apareciera el bote por detrás del muelle", rememora éste. Cuando la autoridad ordenó la suspensión de la competición en 1943, el bichillo aquel le había agarrado para no soltarle nunca.

Desde los 13 años, como empleado en la marina del Club Náutico, se familiariza con la navegación. Entre balandros se fabricó un bote con un encerado y unas telas, para competir con sus amigos. El siguiente para él sería el Perico chico, con el que a finales de los años cincuenta competían frente a las canteras. "Cogíamos los cascos del cambuyón y un velamen latino para medirnos en la mar", recuerda éste. Así nació la denominada Serie B con la que lograron contagiar a los distintos barrios de la capital. Poco a poco se fabricaron los botes para pasar de los barquillos a la competición oficial en el año 1963. El Porteño, el Minerva, el Tomás Morales, el Perico, el Juan Rejón y el Pepsi Cola, entre otros. Cada año nacía uno nuevo, junto al barrio que le apoyaba.

Chanito recuerda años de gran camaradería, donde la afición se convirtió en un fenómeno social de masas, tanto que a los pocos años la UD Las Palmas tuvo que pedir a Juan Palmers, presidente del Club de Vela Latina, que había nacido en 1961, que cambiara los horarios ante la deserción de aficionados del Estadio Insular.