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Aquí la Tierra La invención de lo cotidiano

Camino de perfección

En una lengua descampada, entre el Polígono Cruz de Piedra y las viviendas sociales de Miller Bajo, alguien que firma como ONS realizó un itinerario paisajístico presidido por una capilla con una escultura de Cristo

Camino de perfección

A la capilla que ONS construyó en esta lengua descampada de la calle Juan Saraza Ortiz se puede acceder desde las vías aledañas. Pero para experimentar la visita con la máxima intensidad, lo suyo es hacerlo a través de la escalinata de esta recóndita calle de Miller Bajo. Ésta contiene un parterre con vegetación autóctona rematado por un paramento. En él ONS, así firma, representó el mapa de Canarias y acompañó a cada isla con una figura de mayor tamaño que representa, montañas o roques, uno de sus accidentes naturales emblemáticos. Realizados mediante bajorrelieves de piedra volcánica sobre un cielo de azulejos cerámicos, la cartografía y los monumentos paisajísticos parecen intercambiables: se diría que el Archipiélago está formado en realidad por catorce islas, o bien, que existen en él ignotos accidentes naturales que se asemejan extraordinariamente al contorno de las siete islas.

Al concluir la escalinata se llega a la referida calle, que concluye en un cul-de-sac. Como no conduce, pues, a otro lugar más que a sí misma, y como está bloqueada, al otro lado, por la ladera cortada del Barranquillo de Mata sobre la que asoma el Polígono Cruz de Piedra, la vía solo es frecuentada por los habitantes de las viviendas sociales que predominan en su paisaje edificado. Como el resto de calles de Miller Bajo, y como tantos barrios de Las Palmas, Juan Saraza Ortiz sería pues un lugar con una fisonomía estandarizada, perfectamente aburrido si no fuera por la capilla y la intervención paisajística realizados por ONS.

Tras ascender por la escalinata y llegar al nivel de la calle, la capilla muestra su sorprendente estampa: sobre el muro que cubre el descampado bajo la ladera, ONS simuló con azulejos un balcón canario pero con una base de cantos rodados reales y herrajes, tejas y farolillo igualmente reales. Encima, sobre el terreno que ajardinó con plantas autóctonas, se levanta el lugar de culto. En él hay una escultura de Cristo dentro una hornacina cubierta de azulejos. La hornacina está rematada por un reloj.

Para acceder a la capilla hay que andar hacia el fondo clausurado de la calle. Allí hay una pequeña escalera, flanqueada al comienzo por sendas imágenes de la Virgen del Pino, que prolonga el ritmo ascensional. Al subir el último peldaño otras imágenes aguardan al paseante, metido en la piel de un peregrino: un busto de Cristo, otra imagen de la Virgen del Pino y un mosaico rectangular que representa la Playa de las Canteras.

Con la mente que oscila entre lo que ve a medida que avanza y lo que acaba de ver y ha dejado a su espalda, el paseante prosigue su deambulación por el sendero. Se topa entonces con un cañizo que remeda la fachada de un templo clásico y que parece marcar otra parada en el camino. Delante tiene una fuente hecha con roca volcánica que imita al Dedo de Dios y cuatro albercas sobre las que en algún momento cayó o debía de caer agua. La estancia está en estado de semiabandono. Lo está de hecho el conjunto paisajístico. Tal vez es que ONS, que así firmó también la entrada a esta obra, no llegó a concluirla, o, quizá es que una vez que lo hizo no pudo cuidar de ella.

Llega al paseante a la capilla, cubierta de fragmentos cerámicos coloreados. La hornacina donde está el Cristo tiene la llave echada. Dentro hay cirios, cerillas y mecheros que desvelan que, de vez en vez, alguien acude o acudía aquí para rezar. Delante hay unas escaleras que no conducen a ninguna parte. Las preguntas que planean a lo largo del recorrido se hacen más acuciantes: ¿Por qué construyó ONS en este residuo urbano la capilla y la intervención paisajística? ¿fue la respuesta a una promesa?¿un capricho? ¿o la nostalgia de otra manera de estar juntos, de una comunidad tradicional sin el utilitarismo de la ciudad moderna?

El paseo, en cualquier caso, no concluye ante la capilla sino que se prolonga y se bifurca un poco más. Los recorridos sinuosos están bordeados con fragmentos de azulejos. De vez en vez, entre las superficies cerámicas de colores planos, ONS ha dispuesto algunas teselas figurativas: unas representan barcas sobre la arena, otras las plantas superiores del hotel AC, otras más, el mar, barcos que asoman por encima de edificios y el puente de El Rincón. Son teselas idénticas a las que integraban el mosaico con la Playa de las Canteras, sólo que ahora forman una imagen descompuesta.

Incapaz de sacar algo en claro, el paseante vuelve sobre sus pasos. Mira el corte de la ladera, la enorme edad de su tierra y sus piedras. Dirige su mirada también hacia los edificios modernos y anodinos que la rematan y a los casi idénticos que se extienden bajo este lugar. Contempla todo esto y se pregunta si es que ONS creyó haber encontrado la Jerusalén celestial en este punto descampado, entre el Polígono Cruz de Piedra y las viviendas sociales de Miller Bajo.

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