El administrador de la empresa Dronescan Canarias, Juan David García, admite que el de las aeronaves no tripuladas o RPA es un negocio "complicado" en las actuales circunstancias legislativas; de hecho, García considera que, "hoy en día, el negocio está, sobre todo, en quienes venden los aparatos". Los vendedores de estos artefactos no sufren las limitaciones que el actual marco legal impone a los operadores, y, además, no hay mayores restricciones al uso de los drones como mero entretenimiento (no es necesaria una licencia), lo que explica que se hayan convertido en un regalo cada vez más habitual en cumpleaños, Navidad o Reyes. Las normas que debe cumplir un aficionado son, esencialmente, tres: no sobrevolar aeropuertos, helipuertos o lugares para la práctica del parapente; no utilizar el dron durante la noche ni en zonas urbanas; y no sobrevolar espacios donde haya aglomeraciones de personas, como conciertos, manifestaciones, etcétera.
El incumplimiento de estas medidas de seguridad ha estado a punto de desembocar en accidentes de graves consecuencias. El último marzo, por ejemplo, un Airbus A320 procedente de Barcelona estuvo muy cerca de chocar con un dron cuando empezaba la maniobra de aterrizaje y se aproximaba al aeropuerto Charles de Gaulle de París, a unos 1.600 metros de altura. El piloto tuvo que maniobrar in extremis para evitar el choque con el aparato, que no tenía autorización para sobrevolar el aeropuerto parisino.
La AESA se encarga de regular las operaciones con drones de hasta 150 kilogramos. Para trabajos con artefactos de más peso rige la normativa comunitaria de la European Aviation Safety Agency.
