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Tres oleadas de residentes hacia la costa

La pérdida de camas coincidió con etapas de crisis económica e incertidumbre turística

Complejos de apartamentos en Playa del Inglés. LA PROVINCIA / DLP

La pérdida de plazas alojativas en el municipio de San Bartolomé de Tirajana por el uso residencial de los complejos de apartamentos se ha producido en tres oleadas claramente identificadas y siempre coincidiendo con momentos de crisis económica o de incertidumbre sobre el futuro del sector turístico. En este análisis coinciden, con algunas variantes, los redactores del nuevo planeamiento municipal, la patronal turística y expertos en el urbanismo del sur de Gran Canaria como Guillermo Morales Matos.

La primera oleada de residencialización masiva de las zonas turísticas se produjo en los primeros años de la década de 1990, como consecuencia de la crisis económica por la primera guerra del Golfo Pérsico. "En esa época nadie daba un duro por el futuro turístico de Canarias y se vendieron apartamentos en el Sur a cuatro millones de las antiguas pesetas, casi regalados", recuerda Tom Smulders, vicepresidente de la Federación de Empresarios de Hostelería y Turismo (FETH).

Los compradores de esos apartamentos los empezaron a utilizar como primera o segunda vivienda. Otros muchos se alquilaron a terceros, sobre todo a trabajadores de los establecimientos hoteleros, dando lugar a esa primera oleada de empadronamientos en zonas catalogadas como turísticas. Guillermo Morales, catedrático de Análisis Geográfico de la Universidad Carlos III de Madrid y miembro del equipo que redactó el primer Plan General de Ordenación Urbana de San Bartolomé, apunta que en las crisis del petróleo de 1973 y de 1979 ya hubo una importante compraventa de inmuebles, pero los nuevos propietarios, por lo general, mantuvieron la explotación turística y, si acaso, solo dejaban un apartamento para disfrute particular durante las vacaciones o los fines de semana.

La segunda avalancha de empadronamientos se produjo con el cambio de siglo, coincidiendo con la llegada del euro en 2002. Smulders lo relaciona con el afloramiento del dinero negro y la conversión de las monedas de los países nórdicos al euro. Se disparó el valor de los apartamentos en el mercado inmobiliario y muchos cambiaron de manos. "En ese momento se compró a precio de oro cualquier cosa que tuviera un techo y una buena parte se destinó a vivienda o a alquiler", añade el dirigente empresarial.

El tercer oleada se inició con la crisis de 2008 y todavía se sienten los efectos. Muchos propietarios de apartamentos se han visto obligados a venderlos, agobiados por las altas hipotecas o por las derramas para rehabilitar los edificios. En los últimos años se han comprado alojamientos turísticos por 50.000 o 60.000 euros, casi la mitad de lo que costaban diez años antes, explica Morales Matos.

Empadronados

En San Bartolomé se han perdido en los últimos años entre 12.000 y 40.000 plazas turísticas, según los cálculos de las distintas instituciones, lo que da una idea del descontrol y el desconocimiento de las camas fuera de ordenación. El Ayuntamiento contabiliza casi 17.000 empadronados en los núcleos turísticos costeros, el 30% de la población total del municipio. En el año 2000 ese porcentaje era del 20%, según la memoria del nuevo Plan General.

La patronal FETH también ha estudiado el perfil de los residentes en complejos turísticos e identifica tres grandes grupos. El primero es el de los descendientes de los pioneros del turismo y pequeños inversores canarios, que ocupan las mejores zonas de San Agustín y Playa del Inglés. El segundo colectivo es el de los extranjeros que, después de pasar sus vacaciones en la Isla durante décadas, ha terminado comprando un apartamento para pasar los últimos de su vida en Gran Canaria. El tercer grupo es el de los trabajadores del sector turístico, que buscan una vivienda cerca de su puesto laboral.

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