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Distinciones del Cabildo Premio Can de las Ciencias

"El cáncer pasará a la historia y vamos a morir intoxicados o de infecciones"

"El modelo sanitario está obsoleto y ningún partido político tiene interés en empezar a cambiar todo", afirma el dermatólogo Cristóbal del Rosario Medina

Cristóbal del Rosario en la clínica privada que tiene en Mesa y López, ayer. JOSÉ CARLOS GUERRA

¿Cómo ha recibido el premio que le otorga el Cabildo de Gran Canaria por su trabajo como médico?

Pues... con sorpresa y con mucho respeto.

Usted fue de los impulsores del Hospital Dermatológico. ¿Era una necesidad imperiosa disponer de este centro?

En los años 80, el problema era tratar la lepra, que llevaba en Canarias quinientos años, y no había un proyecto para la erradicación. Era convertir la leprosería en un hospital dermatológico de referencia para cambiar el concepto que había de este centro, sobre todo a nivel social. Se hizo un proyecto que tenía varias partes: la sanitaria, que consistía en un protocolo para que los pacientes de la isla, y del Archipiélago, tomaran la medicación de forma reglada; mientras que la social se centraba en lograr el cambio de actitud de la gente respecto a la enfermedad, empezando por los pacientes, porque había mucho mutilado, y la sociedad les rechazaba, y siguiendo por sus familiares. La lepra tiene un problema y es que cuando no se trata afecta a órganos internos importantes: afecta al ojo, produce ceguera; a los nervios, produce parálisis, al riñón, genera infección renal; afecta al hígado; es decir, que se disemina y mata. Se puso en marcha un programa social basado en una educación sanitaria con un protocolo para el paciente y la familia. Muchos hijos de leprosos pensaban que había un componente hereditario, y que si su padre se quedó ciego ellos también.

¿Resultó complicado luchar contra ese estigma social?

Sí. También se dio importancia a la atención sanitaria en sí, y se sacaron unos textos sobre los tratamientos, y se dotó de profesionales médicos. La parte más compleja fue convencer a los políticos de entonces de que esa enfermedad podía tener solución. Hubo que trabajar mucho eso.

¿Costó que dieran el dinero?

Claro, el dinero, y el personal. Empecé solo, y al cabo de unos años éramos ocho médicos, ATS, trabajadores sociales, un equipo humano impresionante. También nos movimos para obtener financiación, y tuvimos la suerte de que el Patronato de Lepra nos ayudara.

Y años después le toca conoce de cerca los estragos del sida.

Cuando se empezó a controlar la lepra y había menos ingresos porque los enfermos podían tratar en su casa, llegó el sida. Varios médicos creamos el Comité Ciudadanos Antisida porque en el 87 había también mucho rechazo social a esta enfermedad. Estos pacientes se atendían en el Dermatológico primero, y después se fueron remitiendo a los hospitales generales.

¿Fue tan duro tratar el sida como la lepra?

Durísimo. No había tratamientos y la gente se moría. Gente joven que se moría sin poder hacer nada. Y hubo un rechazo social tanto político como sanitario.

Es decir, que casi que se repite lo mismo.

Sin duda. Además de no disponer de fármacos, la gente también tenía miedo al contagio.

¿Había muchos casos?

Ingresaban siete u ocho personas cada mes, unos se morían, otros no, pero volvían a entrar otros enfermos. Aparte había muchos extranjeros, que no tenían a su familia aquí.

¿Tuvo miedo al contagio?

No. Si hubiera tenido miedo hubiera estudiado arquitectura o ingeniería.

¿Hoy día con todos los cuidados higiénicos y médicos es el sol el enemigo de la piel?

No. El sol es energía y luz. Hoy día las enfermedades dermatológicas están producidas por tóxicos tanto alimentarios como ambientales. Dentro de cuarenta años las enfermedades dermatológicas estarán producidas por productos tóxicos. Habrán más de cien mil sustancias que producirán toxicidad no solo a la piel sino a todo el organismo. Y en un futuro volveremos a tener que enfrentarnos a nuevas enfermedades infecciosas, porque hace años que no se sacan antibióticos nuevos. Los alimentos como el pollo o el pescado tienen colorantes, y todo eso va al organismo. El cáncer dentro de diez años va a pasar a la historia, se va a curar el noventa y cinco por ciento, pero vamos a morir intoxicados o de enfermedades infecciosas.

Pero si no hay nuevos antibióticos es porque las farmacéuticas no quieren.

El mundo está así. Pero también las enfermedades infecciosas están relacionadas con la calidad de vida de las personas, y si cada vez hay más pobres, y por lo tanto menos condiciones de salubridad, el microbio tiene la comida a su disposición. Lo mismo pasó en el siglo XIX con la tuberculosis.

¿Enfermedades de pobres?

Sí. Por eso en aquella época se hicieron hospitales monográficos. En Tafira estaba la Leprosería, para los leprosos, El Sabinal para los tuberculosos, y el Psiquiátrico para los locos. Se llamaban el Valle del Dolor y el Valle de la Muerte.

¿Un buen sistema?

No. Los tratamientos deben hacerse a nivel ambulatorio. Por eso se cerraron esos centros de Tafira.

¿Nunca se ha dedicado a poner botox?

No. Eso lo hacen aquí en la clínica otras compañeras mías.

¿No se ha visto tentado por este negocio?

No. No tengo tiempo.

También impulsó usted la creación de El Pino II. ¿Hacen falta más centros de mayores?

Bueno, lo que ocurre es que el modelo sanitario social está acabado y obsoleto porque es de los años 80 y ha pasado a la historia. Más que decir que hacen falta más centros de mayores hay que cambiar el modelo mejorando los ambulatorios, y teniendo centros cerca del paciente, en lugar de aislarlos en grandes hospitales. No se puede medicalizar al mayor en un hospital y descuidar la atención en el domicilio.

¿Más médicos de familia?

Sí y más personal sanitario y más ayudas sociales.

Mal lo llevamos con un sistema sanitario obsoleto.

Sí, y ningún partido político quiere hacer nada ni tiene interés en empezar a reformar todo. Se intenta medicalizar todo y que el médico resuelva los problemas, y es un gran error. Hay que contar con el ciudadano para empezar a cambiar todo el sistema.

Pero el médico está presionado por los que gobiernan.

Sí, y trabajan muchísimo. Pero, no se resuelve nada, todo son apagafuegos, se cambia hasta el consejero de Sanidad y dentro de dos años el modelo es el mismo. Seguirán las listas de espera y los médicos inconformes porque trabajan mucho.

¿Cree que hay que tener seguro privado?

No. Lo que pasa es que vamos para atrás. En Estados Unidos el presidente facilita créditos para que se hagan seguro privado.

¿Y cómo ve que tanto profesional sanitario joven se tenga que marchar a otro país?

Bueno, lo lógico es que si se formaron aquí puedan trabajar en los hospitales de su tierra. También considero un error brutal obligar a los médicos a jubilarse a los 65 años. Se pierde así una capacidad intelectual de conocimiento importante porque podrían seguir aunque sea dos horas al día.

¿Se jubiló usted ya?

Me fui. Dejé el sistema público hace dieciséis años.

¿Por qué?

Porque estaba cansado. Cuando uno ve que las condiciones no son las mejores hay que irse a casa.

Pero ha defendido los derechos de los pacientes.

Claro, hay que controlar los elementos del entorno. No vale de nada decirle a un paciente que tiene un cáncer si no se ponen las condiciones para que se pueda curar. Hay que tener muy en cuenta la parte social. Es de sentido común.

¿Quiso ser Diputado del Común?

No, eso fue una coña. Unos amigos nos pusimos de acuerdo y lo planteamos para ver cómo respondían los partidos porque sabíamos que es todo una endogamia y lo deciden ellos.

¿Cómo vive como jubilado?

Trabajo doce horas a la semana en mi consulta privada. Y me dedicó a pintar, soy bastante malo, pero me quita bastante el estrés y le regalo los cuadros a mis amigos.

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