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Aquí la Tierra Los nervios de la ciudad

El sueño del arquitecto

Miguel Martín-Fernández de la Torre cultivó dos tendencias constructivas contrapuestas, la moderna y la neocanaria

Vivienda racionalista (izqd.) y casa neocanaria, realizadas por Miguel Martín-Fernández de la Torre en Ciudad Jardín.

La cuestión puede resumirse de la siguiente manera: ¿Dormía bien Miguel Martín-Fernández de la Torre? Como se sabe, el arquitecto, el más importante habido en Canarias a lo largo del siglo XX, introdujo la modernidad arquitectónica en el Archipiélago y erigió sus edificios más emblemáticos. Simultáneamente Martín fue también el artífice de las más destacadas construcciones de estilo neocanario, formulado estética e ideológicamente por su hermano mayor, el pintor y escenógrafo Néstor. Decir arquitectura moderna y decir arquitectura neocanaria es como decir agua y aceite: dos tendencias no sólo divergentes sino antagónicas. Y, sin embargo, ambas fueron cultivadas por Martín a lo largo de casi toda su trayectoria profesional.

Nacido en Las Palmas en 1894 y muerto en esta ciudad en 1980, Martín se llevó a la tumba la explicación de las causas de su bipolaridad, bien achacables a la adaptación pacífica a la ley de la oferta y la demanda, bien al ascendiente emocional de su hermano, en tensión con lo que bebía de la vanguardia centroeuropea, o bien, incluso, hipótesis más descabellada, a la remisión última de los fundamentos de la arquitectura al problema del estilo, como si todo pudiese resolverse en un baile de disfraces. Si esta contradicción insoluble afectaba al sueño del arquitecto es algo que no sabremos nunca.

Entre 1929 y 1932, Martín trabajó en el proyecto del Cabildo de Gran Canaria, la obra culmen de la arquitectura moderna en el Archipiélago, concebida según el programa racionalista y ejecutada por Eduardo Laforet, que la concluiría, modificada, en 1942. En 1939 el arquitecto comenzaba las obras del complejo del Pueblo Canario, emblema por excelencia de la arquitectura neocanaria, culminado en 1956 y realizado según las trazas que Néstor plasmó en una de sus pinturas. Dos obras distintivas de Las Palmas que, como ocurre con toda la trayectoria pendular de Martín, generan distintos grados de aprecio, según el gusto y los parámetros intelectuales de cada cual. En privado, la mayoría de los expertos admiradores del Martín moderno, adscrito en una primera etapa al racionalismo, confiesan que sólo ven en su obra neocanaria pastiche, carcunda y horterada. En paralelo, no falta entre los estudiosos afectos al Martín neocanario quien levanta una ceja ante la sola mención de sus construcciones modernas. Para estos son solo mazacotes de hormigón, estandarizados, alérgicos a la belleza y despectivos con la identidad local.

Una evidencia palmaria de lo inconciliable de ambas posiciones es que no existe ensayo o artículo especializado que estudie conjuntamente y en pie de igualdad ambas facetas de la producción de Miguel Martín, esto es, como coexistían realmente en la mente del arquitecto: alternándose en el tiempo, construyéndose simultáneamente o incluso hibridándose en forma de volúmenes racionalistas vestidos con ropajes neocanarios. Este tremendo vacío reclama una atención integral con aportaciones de saberes diversos, incluidos la antropología urbana y hasta el psicoanálisis, pues, para bien o para mal, esta bipolaridad informa la personalidad de Las Palmas, donde la impronta de Martín es más profunda.

¿Qué pensaría Néstor, fallecido en 1938, de las obras modernas de Miguel? ¿Le contaría Miguel si dormía a pata suelta o si, por el contrario, su oscilación entre el neocanario y la modernidad le perturbaba el descanso nocturno? ¿Y sus más estrechos colabores, como el arquitecto alemán Richard E. Oppel, que contribuyó a su producción moderna y no tuvo nada que ver con la neocanaria? ¿Lo veían llegar ojeroso y taciturno por la mañana o bien lozano y jovial?

Pueblo Canario, Hotel Santa Catalina, Casa Armas, Casa Guedes? Ciudad Jardín, que comenzó a adquirir centralidad en Las Palmas a partir del Plan de Ordenación Urbana realizado por el propio Martín en 1922, es un reducto en el que abundan sus obras neocanarias. Lo propio se puede decir de su producción racionalista: Colonia I.COT, Colonia Alvarado, Hotel Metropole, Casas Van Hoey? Este barrio es pues un lugar privilegiado para analizar el extraño choque de ficciones que generan en Las Palmas estas tendencias impulsadas por un solo arquitecto: la de una ciudad, la de la arquitectura racionalista, que proyecta una imagen de progreso industrial pese a carecer de industria. La de otra ciudad, la de los edificios neocanarios, que se quiere un poco campo y que finge que vive en una eterna romería.

¿Dormía bien Miguel Martín? Un arquitecto, buen conocedor de su obra, dice con sorna que dormía estupendamente, "alternando sus pijamas estampados, unos con rayas, otros con palmeras, y mezclando, de cuando en cuando, la camisa y el pantalón".

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