El pago de Trejo (San Bartolomé de Tirajana) estaba ayer prácticamente vacío. En sus poco más de seis casas sólo quedaban dos personas porque el resto de sus habitantes estaban en el tanatorio de Santa Lucía, donde esperaban la llegada del cuerpo de Pepe Sánchez Vera, de 47 años, el cazador que falleció anteayer al caer el coche en que viajaba con su hermano Rosendo por un desnivel de más de 100 metros en la carretera que une Pajonales con Taidía después de una mañana de caza.

En el pequeño pueblo solo se oía el crepitar de la comida al fuego de una vecina y el lamento amargo de los perros de Pepe. "Incluso ellos lloran su muerte", comentó esta vecina, una de las personas que le vieron mudarse con 15 años de edad a Trejo con el resto de su familia y que lo había tenido toda la vida en la pared de al lado.

"Siempre que él se iba esos perros se iban detrás de él y cuando volvía lo estaban esperando", explicó al escucharse los lamentos de los canes. Al igual que ellos, la familia y los amigos de este cazador conocido por todos lados por su bondad no daban crédito al mazazo que habían recibido al enterarse de su muerte.

Dos de sus mejores amigos se encontraban sentados cabizbajos en la gasolinera de Rosiana tratando de asimilar el golpe. Con uno de ellos había estado cazando apenas 24 horas antes. "Si hubiese ido por otro camino o hubiese tenido otro coche esto no habría pasado", se lamentaba.

"Sabe, ayer [por el jueves para el lector] me dijo: 'Vámonos esta tarde a ver a la Unión Deportiva Las Palmas' y yo le contesté: 'Para qué si no va a ganar a nada'; pero él me dijo: 'Que sí hombre, ten fe'. Él era un aficionado de toda la vida", aseguró mientras luchaba por aguantar las lágrimas.

Las últimas horas con Sánchez las pasó cazando. "Fue un día malo de caza, salimos a las seis de la mañana y regresamos a las doce, como era habitual", comentó. "Él se fue por un lado y yo por otro por el que llegaba a mi casa, pero habíamos quedado como hacíamos siempre para comernos luego las piezas que habíamos capturado".

La comida de aquel día, sin embargo, no llegó a realizarse. En su lugar, supo que Pepe y Rosendo se habían precipitado por un barranco. Uno había muerto y el otro se encontraba crítico en el Hospital Insular de Las Palmas con varias fracturas en las manos, en las costillas y un hígado perforado.

En la gasolinera, Paco no podía dejar de expresar lo que Pepe era para ellos: "No era solo un amigo, era como un hermano... Nosotros hemos estado juntos casi toda la vida... Era una buena persona".

Las palabras se le entrecortaban mientras iba recordando las experiencias que habían vivido juntos durante más de 30 años. "Era una persona a la que le gustaba estar con los amigos, echar una zanga y los cuatro días de caza que teníamos al año... Sabe, era amigo de sus amigos, de esas personas que hay pocas o de las que, desgraciadamente, van quedando menos".

Si sus amigos le recordaban acongojados, su vecina aún tenía los ojos rojos por el llanto. "Era una bellísima persona, lo mejor del barrio. Era lo que se veía, ni más ni menos, se llevaba bien con todo el mundo... lo voy a echar de menos".

Los Sánchez Vera llegaron al pago de Trejo hace poco más de 30 años. Pepe ya se encontraba en la adolescencia, pero aún quedaban por llegar más hermanos hasta alcanzar los doce hijos. "Su padre, al igual que él, se dedicaba a cultivar las tierras y a cuidar de los animales, le llamaban Manolito el Medianero por los terrenos que adquiría", comentó esta vecina que no pudo dejar de recordar el estado de la madre de Pepe, que ayer no dejaba de repetir: "Se ha ido el hombre de la casa, se ha ido el hombre de la casa".

Pepe vivía con su madre y con dos hermanas más en la casa familiar. "Él tenía también unos terrenos, como el padre en su momento, y varios animales que cuidaba a diario. Si estuviese vivo hoy habría estado recogiendo aceitunas".

En el bar del pueblo de Rosiana, a poco más de un kilómetro de Trejo, Elena afirmó: "Era una persona irrepetible, la mejor que nunca ha pasado por aquí. Puedes preguntar por cualquier parte que todo el mundo te dirá lo mismo... Él no se merecía esto".

Mientras sus amigos seguían sin creerse cómo el destino les había arrebatado a su compañero de la infancia, su familia se preparaba para recibir sus restos en el tanatorio de Santa Lucía de Tirajana para darle su último adiós, adonde debía llegar el cuerpo sobre las tres de la tarde después de haber sido examinado en el Instituto de Medicina Lega de Las Palmas.

Una de las hermanas de los Sánchez Vega, por otro lado, se encontraba en el hospital Insular, en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) acompañando a Rosendo, 54 años, que milagrosamente sobrevivió al brutal accidente de coche que silenció a Trejo.