La Audiencia Provincial de Las Palmas ha impuesto diez años de cárcel a un empresario de la capital grancanaria por abusar de una menor en un edificio de su propiedad más de 20 veces entre 2003 y 2005. La sentencia, dictada por la Sección Primera, condena a Juan Francisco Arraiz Toledo y su esposa Mona Farag Alla Tawfik Bishay por sendos delitos de abusos sexuales continuados, aunque la pena para esta última es de ocho años, seis meses y un día de reclusión.

La dureza del castigo impuesto al empresario viene determinada por sus antecedentes por dos delitos de violación, pues Juan Francisco Arraiz fue condenado en 1982 y 1993 a diez años y otros 17 años de prisión, respectivamente. Además, la ponente del fallo judicial, Eugenia Cabello, alude a la gravedad de los hechos para imponer la pena máxima por los abusos, tal y como reclamó la fiscal Montserrat García al término del juicio.

La víctima, que tenía menos de 13 años y es hija de la excuñada del acusado, fue "sometida a varias prácticas sexuales" en el edificio donde el procesado tiene su negocio de desatascos, según los hechos declarados probados.

Y es que madre e hija se mudaron a un piso del mismo inmueble, circunstancia aprovechada por Arraiz para abordar a la niña a la vuelta del colegio y llevarla a las dependencias de su negocio, siempre en horas del mediodía, tras cerrar la empresa y beneficiarse de que la progenitora estaba en el trabajo.

La cena y los deberes

Posteriormente, en 2005, el procesado se fue a vivir a ese edificio con su esposa, Mona Farag Alla, una mujer árabe que entabla relación con la madre de la menor. La confianza era tal que la víctima subía con frecuencia a la casa del matrimonio a cenar o hacer los deberes de inglés, momento en el que se producían los abusos.

Esa situación se repitió más de un veintena de veces y cesó en junio de 2005, pero la madre de la menor no denunció hasta 2008. Lo hizo ante "el estado de ánimo depresivo" en el que entró su hija.

La niña, que requirió tratamiento psicológico de larga duración, sufrió un fuerte episodio de estrés, incluso perdió parte del cabello y llegó a arrancarse los pelos de las cejas. Los hechos tardaron tanto tiempo en salir a la luz por la "vergüenza" que este tipo de casos produce en la raza árabe, según testificaron madre e hija en el juicio.

Los jueces se apoyan en el testimonio de la perjudicada para condenar al empresario, quien alegó en su defensa que todo se debía a una especie de venganza de su exmujer. La Sala rechaza ese argumento y lo sentencia a la pena máxima, tanto por sus antecedentes penales como por el trauma causado a la niña. El tribunal también condena al matrimonio a pagar 15.000 euros de indemnización.