El Tornado es un BAM, un buque de acción marítima, de la Armada española que hace "vigilancia marina de baja intensidad", según explica el segundo accidental de a bordo, el teniente y jefe de máquinas José Sempere. Según relata el oficial, se le ha encomendado la misión de controlar que los barcos encargados de las prospecciones petrolíferas perforen en el lugar en que tienen permiso para perforar y no en otro.

No es un motivo de guerra pero la misión resultará tan delicada como una de sus más delicadas misiones. El Tornado también da cobertura al Escuadrón 802 de las Fuerzas aéreas y colabora con Salvamento Marítimo en caso de que haya barcos con dificultades o de pateras. Pero el petróleo es un motivo de una gran batalla insular y el vigía de la Armada ha sido designado como "guardia de seguridad" medioambiental en pleno Atlántico, frente a las costas de Lanzarote y Fuerteventura.

El Tornado tiene base en Las Palmas de Gran Canaria, atracó ayer en Arrecife y tiene previsto zarpar esta misma mañana. Ayer por la tarde, entre las cuatro y las siete, realizó una jornada de puertas abiertas. Ha hecho escala, de hecho, para darse a conocer entre la población. Por la mañana ya subieron a su cubierta las autoridades locales: concejales, el director insular de la Administración del Estado y el senador, entre otros.

El Tornado tiene tres herma-nos o buques de las mismas ca-racterísticas: el Meteoro, el Rayo y el Relámpago. El buque que se encuentra en Arrecife se construyó en los astilleros gaditanos de San Fernando hace sólo tres años. Es uno de los más nuevos del Ejército español y se dedica a controlar las aguas que están más allá de las 12 millas territoriales, "a que cada barco esté donde tiene que estar", explica Sempere: principalmente barcos de pesca y mercantes.

En sus dos años de vida ha participado en misiones sonadas: una la misión Atalanta de la Unión Europea contra la piratería en aguas de Somalia, entre noviembre del año pasado y marzo de este año, y otra una operación antidroga en la que abordaron en aguas cercanas a Cabo Verde al pesquero Pacífico, que iba de Venezuela rumbo a Galicia con dos toneladas de cocaína.

El barco está diseñado para que no necesite mucho personal. Todo está automatizado. Su tripulación es de 42 personas, aunque se van sumando efectivos militares para distintas misiones. Ahora hay 11 tripulantes más de Infantería de Marina. Tiene dos lanchas motoras de gran potencia, un cañón, dos ametralladoras fijas y unas móviles, espacio para un helicóptero tanto en cubierta como en el hangar y un puente de mando moderno dirigido con un ratón digital.

"El barco es como una ciudad", dice el teniente: tiene camareros, cocineros, un enfermero, maquinistas y especialistas de diversas disciplinas. En él hay tiempo para el ocio, aunque no mucho, porque el trabajo se divide en turnos, excepto cuando se decreta el zafarrancho, que significa que toda la tripulación tiene que estar activa. Los camarotes, que no se enseñan, dicen que tienen las comodidades que pueden tener los que hay en un buque de línea regular: los hay de cuatro y de seis personas. El Tornado tiene 94 metros de eslora y 14 de manga, una enfermería con camillas y zona de hospital, sistemas de depuración y separación de aguas y varios motores eléctricos alimentados por motores diésel. Se prepara para una más de sus delicadas misiones: los sondeos.