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Análisis El legado de Obama

El mundo en 2016

El mundo en 2016

¿Cómo será el mundo en este año que comienza, el 2016? ¿Y en el 2015, cómo fue? Perdidos en el laberinto de la política española actual, en la incertidumbre de si habrá o no pronto un nuevo gobierno, apenas le prestamos atención al debate que está teniendo lugar en los principales foros del mundo sobre la compleja situación en que se encuentra la economía y la política mundiales en este inicio del 2016. En el mes de diciembre, al final de cada año, se suele hacer una reflexión sobre el año que termina. Los analistas políticos y económicos, los centros de pensamiento y los diversos foros de debate ofrecen un resumen y balance del año anterior, junto a las previsiones para el año entrante.

Suele ocurrir que estos informes explican con brillantez y profundidad lo ya ocurrido, pero se equivocan casi siempre en las previsiones. Si leemos lo que a final del 2014 se pronosticó para el 2015, encontraremos que los aciertos fueron mínimos. ¿Quién previó que continuaría hasta los niveles actuales la caída de los precios del petróleo y los profundos cambios que está provocando en la economía y la política mundial? ¿Quién pensó que un grupo de fanáticos yihadistas fueran capaces de organizar un ejército moderno y poner en jaque a las grandes potencias del mundo? ¿Quién imaginó que un personaje estrafalario como Donald Trump se convertiría en uno de los candidatos más importantes para las elecciones americanas de final de este año? ¿A quién se le ocurrió pensar que después de la muerte de Bin Laden se incrementaría el terrorismo a nivel global hasta convertirlo en uno de los grandes problemas a escala internacional? ¿Alguien pensó que Europa, después de la grave crisis del euro, se iba a enfrentar en este año a la posibilidad real que el Reino Unido, uno de los grandes países europeos, iba a plantear en serio un referéndum para abandonar la Unión? ¿Alguien pudo soñar en sus peores pesadillas que se iba a producir una avalancha de más de un millón de emigrantes, principalmente hacia Alemania y los países nórdicos, y que iba a poner en crisis la cohesión social y principios esenciales de la Unión Europea?

Todo esto ha puesto en evidencia que lo fácil es analizar los hechos del pasado y lo difícil, por no decir imposible, es acertar con las previsiones del futuro. Pero, inevitablemente, seguimos haciéndolas en el esfuerzo de anticipar los acontecimientos, para intentar controlarlos y no sufrir sus peores consecuencias. Por eso, en enero de cada año, se producen dos eventos a los que el mundo mira como si fueran el oráculo de Delfos: el discurso del presidente de Estados Unidos y el Foro Económico de Davos. Sin embargo, las conclusiones de ambos han sido diferentes y hasta contradictorias. Llama la atención como el análisis y las conclusiones del presidente de los Estados Unidos no coinciden con los análisis y preocupaciones del poder económico mundial.

Davos

El Foro Económico de Davos solo ha traído incertidumbre y pesimismo sobre la situación mundial. Todas las intervenciones, tanto de representantes políticos como económicos han coincidido en señalar la fragilidad de la economía global y el temor a una nueva crisis. Lo que para muchos países ha sido una bendición, entre ellos España: la caída del precio del petróleo, para los grandes grupos económicos y financieros se ha convertido en una grave amenaza. El ministro de Economía de España, Luis de Guindos, dijo en su intervención del viernes que el bajo coste del crudo había sido clave en la recuperación de la economía española y le ha supuesto un ahorro anual de 20.000 millones de euros.

Sin embargo, los grandes bancos y las petroleras explicaron que los actuales precios, que se han hundido en 18 meses en más de 100 dólares/barril a menos de 30, están produciendo un fuerte shock en la economía internacional que puede llevarnos a una nueva crisis global. Las petroleras se han hundido en las grandes bolsas, lo que está afectando a los grandes bancos, con los que están muy endeudados. Han dejado de invertir 400.000 millones de dólares en nuevos proyectos desde el colapso del precio del petróleo. Si a esto unimos el menor crecimiento de la economía china y la recesión de las otras economías emergentes, los expertos de Davos pronostican un periodo de bajo crecimiento de la economía mundial. Que puede afectar muy seriamente al conjunto de la economía europea.

La intervención de Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional, no hizo sino aumentar la preocupación y el temor a los asistentes al foro: "Nos tenemos que enfrentar a nuevas realidades y nuevos desafíos". El Foro de Davos concluyó que estamos ante un período complicado y que se pueden producir grandes turbulencias. Nos mostró las amenazas, pero no se atrevió a aconsejar que hay que rescatar a las grandes petroleras y a los grandes bancos ante los cambios cualitativos que se están produciendo en la economía. No lo dijo, pero lo sugirió.

El legado de Obama

Casi al mismo tiempo, Obama analizó el mismo escenario, pero de otra manera. Como era su último discurso del Estado de la Unión, porque ya no se puede presentar a las elecciones de noviembre, no habló a los electores norteamericanos, sino a las próximas generaciones del mundo. Empezó por decir: "Voy a tratar de ser breve porque estamos en temporada de elecciones y sé que muchos de ustedes están ansiosos por volver a Iowa (el estado que primero hará primarias presidenciales la próxima semana). Obama estaba ironizando para los que solo estaban pensando en las próximas elecciones. Y continuó: "No sólo quiero hablar del próximo año, sino de los próximos cinco, diez años, hablar del futuro en que vivirán las próximas generaciones. Estamos viviendo una época de cambios extraordinarios. Cambios en la manera que vivimos, cómo trabajamos, cambios en todo el planeta y en el lugar que ocupamos en el mundo". Obama explicó cómo se está produciendo una revolución en la economía, en la educación, en los sistemas de salud y reiventando el sector de la energía. "Es un cambio -señaló- que puede ampliar las oportunidades o ampliar las desigualdades. Ese es el riesgo. Y nos guste o no, el ritmo de este cambio será cada vez más rápido".

"¿Cómo haremos para que la tecnología juegue a nuestro favor y no a nuestra contra? Sobre todo cuando se trata de resolver los retos más urgentes: la pobreza y el cambio climático, problemas que no deben tratarse separados, sino entrelazados". Para ello, dijo el presidente norteamericano: "Es necesario que la política refleje nuestros mejores virtudes como pueblo, en vez de nuestros peores defectos, como muchas veces ocurre". Y sacó una conclusión: "Los gobiernos están obligados a intervenir para impedir que el sistema esté amañado para favorecer a los más ricos y las grandes corporaciones". Parecía que Obama se estaba anticipando a lo que se discutió en Davos, al que mandó un claro mensaje: "No debemos dejar que los grandes bancos, las grandes petroleras y los fondos de inversión se autoregulen a costa de todos".

Y para que el mensaje fuera completo, añadió: "Uno de los temas claves de la agenda global es la lucha contra el cambio climático. Y por mucho que se opongan, el total de la comunidad científica está de acuerdo en los riesgos enormes para el mundo, si no actuamos. Por eso casi 200 países de todo el planeta se han reunido en París, para decir que es un problema vital y que tenemos la obligación de resolverlo".

Obama habló también de la paz, de la necesidad de construir un nuevo orden mundial que permita un mundo en paz. Pero, como hacen siempre todos los presidentes americanos, esto solo es posible con unos Estados Unidos militarmente muy fuertes, que sepan hacer frente a las guerras inevitables que afecten a la seguridad nacional. Y esa es su contradicción. Esta es la peor parte de su legado: a veces ha logrado, como él dice, que la diplomacia se imponga a la guerra. Pero en otras no ha podido evitar que la guerra se imponga a la diplomacia. "El mundo es ahora más seguro que cuando yo llegué hace ocho años". Eso dice Obama, pero desgraciadamente no ha logrado convencer a la mitad del pueblo americano, que cree que su país es ahora más débil. De ahí que Estados Unidos amenace al mundo con la posibilidad de que un personaje estrafalario como Donald Trump sueñe con ser un nuevo Reagan.

Pero eso es un tema para los próximos años y que tendrán que resolver las nuevas generaciones: la construcción de un nuevo orden mundial, que no es posible sin la contribución decisiva de una Europa fuerte y unida. Pero, curiosamente, el discurso de Obama no le dedicó ni una línea a Europa. Habló mucho de Asia, bastante de Oriente Medio, también de Latinoamérica y África. Pero nada de Europa, que para los americanos de hoy les parece un continente del pasado, estancado y decadente. Y hay que reconocer que en realidad lo es, mientras siga en sus viejos conflictos, en su vieja política, sin construir la unidad que le permita mirar al futuro.

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