La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La valla de la discordia en Tauro

Varios vigilantes aseguran haber recibido amenazas de muerte por cerrar la verja

32

Estado actual de la playa de Tauro

Una valla de unos dos metros de altura y varios cientos de metros de largo separa la playa de Tauro del poblado de chabolas que se asienta en la desembocadura del barranco de El Lechugal desde hace más de medio siglo. La misma valla que impide el acceso de residentes y turistas a la bahía desde que a principios de 2017 Costas paralizase el proyecto de regeneración que el Grupo Anfi había iniciado en la playa. Pero, aunque imponente, la verja muestra su flaqueza ante el poder de las tenazas que los vecinos emplean varias veces al día para romper los alambres y abrirla al público, una acción que cuesta a la empresa más de 10.000 euros en las labores de reposición. Comienza aquí un tira y afloja con los vigilantes de una playa en estado de deterioro y con problemas de seguridad.

Pese a estar enclavada en uno de los parajes naturales más bellos de Gran Canaria, y ser frecuentada por decenas de turistas cada día, lo cierto es que en ella se dibuja un panorama desolador: restos de basura, alambres que se desprenden de la verja que la empresa promotora ha instalado para salvaguardar la seguridad de los ciudadanos, discusiones entre vecinos y vigilantes de seguridad y una policía que ni está, ni se le espera.

Amenazas de muerte

La convivencia entre vecinos y los guardas se torna tensa, con enfrentamientos casi a diario, hasta el punto en que los vigilantes ven un riesgo para su integridad física trabajar en la zona. "He recibido amenazas de muerte, pero no por eso voy a dejar de hacer mi trabajo", asegura un vigilante de seguridad, que prefiere mantener su anonimato. "La gente no quiere entender nada, solo quiere bañarse", agrega, "llamamos a la policía, pero en muchas ocasiones ni aparece".

Una afirmación confirmada por Rubén Reja, director de Comunicación del Grupo Anfi, quien critica que la empresa no cuenta con ninguna colaboración del Ayuntamiento e, incluso, "hemos llegado al punto insostenible que los cuerpos de seguridad de la policía local denuncian a nuestros vigilantes de seguridad privada, que en el ejercicio de sus funciones, los llaman para desalojar la zona de obras antes el riesgo que conlleva". "Durante meses han hecho caso omiso de las llamadas y simplemente no acuden", asegura, "y ahora crean una situación de inseguridad jurídica insostenible".

La playa de Tauro sigue cerrada al público, pero eso no impide que los turistas crucen la valla para disfrutar de este entorno después de que los vecinos la abran. "La abrimos porque no hay maquinaria y no supone ningún peligro para las personas", explica el lugareño Ramón Díaz, "la gente debe disfrutar de este espacio". Tras casi dos años clausurada, Díaz considera que sus vecinos y él son "los únicos pringados que nos encontramos con una situación así en Gran Canaria". "El problema es que no ha habido mejoras, y ahora tampoco tenemos playa", añade por su parte Ismael Alegre.

Unas simples tenazas se convierten en la llave de acceso a la bahía. Por cada vez que uno de los vigilantes de seguridad cierra la valla, un vecino decide echar su trabajo por tierra y vuelve a emplear la herramienta para destrozar la verja y permitir que los visitantes, sin saberlo, violen la norma que impide el acceso a la playa, poniendo en riesgo su seguridad. La empresa ha tenido que sustituir el vallado hasta en una decena de ocasiones.

Solo una hora de guardia en esta cala del municipio de Mogán es suficiente para comprobar cómo deambulan por ella más de 60 turistas que hacen oídos sordos a las advertencias de los vigilantes de seguridad. Unos se cuestionan, preocupados, por qué este entorno sufre semejante situación de caos normativo. Otros, prefieren obviar el cierre de los accesos y los paneles informativos y se adentran en la bahía con todos los elementos para pasar un día de playa: desde una mesa de camping hasta una colchoneta hinchable para disfrutar del mar.

Y todo ello, ajenos a los peligros que acechan a una cala que presenta numerosos desniveles en el arenal después de que Emma arrastrase parte de las 77.000 toneladas de material árido.

Estas inclinaciones en el terreno imposibilitan incluso dar un paseo por la zona, que además ha recuperado su anterior paisaje de piedras y rocas debido a la fuerza de las mareas. Y los vigilante avisan: el desnivel en la arena provocó hace unas semanas que una persona quedase semienterrada en la orilla, "si fuese un niño habría ocurrido una desgracia".

El cierre de la cala sigue provocando malestar entre los vecinos, ya que además se han clausurado algunos accesos al barrio, hecho que impide la entrada de vehículos de emergencia o de proveedores, critica Herminio Acosta. Una escollera, un muro de grandes rocas, continúa protegiendo a los vecinos de la subida de las mareas, pero eso no impidió que el embate de las olas contra la costa ocasionado por la borrasca Emma inundase prácticamente la totalidad de las viviendas. "Es tanta la cantidad de arena que se colocó en la bahía que subió el nivel del agua y anegó las casas", explica Acosta, "nos da miedo vivir en esta situación, porque muchos no tenemos dónde marcharnos". Así, aunque los vecinos son reacios a abandonar el lugar, Acosta afirma que están dispuestos a irse si se llega a un acuerdo justo para todos los lugareños.

El proyecto de Anfi sigue atascado y, la playa, cerrada. Y mientras así sea, la valla de la discordia seguirá separando la frontera entre lo seguro y lo inseguro.

Compartir el artículo

stats