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Análisis Elecciones en Grecia

La crisis de Europa

A los ciudadanos griegos les corresponde meter la papeleta en la urna, pero hoy vota toda Europa

La crisis de Europa

Europa lleva años afrontando las más diversas crisis. Desde hace más de cinco años vive en crisis permanente, se suceden una detrás de otra. Y como ninguna acaba por superarse del todo, al final todas coinciden y se agravan entre sí. Todo empezó con la gran crisis económica que se presentó, inicialmente, como una crisis financiera. Luego derivó hacia una crisis de la deuda, cuando los Gobiernos se lanzaron a salvar a los bancos, a costa de la deuda pública. Luego la crisis de la deuda intentó resolverse con duras políticas de austeridad y recorte que, lógicamente, provocaron recesión y paro. Los altos niveles de paro y nueva pobreza llevaron a una profunda crisis social. Europa vivió entonces lo que llamaron la crisis del euro, de la moneda única, que puso en cuestión todo el proyecto de unión europea. Se llegó incluso a plantear la salida de algún Estado miembro a pesar de que ello podría haber provocado el desmoronamiento de toda la unión monetaria.

Por si fuera poco, también entró en crisis toda la política exterior europea. Y consecuentemente las políticas de seguridad y defensa. El gran continente que durante siglos gobernó el mundo, se sintió acorralado en todas sus fronteras. El norte de África se desmoronó con la primavera árabe. Y lo que parecía ser una avance hacia la democracia acabó convirtiéndose en un avance muy grave del fundamentalismo religioso y del terrorismo yihadista. Europa, desconcertada, volvió a aplicar las viejas recetas y atacó militarmente a Libia. Es verdad que acabó con el dictador, pero de paso destruyó todo el Estado. Abrió un boquete por donde se produjo a lo largo de este año una gran avalancha de emigración africana que entró en Europa por Italia.

Al mismo tiempo, gestionó el conflicto con Rusia por el enfrentamiento de las dos Ucranias con la misma torpeza y el mismo estilo diplomático que nos llevaron a la Primera Guerra Mundial. La misma diplomacia e igual torpeza la aplica en las relaciones con Turquía, que está convirtiendo poco a poco lo que era un aliado en un enemigo. Y, por último, en su obsesión por liquidar al viejo enemigo, Al-Asad, arma y organiza con la más cara y sofisticada tecnología a un ejército que pasa en meses de ser un ejército de liberación nacional, dirigido por la OTAN, a convertirse en el más feroz y sanguinario de los enemigos, que deja chico a Al Quaeda. Resultado: Siria como Estado ya no existe, se ha roto en tres pedazos. Exactamente igual que Irak y Afganistán después de las intervenciones americanas. Un inmenso polvorín, un desastre geoestratégico, que de momento expulsa a millones y millones de refugiados, que inician un Éxodo bíblico hacia lo que cree que es la nueva tierra prometida, Europa.

La Europa alemana

Por tanto, ante tantas y sucesivas crisis de todo tipo, Europa acaba por entrar, inevitablemente, en una profunda crisis política. En lo que llaman una crisis de gobernanza, resultado del desgobierno y el vacío que generan las decadentes instituciones europeas.

Este vacío político está intentando llenarlo Alemania, dirigido por el Gobierno de la señora Merkel. La canciller alemana está actuando obsesivamente en todos los frentes y se está convirtiendo de hecho en la nueva canciller de Europa. Se reúne con Hollande y entre los dos dirigen la política exterior y de intervenciones militares europeas. Se reúne con Juncker y Tusk para dictarles las decisiones que tiene que tomar la Comisión y el Consejo Europeo, antes de que éstos se reúnan. Acompañada por su ministro de Finanzas, Schäuble, le dicta a Draghi las orientaciones del conjunto de la política económica europea.

Es verdad que el Reino Unido intenta hacer rancho aparte, su tendencia tradicional en todos los procesos de unificación europea desde hace siglos. Incluso ha convocado un referéndum, en 2017, sobre el que ya ha establecido la pregunta: ¿decide el Reino Unido permanecer o dejar la Unión Europea? Decisión que el Gobierno Cameron condiciona a dos cosas, que en el fondo solo es una. La primera, exige un cambio de las políticas inmigratorias europeas y la protección social a los inmigrantes. Y la segunda, que es la verdaderamente importante, exige cambiar el Tratado de la Unión Europea para proteger su gran centro financiero, la City, ante el avance de la unión bancaria y el poder financiero alemán. Es decir, ni más ni menos, cambiar lo que los tecnócratas de Bruselas llaman "las reglas". A las que se refiere De Guindos cuando dice: "Las reglas son sagradas", es decir, se cambia de madre antes que de reglas. Aunque en realidad solo sean sagradas para los poderes financieros.

El caso es que ante tanta debilidad y mediocridad, Alemania ha acabado por mandar a todo lo ancho y largo de la Unión. Hay un sector de la opinión pública alemana que se siente orgulloso de estar consiguiendo la hegemonía sobre Europa por métodos pacíficos, cuando antes fracasó con violentos métodos militares en las dos grandes guerras. Pero hay otro sector de opinión pública alemana que recuerda su pasado, sus amargas experiencias históricas y empieza a advertir de los peligros del exceso de poder y de fuerza dentro de la Unión Europea. Estos últimos son los que de siempre han apostado con total convicción por una Alemania europea y no por una Europa alemana.

La batalla interna dentro de la nueva Alemania llevará a una u otra, lo que será decisivo en el proceso de construcción de la Unión Europea. Por eso no sorprende que en el resto de Europa, en particular en Francia, vuelva a recordarse aquella antigua reflexión que se repitió tanto a lo largo del siglo XX: "Una Alemania unida es demasiado grande para caber en Europa. Y demasiado pequeña para ser una potencia global". De esta contradicción nace un drama que varias veces se ha convertido en tragedia.

Esta crisis de gobierno del continente va a obligar a Europa a rediseñarse, a reiventarse, a definir su modelo de integración económica y política y su papel en el mundo. Todo ello tendrá que hacerlo en un corto período de tiempo: entre ahora y el 2017, en que se celebrarán elecciones francesas, alemanas y el referéndum del Reino Unido. Pero, inmediatamente, en un plazo máximo de tres meses se producirán procesos electorales que también condicionarán todo el futuro europeo.

La crisis política

Hoy están votando los griegos y tienen que decidir si sigue gobernando Syriza o es derrotada por la derecha de Nueva Democracia. Los sondeos dan empate, un 1% de diferencia significa cien diputados más por el plus a la lista más votada. El futuro de Grecia en el filo de la navaja. A los ciudadanos griegos les corresponde meter la papeleta en la urna, pero en el fondo allí está votando toda Europa, porque a todos nos afectarán los resultados. Corbyn, el nuevo líder del laborismo inglés, claro europeísta frente a Cameron, se ha pronunciado claramente en favor de Tsipras: por europeísta, de izquierdas, idealista y, al mismo tiempo, responsable. Las declaraciones de Corbyn han causado un gran impacto porque ha puesto en cuestión a toda la socialdemocracia europea. Pablo Iglesias ha ido más lejos, participó en el mitin de cierre de campaña en Atenas. Lo que le ha costado una dura crítica de un importante sector de Podemos, que dice "Tsipras ha aceptado que Grecia se arrodille ante la Troika". Así han florecido las dos almas de Podemos: la que aspira a gobernar y la que prefiere, desde la oposición, solo denunciar. Merkel, Rajoy y el portugués Passos Coelho rezan por el triunfo de Nueva Democracia.

Los resultados de Grecia influirán sin duda en las elecciones de Portugal del 4 de octubre próximo. También los sondeos dan empate entre la derecha defensora de los ajustes a la alemana y la izquierda que los rechaza. Igual que en España. Pero antes, la semana próxima, el 27 de septiembre, hay elecciones catalanas. Todos los países europeos con problemas territoriales, que son muchos, observan atentos y preocupados. Los sondeos dan la victoria a los independentistas en escaños y a los españolistas en votos populares. ¿Qué es lo que vale? Las dos partes se autocalificarán de vencedoras. Pero quién ganó no lo sabremos hasta las elecciones generales del mes de diciembre. Unas elecciones decisivas para España y que pueden resultar decisivas también para todo el continente europeo. Si se celebran con posiciones radicalizadas, de enfrentamiento y conflicto, el resultado puede ser uno. Pero, por el contrario, si los electores de toda España, incluyendo los catalanes, ven la posibilidad de que España abra un camino de reformas democráticas profundas, el resultado será otro.

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