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De BIC en BIC Lomo Galeón y Los Llanillos (18)

La costa del galeón

Los yacimientos del litoral sur atestiguan la capacidad de adaptación de los canarios a los entornos más duros

'Galeón' del siglo XXI a la captura de turistas en el mar de las calmas.

Desde las primeras crónicas de la Conquista, algunas de ellas de antes del propio punto de inflexión, como Le Canarien, ya se menciona el nombre de Arguineguín como un lugar poblado por los antiguos canarios. Un núcleo habitado enmedio de la Gran Canaria más árida que llegó incluso a sorprender por lo agreste y duro a las huestes de Pedro de Vera.

Frente a un norte marcado por la Selva de Doramas y la cubierta y el frescor de los alisios, la mitad meridional se presentaba como lugar para los más recios, en el que sobresalía con mucho la capacidad del indígena para adaptarse a los varios continentes que ofrece una isla sola.

Esa costa del sur que abarca desde Meloneras, con su yacimiento de Punta Mujeres, hasta la bahía del Pajar y un poco más a poniente en la desembocadura del barranco de Arguineguín, que en los textos aparece como Arganeguín o Areaganigui, ofrece trazas de la vida y sobre todo la muerte de los primeros pobladores, especialmente en dos yacimientos que se encuentran dentro de San Bartolomé de Tirajana, pero casi en la raya de su frontera con Mogán.

Son El Llanillo, pasto de campistas, y Lomo Galeón, este último apenas unas lajas algo remotas, pero ambos declarados Bien de Interés Cultural no solo por estructuras cruciformes habitacionales encontrados en el primero, o las cistas y enterramientos individuales del segundo, sino porque atestiguan que los canarios mostraron más arrestos para domiciliarse en el desierto que los primeros europeos que llegaron después.

Los restos de huesos de ovicápridos y de fauna marina delatan los recursos de los que tiraba la población nativa para sobrevivir en este terregal, con núcleos de mayor porte como el del propio Pajar, hoy un pueblo asentado sobre el antiguo, o Cañada de los Gatos, en Playa de Mogán, un entramado de siete casas sobrevivientes organizadas en distintos niveles formando 'calles' y cuestas que llevan hasta las cuevas habitacionales y de enterramiento, a la que se añade su veintena larga de cistas y túmulos funerarios.

Lomo Galeón y Los Llanillos quizá no sean tan ricos, pero no por ello menos importantes. En el primero, del que apenas se atisban unas lajas y unos montículos sobre un suelo atormentado y reseco por el sol y la salitre, y cuyo único atisbo de civilización cercano se encuentra en un póster de la luz y las cicatrices de las abandonadas fincas tomateras. Todo ello sobre un mar enorme que de tan azul duelen los ojos.

La popa grancanaria

En esa la nada se encuentra este Bien de Interés Cultural, declarado así el 12 de julio de 1991 con una muy escueta, y algo enigmática, descripción: "enterramientos tumulares unipersonales de base tobácea, formados por cierta pétrea de lajas", y en el que el Servicio de Arqueología del Museo Canario localizó los restos de varios hombres y mujeres a finales del siglo pasado, cuyas dataciones se remontan al 1260-1290 d.n.e.

En el cercano Los Llanillos , mucho más pegado a costa, también aparecen túmulos funerarios, pero jalonados de cinco estructuras habitacionales, además de vestigios del tallado de industria lítica y los citados huesos de ovicápridos.

En todo ese espacio es donde el viento se emboba. Los remanentes de los alisios que llegan del norte se agotan allí tras cruzar la isla, una esquina del sur que en realidad es l a popa de Gran Canaria que deja a su paso el llamado Mar de las Calmas.

Tras la guerra de conquista esta tierra adentro es la malquerida de los repartimientos, frente a un norte de agua y tierra buena donde deforestar para implantar los interminables cañaverales de azúcar.

Y la distancia, salvo que fuera por mar, con el mundo habitado más próximo como el Señorío de Agüimes o la algo más lejana Telde relegaron esa zona a repúblicas independientes donde fondear navíos piratas en rutas de rapiñas.

El rendimiento económico del que luego sería motor de la industria turística desde el siglo pasado era nulo, a pesar de intentos como el que llevó en el XVIII a la Real Sociedad de Amigos del País a soñar con un muy peculiar El Dorado.

En la primavera del año 1747 la marea dejaba en las playas de la capital grancanaria las enormes moles de 37 ballenas de las que se sacó grasa sin tino, alumbrando la iniciativa de crear una flota ballenera que operaría en ese mismo Mar de las Calmas, donde los avistamientos aseguraban un buen número de ejemplares. Según apuntaba entonces el ingeniero Miguel Hermosilla, los gigantes margullaban con tal aparato de "mugidos o bramidos" (...) que atemorizan a cuantos se arriman a aquella costa".

Bajo la convocatoria de un premio al que lograra arponear un ejemplar, el 2 de abril de 1779 se logró capturar un ballenato y otro el día después, pero tras frenarse el proyecto por la guerra de Inglaterra no se retomó la ocurrencia en 1785. Después de un auténtico calvario para intentar hacerse con un vasco o un cántabro experto, cosa que no se consigue, parte desde la capital el 2 de marzo una flotilla de lanchas y un barco nodriza hacia las aguas del sur.

La aventura se convirtió en un desastre, al menos en términos pecuniarios, porque tras arponear tres ballenas, dos de ellas de buena factura, los cetáceos lograron escapar malheridos para reaparecer al siguiente año varados en la playa, de los que se lograron su grasa y lo que quedaba de despojos.

Según se apunta en la página de Humberto Pérez, Mi Gran Canaria. Origen y noticias de sus lugares, tras dos campañas de prospecciones arqueológicas dirigidas por Julio Cuenca en 2003 y 2005 se localiza en el propio Lomo Galeón una estructura circular a modo de horno que "podían haber sido fabricada para calentar las marmitas con las que se procesaba la grasa o saín de las ballenas", a la que se añade otra forma cuadrangular excavada, ubicada a unos 50 metros de la anterior, "con un canal de desagüe y, cercano a ella, unos ganchos de hierro que podrían ser un lugar de trabajo y despiece de los cetáceos capturados".

Un tercer indicio se encuentra en la documentación sobre aquellas expediciones, y que señalan precisamente a esa zona como el lugar donde se fijó la proa y se estableció la rudimentaria factoría..., prestándole al barranco, lomo y yacimiento el nombre de Galeón.

A eso se añade una segunda y muy clarificadora toponimia por la que se conocía el punto donde se encuentra el vecino yacimiento de El Llanillo: el Barranquillo de Lomo Arpón.

Más de dos siglos después por esas mismas aguas encalmadas del sur se deja ver algún que otro galeón, aunque con cardúmenes de turistas en sus cubiertas, además de la colorista flota artesanal de las cofradías pesqueras de la zona, la mayor parte del año en faenas de captura, pero ofreciendo dos días de julio una de las estampas marinas más atractivas del calendario festivo de Canarias, con la partida desde Arguineguín a Playa de Mogán de la Virgen del Carmen a bordo de sus embarcaciones, y el regreso de la imagen tras una semana de merecido veraneo. Las ballenas pueden 'mugir' y bramar algo más tranquilas.

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