Pascual Calabuig Porcal (Valencia, 15/10/1924, por lo que hoy cumple 90 años) es leyenda viva del periodismo y del deporte en las islas. Desde que llegara a Gran Canaria, allá por 1944, "para hacer la mili, porque mi hermano Jaime ya estaba aquí haciéndola en cocheras de la Marina, en la calle Venegas -hacía como chófer del almirante en ocasiones- y me llamó para que viniera, haciendo todas las gestiones posibles para que me destinaran aquí después de cumplimentar el periodo reglamentario en San Fernando, en Cádiz" -y ése puede ser el inicio de un amplísimo anecdotario y devenir de su vida en las islas, en especial en Gran Canaria y en Lanzarote-, Calabuig se ha significado por su defensa a ultranza de todo lo canario a raíz de decidirse a quedarse en Gran Canaria para el resto de su vida y echara raíces en la norteña ciudad de Gáldar. Aunque en los primeros años de matrimonio vivió en la capital, en la calle Tomás Morales, por frente a donde hoy se ubica la iglesia de Santa Teresita, "cuyo solar entonces era un campo de fútbol".

Cuenta Pascual que fue un niño que "apenas tuve estudios, porque en la época, con la guerra, hube de trabajar desde muy temprana edad", y que pasó por muchísimas vicisitudes y empleos -"fuí albañil [hasta construí refugios durante la guerra], cordelero, barman, fabricante de helados con Angelo Bortulozzi, un italiano afincado en Valencia, y un largo etcétera"-, hasta que descubrió la que, con los años, fue su más larga profesión: el periodismo.

De su vida en Valencia antes de instalarse definitivamente en Gran Canaria, poco más quiere recordar Calabuig, "porque fueron años de precario. Forman parte de mi vida, poco feliz porque tal como era la situación en Valencia entonces tenía que haber muerto de hambre, pero querida y recordada con cariño, a pesar de los múltiples cambios de domicilio para huir de las bombas que caían constantemente, hasta que nos ubicamos definitivamente en Lliria. Pero de lo que no cabe duda es de que aquí casi que volví a nacer. Fue como una bendición".

Llegaría Pascual Calabuig a Gran Canaria con veinte años, en 1944, aunque señala que "para la Marina tenía dieciocho, pues habían anotado como fecha de mi nacimiento el año 1926", y tras cumplimentar el periodo militar obligatorio, decidiría convencer a su hermano Jaime, y lo logró, para quedarse a vivir en la Isla, toda vez que aquí contaban con un trabajo estable "y la vida aquí era maravillosa".

Pascual se quedaría en la Marina, como trabajador civil al servicio de la Armada tras ganar unas oposiciones. Primero las había ganado para Parques y Talleres de Automovilismo del Ejército de Tierra y estando allí salieron, al año siguiente, otras para Marina y también las aprobó, por lo que compaginó ambos trabajos hasta su jubilación. Trabajos que, asimismo, compaginaría con su gran pasión, el periodismo. De esa época recuerda sus largas caminatas "a través de lo que llamábamos las arenas o los arenales, donde luego se ubicaría el Estadio Insular, que vi construir desde sus inicios, para llegar desde la Comandancia de Marina a Guanarteme o viceversa, a través de una gran loma, para acudir a ambos trabajos".

En esa primera época vivía Pascual en el barrio de Alcaravaneras, en la calle Pi y Margall, donde contactó con el fútbol. "Yo no era bueno y había jugado algo en los tiempos mozos, porque me gustaba. Pero en el barrio había muy buenos peloteros, grandes futbolistas, como Costa, Calvo o un gran portero que murió joven y se llamaba Hilario". Luego conocería a su esposa, Carmen Miranda Auyanet, "porque aunque no tenía coche, me encantaba ir a Gáldar. Veía a la piba aquella y le rondaba a pesar de hablar poco con ella. Pero gracias a un compañero de esa casa, el fotógrafo Fernando Hernández Gil, la conocí en Telde, porque acudí a su boda y se casaba con una prima de ella. A él le debo mi boda con Carmen y mis cinco hijos".

Inicios periodísticos

Sus inicios "como juntaletras" -señala el propio Pascual- se remontan alrededor de 1946 o 1947, cuando llevado por su afición a la lectura, a la poesía y a la escritura comenzó a escribir cartas al director "en dos publicaciones de esa casa: Canarias Deportiva y Palestra". Es cuando conoce a Andrés Ruiz -quien fuera director de Diario de Las Palmas, entre otros medios- y le traslada su inquietud por hacer periodismo, a lo que éste le anima "diciéndome que todo era ponerse a ello".

Luego, tras hacerse más periódicas las colaboraciones en ambos medios escritos, llegaría su salto a la radio. En concreto comenzó en Radio Las Palmas, a donde le llamaron para sustituir a un histórico de la época: Florencio Bethencourt, más conocido entonces por su seudónimo de Juan Gol. Pascual vuelve a dejar volar su prodigiosa memoria y señala entonces que "recuerdo que mi debut en las ondas fue con ocasión del primer partido de la UD Las Palmas en Primera División. El partido era contra el Real Madrid y se jugó el 1 de septiembre de 1951, y el viernes anterior fue mi debut dando la crónica previa de ese partido". A continuación pasaron muchos años de radio, tanto en esa primigenia emisora en la que comenzó, como en Radio Atlántico, donde permaneció desde 1954 hasta 1970. De por medio, su participación en Radio Gaceta de los Deportes, en Radio Nacional de España, "donde participé porque era obligatorio que estuvieran representadas todas las provincias con equipos en Primera División".

Esas intervenciones en la radio nunca acabaron de forma oficial, pues con el paso de los años también colaboraría de forma activa en otras emisoras cono la Cadena Cope o "incluso en la primera época de la emisora de esa casa, Radio Canarias, donde también tuve mi espacio diario".

"Además", recuerda con voz emocionada Pascual, "mis colaboraciones no sólo eran deportivas en la radio, pues durante muchos años, con varios colaboradores, tuve un programa que se llamaba Españoles en la mar, en Radio Nacional. Eran quince minutos dedicados a los marineros, a los hombres del mar, con entrevistas, que tuvo mucho éxito".

El salto a la televisión

Y comienza, de por medio, su estadía en Televisión Española. "Yo llegué en los inicios de su instalación en las islas, en 1964, como jefe de Deportes y sin oposición previa, por mi larga trayectoria en la radio. El debut televisivo fue una crónica con ocasión de un partido Canarias-Suecia de ese maravilloso Torneo del Atlántico que entonces echaba a andar y ha perdurado en el tiempo hasta hoy".

De la etapa televisiva, resalta el haber sido el pionero en muchas retransmisiones, como la primera conexión vía satélite, que realizó "con ocasión de un derbi amistoso entre la UD Las Palmas y el Tenerife en el Insular y creo recordar que ganó la UD por 1-0"; o la primera transmisión de unos Campeonatos de España de Natación para Canarias "que realicé desde Vitoria los cuatro días de competición", e incluso recuerda como importante de esa primera época la retransmisión "del partido entre España y Yugoslavia en el Estadio Insular, clasificatorio para el Mundial de Alemania, en el que el gran Tonono fue el capitán de la selección nacional y cuya retransmisión compartí con Matías Prats, al que el día anterior llevé de pesca a Arguineguín, junto a la fábrica de cemento".

A lo largo de su vida, Pascual Calabuig, un canario más, ha hecho suyos los mismos sentimientos que la gente de la tierra, como su amor y devoción por la UD Las Palmas, "de la que soy, seguidor, sufridor y paridor, como ya he dicho muchas veces, porque aunque no formé parte de la asamblea constituyente, sí que defendí la unión y su creación desde mis artículos, y la he seguido desde su nacimiento".

"Me encantaban los partidos que disputaban Marino, Victoria y el resto de equipos antes de la fundación de la UD Las Palmas. Ví excelentes jugadores. Como a Molowny, al que ví debutar en el viejo Pepe Gonçalves en un partido con anécdota, pues lo seguí desde una vieja azotea junto a Manuel Guedes, el que fuera cura de Santa Teresita, y un buen número de curas más, porque el obispo Pildain y Zapiain les tenía prohibido asistir a los partidos", señala Calabuig; quien, a modo de conclusión desde su actual domicilio en Playa Blanca (Yaiza, Lanzarote), indica que tras tantas vivencias, anécdotas e historias vividas, y a pesar de lo que le encantan la poesía y escribir -caben recordar sus famosos ripios-, nunca se ha decidido a publicar un libro que tiene más que esbozado y al que tan sólo le faltan unas correcciones para que vea la luz y que titula El buen final de un mal principio.

A buen seguro que, cuando se decida a que vea la luz -"aunque igual se publica cuando ya no esté aquí", sentencia-, el anecdotario de sus vivencias será mucho más amplio y enriquecedor y acabará con su más que reconocida frase de: "¡Pues no faltaba más!"