Hace aproximadamente un siglo, el histórico Pepe Gonçalves regresó de tierras británicas con el reglamento del football bajo el brazo y el arte del gol grabado en su retina. El amor por el balón de cuero impregnó, casi de inmediato, los cimientos de la sociedad insular, a través del gusto por un juego colorista, de pase en corto, regate imposible y gesto refinado.

Ayer, un joven grancanario criado con el balón desde la cuna de Las Marañuelas conquistó la Premier League, la competición original, y devolvió el favor con el sello característico del estilo canario. Y es que sus familiares repiten desde el orgullo una frase en el regreso de cada uno de sus viajes a la ciudad de Manchester: "En Inglaterra inventaron el fútbol pero nunca han visto jugar a nadie como lo hace David Silva". El Kun Agüero, el apache Tévez, Nasri o Dzeko, pero ninguno como David Silva.

El futbolista canario representa lo desconocido y con él sobre el campo todo el City, pese al pragmatismo de la estrategia Mancini, se mueve al ritmo que marca su zurda, oriunda de Arguineguín, fogueada en Ipurúa, estilizada en Mestalla y condecorada con la Roja de la selección. Silva es en el Etihad Stadium la brújula que, para encontrar el norte, señala de este a oeste. Con el 21 a la espalda, el chino esconde la pelota en la frontal del área, mira a los lados, busca los desmarques y la pausa; el hueco y la inteligencia para encontrar el camino a la portería. Con 17 asistencias, Silva aparece entre los mejores pasadores del planeta fútbol.

David Silva busca el balón y el balón le busca a él. Con el francés Nasri comparte el peso creador, pero es Silva el responsable del último pase. Ayer, ante un Queens Park Rangers ultradefensivo, guio a los citizens en su asalto a la liga. En el minuto 14 buscó un centro con su pierna izquierda que el portero rival detuvo en dos tiempos. Un minuto después, disparó desde el interior del área; abajo, fuerte y al muñeco. En el minuto 25 una falta al borde del área se convirtió en un lanzamiento del canario que se estrelló en la barrera. En el 29 hilvanó un juego de paredes en el interior del área del arquero rival que concluyó sin suerte. Era el hombre del momento y decidió buscar él mismo la portería con dos lanzamientos desde fuera del área seguidos en el minutos 32 hasta que en el 38 le llegó un balón que robó Zabaleta con la defensa Ranger desubicada. Silva situó el cuero en las botas de Touré y éste devolvió el favor al lateral argentino que con su pierna derecha batió a Kenny. Era el gol que necesitaban. El gol llamado a aportar la tranquilidad y confianza que les debía servir una Premier. Pero esto no iba a ser tan sencillo.

Un final de infarto

El City se mostró acelerado tras el descanso y primero con un fallo de Lescott y después un remate de Mackie sirvió el drama. Silva siguió en la intendencia y su equipo se volcó en ataque. La gesta parecía imposible con el tiempo cumplido cuando surgió el milagro del final jamás imaginado. El canario sacó el córner y Dzeko remató el balón a gol. Dos minutos después, en el 93, Agüero dibujó un gol para la leyenda y la afición invadió el terreno. Silva celebró el título al compás de los acordes del Hey Jude de los Beatles.