- ¿Cómo ve España desde Estados Unidos?

- España está bajo la presión de los mercados y tiene añadidos los problemas de las comunidades autónomas y de los ayuntamientos, la prima de riesgo está en máximos históricos y hay un desánimo generalizado por la falta de perspectivas. Es un cóctel explosivo, porque las expectativas negativas alimentan más expectativas negativas.

- ¿La última reforma financiera será definitiva para salir de esta espiral?

- La reforma financiera es un intento de calmar a los mercados y establecer unas reglas de juego claras. El problema es que no se sabe si estas nuevas provisiones que se exigen serán suficientes o no, porque todo depende de cómo evolucione la economía. Si empeora, todos los supuestos que se han hecho y que sigamos haciendo no serán realistas. El sistema bancario está descubriendo nuevos problemas, no tanto porque no supiéramos que existían, sino porque la tasa de morosidad va al alza por un número de desempleo tan elevado que arrastra todo lo demás.

- Y las empresas no ven la luz.

- Las empresas han hecho un esfuerzo enorme buscando alternativas, pero aún así es insuficiente para sacar a nuestra economía de este atolladero.

- ¿España está pagando un precio excesivo por esta crisis?

- Llevamos once años en la zona monetaria europea, en la que los países deben disciplinarse y ajustarse a los cambios que provoca la economía global. Algunos lo han hecho, y de ellos, uno en concreto lo ha hecho muy bien: Alemania, que hizo los deberes, con ajustes y recortes muy importantes que le han permitido crecer en productividad y competitividad. Los países de la periferia recibimos dinero muy barato y, en lugar de invertirlo para aumentar la competitividad -aunque admito que se hicieron cosas, como en infraestructuras-, se tomaron decisiones equivocadas. Y de aquello vienen estos enormes desequilibrios, que no se pueden resolver con recursos propios, internos, de cada país.

- ¿La culpa es de la banca?

- Ahora es fácil apuntar con el dedo a quienes tomaron decisiones que no se debían haber tomado. Las decisiones equivocadas las tomaron todos los actores: las administraciones, las familias y las empresas.

- Pero ahora la realidad es la que es. ¿Qué se puede hacer?

- En Europa hay dos extremos. El de seguir con los ajustes, que según se apliquen irán aumentando la presión y la salida de los países será un proceso doloroso y largo. La otra corriente es la que defiende que para qué pasar penurias en lugar de replantear la política económica.

- ¿Invertir para reactivar?

- Hace 20, 30 o 40 años podría funcionar, pero en una economía globalizada, en la que el capital va de un sitio a otro a una velocidad enorme, ningún país puede decidir unilateralmente hacer lo contrario de lo que pactan entre todos.

- Pero la decisión última es de Alemania.

- Alemania se benefició del boom que hubo en los países de la periferia, ¿por qué ahora no nos ayuda un poco, permitiendo que suban su inflación y sus sueldos para que nos compren más?

- Aseguran desde Bruselas que entonces no se harán los ajustes.

- Los ajustes había que haberlos hecho en los años de bonanza, porque entonces no hubiera sido doloroso. El problema ahora es: ¿cuánto más podemos aguantar? No se puede llegar al 30% de desempleo porque eso además generaría unas tensiones sociales enormes y la situación se iría de las manos. Alemania es el pivote, tiene fortaleza para echar una mano sabiendo que se hace un favor a sí misma. Lo último que quieren es que esto se hunda.

- Pero siguen pidiendo más recortes. ¿Dónde más puede recortar España?

- En España ya no podemos hacer más. Ya lo dijo el ministro de Economía, Luis de Guindos.

- Pese a los ajustes, sigue la desconfianza en los mercados.

- Porque los políticos no tienen credibilidad. Podíamos haber dicho que creemos en la austeridad, en el equilibrio fiscal, que ha habido desviaciones pero que estamos comprometidos. Y a cambio negociar un calendario más prolongado y generar confianza para que el crédito fluya y mantener los programas de inversión pública que generan más empleo. Pero eso se tenía que haber hecho hace dos años. Ahora, los políticos carecen de credibilidad y los inversores demandan un mayor tipo de interés porque piensan que corren mucho riesgo invirtiendo aquí.

- ¿Habrá eurobonos?

- No creo que Alemania vaya a decir que sí a los eurobonos, pero sí que acabe tolerando más inflación y más aumento salarial para aumentar su consumo y tirar de la periferia.

- ¿Acabará España como Grecia?

- Grecia es un problema distinto de España. Tiene graves problemas de competitividad.

- ¿Grecia saldrá del euro y España será rescatada?

- Todo puede ocurrir. Si estuviésemos a medio paso de caer al precipicio, Alemania puede dejar que todo se desmorone o garantizarlo todo. Pero antes de que Grecia salga del euro y de que se tenga que rescatar a España, sí mandaría un mensaje para relanzar su economía y tirar de las demás. España sí puede hundir el euro.

- ¿Cuál es el futuro?

- Dentro de diez años vamos a tener un nivel de vida más bajo que cuando empezó la crisis, pero estarán asentados los fundamentos para encontrar un crecimiento más equilibrado y sin burbujas.

- ¿Y a más corto plazo?

- En dos años un salario de 1.500 euros al mes será de clase media alta. Para lograr la productividad tendremos que hacer un enorme y continuado esfuerzo cinco o seis años. Nuestra capacidad adquisitiva será menor y el Estado más pequeño y con menos capacidad de ofrecer servicios gratuitos. Es decir, las familias tendrán menos dinero y tendrán que pagar más cosas. La educación, la sanidad, la investigación... van a sufrir.

(*) Mauro Guillén es doctor en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Oviedo y en Sociología por la Universidad de Yale.