La conmemoración de la Batalla del Batán se inicia junto a la estatua de Alonso Alvarado, el gobernador militar de la época, extremeño, que tiene su calle junto al parque de San Telmo, entre Venegas y León y Castillo. Alvarado, junto a su fiel ayudante Antonio Pamochamoso, repelió hábilmente el ataque pirata de los holandeses. La defensa de la Isla contaba con los tercios de milicias de Canarias, creados veinte años antes por el rey Felipe II.

El ataque al Real de Las Palmas se inició con el desembarco de las tropas holandesas del almirante Pieter van der Does. El capitán Ciprián de Torres se enfrentó al almirante holandés, al que hirió, y gracias a ello ralentizó la invasión. En el primer ataque Van der Does vio frustrados sus intentos de entrar por La Isleta y Las Alcaravaneras, pero finalmente pudo pisar tierra firme. Durante varios días los grancanarios, muy inferiores en número y en su mayoría civiles, lucharon desde las murallas hasta que consiguieron que los holandeses se retiraran a posiciones más seguras.

Sin embargo, al día siguiente del desembarco los invasores lograron adentrarse en la ciudad por el fuerte de Santa Ana, según señala Juan José Laforet, cronista oficial de Las Palmas de Gran Canaria y de la Isla. Alvarado conocía bien la situación de las murallas y fortalezas de la ciudad, que defendió con su vida.

La lucha se prolongó catorce días, por lo que la capital de la Isla se trasladó provisionalmente a Santa Brígida, ya que los holandeses tomaron la ciudad. Los militares, milicianos y nativos canarios tuvieron que atrincherarse en la villa satauteña, pues los holandeses saqueaban todo lo que encontraban en la ciudad.

Van der Does trató de convencer a Pamochamoso, al mando tras el ataque que sufrió Alvarado, para firmar una rendición con buenas condiciones, pero el gobernador decidió internarse con sus tropas en El Batán. Hostigados por las milicias isleñas, que consiguieron hacerles frente, los invasores permanecieron en la ciudad algunos días más. Durante este tiempo, saquearon la catedral, las Casas Consistoriales, conventos y numerosas iglesias, así como algunas casas privadas y mansiones.

Emboscada

Los soldados holandeses se adentraron en terreno desconocido y el 3 de julio decidieron replegarse y huir hacia la costa, donde quemaron todo lo que encontraron a su paso. Finalmente, el 4 de julio, después de sufrir la derrota en la Batalla de El Batán a manos de las fuerzas grancanarias, que los emboscaron en el barranco del Guiniguada, a la altura de Santa Brígida, los holandeses huyeron tras incendiar buena parte de la ciudad.

Las llamas afectaron a numerosas casas, conventos, hospitales, ermitas e iglesias y edificios públicos, algunos de los cuales quedaron completamente destruidos. También se perdieron numerosas obras de arte, entre ellas los retablos, altares e imaginería de la catedral. Sin embargo, no se pudo destruir el templo catedralicio gracias a la solidez de su construcción. Fue la mayor invasión en la historia de la ciudad.

Para rememorar aquellos episodios, la capital grancanaria y la villa de Santa Brígida reviven la Batalla de El Batán, en la que los milicianos canarios lograron parar a la tropa holandesa. Aquella contienda de hace más de cu?atro siglos marcó el futuro de la ciudad y de la Isla. El espíritu combativo de los isleños fue clave para la defensa de Gran Canaria y la expulsión del invasor.

Por eso, la capital y la villa de Santa Brígida homenajean hoy y mañana a quienes dieron su vida en la Batalla de El Batán. Mañana se recrea la tradicional caminata de El Batán, que siguiendo el cauce del barranco del Guiniguada fue el camino elegido por los holandeses para introducirse en la Isla.

Entre los días 26 de junio y 8 de julio de 1599 la capital fue escenario de una de las batallas más importantes de la historia del Archipiélago. Durante estos días, la ciudad sufrió las embestidas de la potente armada holandesa, en lucha contra España por el cese de las relaciones comerciales con los Países Bajos.

El gran espíritu combativo de la defensa isleña bajo las órdenes del capitán general Alonso Alvarado evitó hasta en cuatro ocasiones que la escuadra enemiga tomase su objetivo. La inferioridad numérica y de armamento de los canarios fue una losa que no pudo evitar que en un quinto intento los hombres de Van der Does alcanzaran tierra en la Isla.

Los ancianos, mujeres y niños abandonaron sus casas y fueron enviados a refugiarse a la Villa de Santa Brígida, mientras la milicia isleña preparaba una defensa que apenas duró hasta el siguiente ataque enemigo. Las autoridades y defensores canarios evacuaron la ciudad y se establecieron provisionalmente en Sataute durante el tiempo que los invasores ocuparon la capital grancanaria.

Van der Does exigió 400.000 ducados de oro a cambio de acabar con la contienda, pero los isleños se negaron y se prepararon en las inmediaciones del Monte Lentiscal ante la posibilidad de una nueva incursión enemiga. El conocimiento de los terrenos de la zona del Batán jugó a favor de los isleños, que consiguieron batir en retirada a los holandeses. Van der Does abandonó la ciudad, pero en su huida saqueó sus principales edificios, iglesias y conventos, quemándolo todo.

La Batalla de El Batán y los acontecimientos del ataque de Van der Does y su paso por Canarias dieron lugar a una de las efemérides más trágicas y heroicas de la historia del Archipiélago.